jueves, 17 de diciembre de 2009
ESPERANZA
miércoles, 16 de diciembre de 2009
EL PALQUILLO, A LA MAGDALENA
Los motivos que se esgrimen son varios, aunque el principal, como era de esperar, es el dinero. En este novedoso itinerario común se podrían colocar 3.000 sillas más de las que hay ahora, lo que incrementaría de manera sustancial la recaudación que el Consejo de Cofradías recibe de los abonados y que después reparte entre las hermandades. Luego también, pero esto es secundario, se habla de la seguridad, esa misma seguridad que ha obligado a retirar 500 sillas de la carrera oficial actual, por mandato del Ayuntamiento, al que le sobraban, decían, muchísimas más.
Así pues, son varios los elementos que han coincidido en torno a este asunto, y que han dado como resultado este curioso proyecto de la Magdalena. Por un lado, el Ayuntamiento quería ampliar la carrera oficial por la calle Fray Ceferino, creando ahí una especie de “tribuna de los pobres” malagueña, con sillas gratuitas para todos. Pero las cofradías no querían porque las que pasan por ese sector tras salir de la Catedral tendrían que alargar su itinerario por la calle Santo Tomás; y el Arzobispado también se negaba porque no estaba dispuesto a desplazar el monumento a Colón para dejar la Puerta del Príncipe despejada para los pasos. Entonces, el alcalde se enfada y decide, después de diez años en el cargo, que la carrera oficial no es segura en caso de emergencia y que hay que eliminar un porrón de sillas, aunque finalmente se contenta con el sacrificio de sólo 500 sedentes espectadores. Pero para el Consejo, perder esas 500 sillas es perder lo que cobra por silla, que no suena a mucho, multiplicado por 500, que ya suena a demasiado. Y en éstas estamos cuando de repente conocemos el flamante proyecto de las 3.000 sillas nuevas por nuevas calles, que son más anchas, aunque no tanto como lo sería la Avenida de la Palmera (pero mejor no dar ideas...).
Y, por supuesto, ya han empezado a surgir opiniones a favor y en contra de la sorprendente solución. De momento, hemos conocido la postura del hermano mayor de San Gonzalo, al que le parece bien porque la nueva carrera oficial recortaría su largo itinerario (ahora va a tener la culpa la Campana de que su hermandad entre a las cuatro de la mañana) y el del Cachorro, quien no está de acuerdo con cargarse de un plumazo una tradición que, tal y como la conocemos hoy, data del año 1918. Llama la atención esta diferencia de criterio entre dos hermandades de Triana, cuando son éstas precisamente, junto con Jesús Despojado, La Quinta Angustia, El Calvario y Montserrat las que se van a dar de bruces con el nuevo palquillo en mitad de sus itinerarios habituales de ida, mientras que muchísimas otras cofradías evitarán el clásico rodeo de Orfila, Javier Lasso de la Vega y Plaza del Duque, ya que podrán pasar directamente desde Cuna o Laraña a una desoficializada Campana atravesando Martín Villa.
Y ahí está el quid de mi opinión contraria a esta modificación. El problema no es tanto perder la Campana (con sus hamburguesas y todo) y Sierpes, que es muchísimo perder, la verdad, sino el hecho de que esta nueva carrera oficial beneficiará a los que tienen silla (y dinero para pagársela) y perjudicará a los que preferimos callejear para buscar las cofradías. Dicho de otro modo: el hermano mayor de San Gonzalo estará muy contento con la posible reducción de su itinerario, pero los cofrades de a pie perderemos la posibilidad de ver a esta cofradía por la Plaza de la Magdalena, Rioja, Velázquez y O`Donnell. Y lo mismo pasará con La Estrella y La O, además de las mencionadas más arriba, y con todas las que rodean, como dije antes, por Orfila para salir al Duque, que reducirán también sus itinerarios.
Así pues, el resumen que podemos hacer de este proyecto es el siguiente: la seguridad sólo nos preocupa cuando perdemos dinero; no nos importa cargarnos itinerarios tradicionales y personalísimos de la Semana Santa de Sevilla si de lo que se trata es de ganar más dinero; y no nos importa recortarle a los que no tienen silla las posibilidades de ver en la calle a las cofradías con tal de ganar dinero. Dinero, dinero y dinero... Es realmente triste.
Tendremos que empezar a cambiar nuestro vocabulario cofrade más rancio. De salir adelante este proyecto, se acabó lo de las entradas en Campana. Ahora habrá que aplaudir las entradas en la Magdalena. Y quién sabe si en el futuro habrá que hablar de entradas en la Palmera. Desde luego, a la Hermandad de Heliópolis le vendría muy bien...
jueves, 10 de diciembre de 2009
ESTO ES SEVILLA
Sevilla se resume en esta foto, tomada el día en que ocho mil músicos de un centenar de bandas procedentes de toda España desfilaban junto a la Catedral, mientras por las recónditas calles del barrio de San Román rodaba Tom Cruise su última película. Y la Inmaculada, que sabe más de milagro sin ciencia que de cienciología, interrumpía el rodaje de la producción hollywoodiense en su camino hacia la Basílica de María Auxiliadora, dejando tras de sí las caras admiradas de unos 'guiris' que se encontraron con la madre de Dios en pleno decorado urbano. "Reina de Triana" o "Encarnación Coronada" fueron durante un instante una inmejorable banda sonora para persecuciones en moto por callejuelas.
Sevilla es un móvil orientado a un paso de Virgen. Y unas zapatillas que, cansadas de caminar, se alzan hasta lo más alto para verla pasar. La vista aérea de Sevilla bien vale subir "a los cables", como decían los costaleros antiguos.
Sevilla es cine y devoción, fidelidad a su imagen y a sus tradiciones. Es el racheo de un paso y el motor de las cámaras... y acción. Es un clavel blanco en una esquina de un paso, y una esquina cortada al girar una calle porque el niño de "Top gun" se ha venido a la Bética a salvar el mundo. Sevilla es un río de agua y otro de jartibles capillitas alrededor de un altar que se desplaza. Sevilla es una ciudad en besamanos. Y es una algarabía a la caza de un autógrafo. Es una estrella de cine y una Estrella que falta por San Jacinto. Es una ciudad rendida a la gran pantalla y un pueblo que se rinde ante la Caridad baratillera en forma de medalla prendida del pecho. Y todo en un día.
"¿Pa`qué más arte?", decía Garduño. Si más arte no cabe...
martes, 8 de diciembre de 2009
FRAY CARLOS AMIGO VALLEJO: "LA IGLESIA ES LA 'EMPRESA' QUE MÁS PUESTOS DE TRABAJO GENERA"
—No será la del próximo día 12 la primera vez que visite Alcázar de San Juan. Ya lo hizo hace algunos años con motivo del traslado del monumento a la Inmaculada Concepción. ¿Cómo recuerda aquella visita?
—La recuerdo como un clamor popular en torno a la Inmaculada Concepción, como una muestra de afecto muy grande a los franciscanos y dentro de un ambiente muy propio de una ciudad donde las tradiciones tienen una actualidad admirable. La tradición no es ni mucho menos para Alcázar algo que ha pasado, sino algo que pervive, que se celebra y se vive. Por otra parte, el misterio de la Inmaculada Concepción y los franciscanos son inseparables.
—Ahora llega a Alcázar para pregonar la Navidad. ¿Qué mensaje va a transmitir?
—La Navidad se ensalza por sí misma. El mensaje de la Navidad es inmutable y es vivido siempre con una enorme fidelidad. A veces le ponemos muchos ropajes a la Navidad; que si la secularización, que si son tradiciones que se reducen a una fiesta con más o menos colores, que si está muy unida a sentimientos... Y todo esto parece como que quisiera reducir el contenido religioso; pero no es así, ni muchísimo menos. No hay que dejarse llevar por las apariencias. Muchas veces el exterior, el vestido, hace que olvidemos a la persona que hay por dentro. Haremos también alguna referencia al afán secularista de quienes insinúan que se puede molestar a personas que no son de nuestra misma fe, lo cual es una injuria de personas intolerantes e incapaces de aplaudir la alegría de los demás y sentirse felices por los cristianos que celebran su fiesta, igual que nosotros podemos sentirnos muy felices de que amigos nuestros musulmanes celebren la fiesta del cordero, que hace poco la han celebrado.
—El portavoz de IU en Sevilla calificó la Navidad como “fiesta del solsticio de invierno” y algo parecido se ha intentado recientemente en Cataluña. ¿Qué le parece?
—Creo que fue simplemente una fórmula en la que expresaba que la Navidad hay muchas personas que la celebran, sí, pero desde otro punto de vista. No hay que darle mayor importancia ni tampoco pensar que estas cosas al creyente le van a asustar. A veces la crítica debe ser un motivo para la reflexión y para la fidelidad a aquello que como cristianos estamos celebrando. Es muy conocida la famosa distinción que hacía un filósofo respecto a la opinión pública manipulada y la opinión pública crítica. Tenemos que aceptar esta última porque nos ayuda, y no la opinión pública manipulada, que quiere conseguir otro tipo de finalidad.
—¿Qué le pasa por la cabeza cuando el Tribunal de Estrasburgo condena al Gobierno italiano a indemnizar a una estudiante de un instituto público con 5.000 euros, por los daños morales que supone que le ha causado la presencia de un crucifijo en su aula?
—Son cosas anecdóticas. Algo que le puede ocurrir a una persona en una circunstancia particular tampoco hay que extrapolarlo y universalizarlo de tal manera, pensando en que todas las personas del mundo estamos llenas de traumas, de resentimientos... No. Afortunadamente y gracias a Dios, sabemos defendernos muy bien los hombres y las mujeres del mundo de todas estas cosas con un poco de sentido común, de autocrítica y de formación, que es muy importante.
—En su momento, causó cierto revuelo que recibiera en el Palacio Arzobispal de Sevilla a los representantes de una asociación de gays y lesbianas. ¿Qué les dijo?
—Había habido un encuentro en una mesa redonda en la que habían participado representantes de distintos grupos. Me invitaron y estuve hablando sobre diversos temas. Después, un grupo de personas me pidió que les recibiera y lo hice. Me expusieron sus ideas y su situación. Pero una cosa es que uno reciba a las personas, hable con ellas y las escuche, y otra cosa es que uno esté de acuerdo con todo lo que estas personas pueden pensar o hacer.
—¿Le sorprendió ese ruido social y mediático?
—No. Las personas que tenemos una presencia pública tenemos que aceptar también la crítica. A lo largo de mi vida he tenido que conversar con muchas personas de distintas religiones, he visitado muchas veces las cárceles, donde he tenido que hablar con personas con las que no estoy de acuerdo en absoluto, pero que son personas a las que uno debe escuchar para que uno también transmita un poco lo que piensa.
—Muchos acusan a la Iglesia de dar la espalda a la realidad social que la rodea. ¿Encuentros como aquél sirven para acallar esas voces?
—No. Aquel encuentro fue simplemente algo muy particular de un grupo de personas de Sevilla que querían hablar con su arzobispo. Estaban perfectamente en su derecho de hacerlo. Yo les escuché con atención y ellos también estuvieron conmigo correctísimos en todo momento y me escucharon. Pero repito que una cosa es la conducta que una persona pueda seguir y otra cosa es aceptar que esa persona pueda hablar contigo.
—En cualquier caso, usted, como decía antes, ha procurado estar siempre cerca de aquéllos a los que más cuesta acercarse. Por ejemplo, los presos o los barrios marginales.
—Como todos, cuando llegamos a un cargo solemos decir: “Yo quiero ser el obispo de todos; yo quiero ser el alcalde de todos; el presidente del Gobierno de todos...”. Todos decimos eso enseguida que llegamos. Pues sí. Me propuse ser el obispo servidor de todos, muchas veces ofreciendo simplemente los oídos para que me dijeran aquello que querían decirme, porque hay personas que a lo mejor lo que necesitan es sólo alguien que les escuche y desahogarse un poco. Y no sé si puedo decir como el famoso Don Juan Tenorio: “A los castillos subí y a las cabañas bajé”. Cuando hay una persona, no hay cabaña ni hay castillo; sólo una persona que merece la pena estar a su lado.
—El año pasado pronunció en Ciudad Real una conferencia en la que hizo hincapié en la labor social que realiza la Iglesia y que muchas veces es tan desconocida. ¿Quizá ha llegado el momento de que la mano izquierda se entere de lo que hace la derecha?
—Tenemos las dos manos. Lo importante es que se entere la cabeza de cuáles son sus obligaciones. Unas veces hay que hacerlas con la mano derecha y otras efectivamente hay que hacer las cosas de forma que no se entere la otra mano, con discreción, sobre todo cuando se puede humillar a los demás. Eso es muy importante. Hay quien dice eso de “caiga quien caiga”; pero no, tenemos que procurar que no caiga nadie. Muchas veces la intolerancia tremenda o la ley rígida llevan a cometer unos errores de protocolo deshumanizado. Por eso, creo que un sentido de apertura nos viene muy bien a todos.
—En esa conferencia hizo alusión a un dato sobre el empleo que genera la Iglesia y que, sólo en Andalucía, supera con creces al volumen de trabajo de las empresas más potentes.
—Estaba hablando de la labor social de las hermandades y cofradías, y de la Iglesia en general. Recuerdo perfectamente aquella conferencia y el enorme interés por alguno de estos asuntos. Naturalmente, como es lógico, Ciudad Real tiene su propio estilo y manera de celebrar la Semana Santa y la salida de sus hermandades. Pero hay unos elementos comunes detrás de estas asociaciones de fieles, particularmente de estas hermandades y cofradías. Algunos dicen: “Bueno, y ¿qué hace la Iglesia por la sociedad?”. Pues di unos datos aunque a veces da un poco de reparo el decirlo porque parece que es presunción de si la Iglesia hace esto o lo otro. Pero bueno, hacemos lo que tenemos que hacer. Que la Iglesia dé de comer a los pobres o que subsidiariamente tenga que ayudar a los marginados es lo mínimo que debe hacer. Entonces di esos datos de aspectos sobre el número de ancianos o de niños en manos de la Iglesia, o sobre cooperación internacional. Y también hablaba de las instituciones y actividades de la Iglesia que generan muchos, muchos puestos de trabajo. Y en Andalucía, después de las administraciones públicas, la Iglesia es la “empresa”, entre comillas, que más puestos de trabajo genera.
—Recientemente se ha definido a sí mismo como “un franciscano vestido de cardenal”. Por más cargos que haya desempeñado en su vida, su vocación inicial como franciscano siempre ha pesado más.
—Son estas frases que se dicen. “¿Cómo quiere usted que le recuerden en Sevilla? Bueno, pues como un franciscano que llegó aquí vestido de cardenal”. No sólo me refería al ropaje de la púrpura, sino a todo lo que significaba la responsabilidad de actuar como un pastor en una iglesia. Y ahora, que tengo otro tipo de actividades, estoy más vinculado a mi vocación franciscana y paso muchas horas en un convento franciscano donde tengo allí mi habitación y mi lugar de trabajo, pues efectivamente veo que es una vocación que persiste. Pero esto es lógico y le ocurre a todas las personas que mantienen su primera vocación. Yo recuerdo a mi padre, que fue médico de pueblo, después se especializó y se trasladó a otro sitio. Y él decía que si volviera a nacer sería otra vez médico de pueblo, pero que se quedaría en el pueblo, que fue su primera vocación, aunque luego tuvo que estar en situaciones distintas.
—Precisamente usted empezó a estudiar Medicina.
—Era una especie de mal de familia. En mi familia, cuando un hijo nacía no se le preguntaba nunca qué iba a estudiar cuando fuera mayor. Tanto por parte de mi padre como de mi madre, los tíos, los abuelos... todos estaban dentro de esa gran comunidad que es la Medicina. Pero, como en todas las familias, siempre hay algún garbanzo negro que se desvía hacia otro lado. Mejor dicho: siempre hay alguien al que Dios tira de la mano y le pone en otro sitio.
—Ahora dedicará su tiempo, entre otras cosas, a ultimar un libro sobre San Francisco de Asís. ¿Qué visión va a ofrecer del fundador de la orden?
—Bueno, ésa era mi ilusión. Pero, como siempre, el grado de libertad que uno tiene está condicionado y hay un requerimiento para que escriba un libro sobre unos temas de actualidad, una reflexión entre filosófica y cultural de algunos de los problemas modernos con un enfoque dirigido al gran público, pero siempre para ayudar a situar algunos conceptos. Estoy trabajando en ello, pero mi ilusión es escribir un libro sobre San Francisco en el que daré rienda suelta a todo lo que puede suponer mi vocación franciscana.
—A usted le tocó vivir un momento muy duro como fue el asesinato del concejal del PP Alberto Jiménez Becerril y su esposa a manos de ETA, precisamente en las inmediaciones del Palacio Arzobispal. ¿Qué recuerdo guarda de entonces?
—Aquello no es un recuerdo. Es algo permanente y vivo. Yo tengo metido en los ojos y en el alma las escenas, las caras, todo. Les asesinaron justamente debajo del dormitorio del Palacio Arzobispal. En un primer momento no podía dar crédito a la noticia; hacía poco tiempo que había estado con ellos, con Alberto y Ascen, y me acordé de sus niños. Todo se agolpaba. También había muchas tensiones en otra región con este tema de la participación de la Iglesia en los funerales y todas estas cosas. A la alcaldesa de entonces, Soledad Becerril, le dije que estaba a su disposición para acompañarles en todo lo que hiciera falta. Después, cuando llegaron los cuerpos al Ayuntamiento, yo tenía que estar allí, recibirlos y estar con sus familias; y desde el Palacio Arzobispal hasta el Ayuntamiento, que hay muy poco trayecto, recuerdo qué caras tenía la gente y también tuve que oír algunas cosas sobre la Iglesia. No se referían a la Iglesia de Sevilla pero, al fin y al cabo, yo era el arzobispo. Y recuerdo todos los momentos y las palabras que tuve que decir, y que podría repetir de memoria, en la homilía porque fueron palabras muy meditadas, ya que tenía que decir claramente lo que pensaba en ese momento.
—Algo parecido ha tenido que afrontar recientemente junto a los padres de Marta del Castillo. Supongo que no es fácil en momentos así ofrecer palabras de consuelo.
—Es muy difícil, muy difícil. Las palabras deben ayudar a acercarnos a las personas, pero poco más. Hay que estar junto a estas personas. Por ejemplo, cuando llegué a la misa que tuvimos al principio, me vi con el padre de Marta, me abracé a él y el hombre me decía: “Mi hija, mi hija, mi hija”. Y de ahí no salió más conversación. Y ¿qué le iba a decir yo? Pues dejarlo que estuviera abrazado a mí. En esos momentos te haces partícipe de su dolor y te identificas con estas personas. Otra vez, con los padres y algún otro familiar, he recibido unas lecciones de sensatez en el dolor, de dignidad, de estar en su sitio con su hija. Son escenas y momentos que no solamente no olvidas, sino que se viven con ellos.
—Mucha gente ha lamentado la inusual rapidez con que el Papa ha aceptado su renuncia como arzobispo de Sevilla y ha criticado que no vaya a tener ningún puesto de relevancia dentro de la Iglesia. ¿Qué tiene que decir a esas personas?
—Yo había hablado con el Santo Padre hacía ya bastante tiempo. He estado 36 años como arzobispo, que son muchos años. Como decía un compañero mío de una forma un poco castiza: “36 años con la mitra puesta son muchos; y la mitra pesa”. También se puede decir que la mitra pesa pero abriga. Por otra parte, son 27 años en Sevilla. Que yo sepa, desde San Isidoro creo que he sido el arzobispo que más tiempo ha estado. Entonces, hablé con el Santo Padre, entre otras cosas, por la realidad de los 75 años de edad. Y cuando uno se jubila, lo hace no para tener puestos importantes, sino porque la edad del DNI es inexorable. Y además, en una diócesis tan grande como Sevilla, tan compleja, con gran historia, era conveniente que la transición se hiciera de la forma más llana, más normal y más adecuada. Así lo hablé con el Santo Padre, que lo entendió perfectamente. Ésta ha sido la trayectoria y nada más.
—Ahora vive usted en Madrid. No sé si sabe que por la visita de Benedicto XVI prevista para 2011 han pedido a la Hermandad del Cachorro que trasladen allí al Cristo de la Expiración. ¿Se imagina encontrarse al Cachorro por las calles de Madrid?
—Me imagino encontrármelo en las calles de Madrid. Alguno ya ha dicho una cosa yo creo que exagerada. Pero bueno, el Cachorro está en Sevilla y con mucho gusto iré a verle todas las veces que pueda. De todas formas, la elección de la imagen en esa circunstancia creo que, en primer lugar, es un honor para la hermandad. Hablé con el hermano mayor y está con el arzobispo estudiando la respuesta que tienen que dar. Me manifestó el cardenal Rouco de forma personal, y después también por escrito, que él tiene mucho interés en este tema.
—De momento, la hermandad está dividida entre quienes consideran un riesgo innecesario ese traslado de la imagen y quienes no ven problema alguno. ¿Usted qué haría?
—Esto está dentro de la forma de hacer de las hermandades. Los técnicos son los que tienen que decir el grado de riesgo que esto puede suponer. Y cuando hay un riesgo, hay que ver la fórmula de evitarlo pero también hay que ver lo que tiene de positivo la presencia del Cachorro en Madrid.
—En Alcázar de San Juan, desde hace varios años existe un convento de las Hermanas de la Cruz, que tan cerca han estado de usted en los últimos 27 años. ¿Aprovechará para visitarlo?
—Por supuesto, si tengo ocasión con muchísimo gusto iré porque les tengo un enorme afecto a las Hermanas de la Cruz.
—¿Es posible que le escuchemos pronto en la radio como tertuliano?
—¡Ustedes están al tanto de todo! Me propusieron que teníamos que hablar sobre este tema, pero lo estoy madurando porque en este tiempo yo tengo quizá otras perspectivas y otros compromisos. Pero no se descarta que haga también algún escarceo por la radio.
sábado, 5 de diciembre de 2009
LA POLÉMICA VUELVE A SAN ESTEBAN
En primer lugar, y contra algunos de los comentarios que han podido leerse en determinados foros durante estos días, hay que alegrarse de que una gran formación musical, como es la de La Redención, vaya a tocar tras otro paso de misterio en la Semana Santa; y ya van tres, sin contar las vísperas. En los últimos años parece que esta agrupación está de moda, y eso es una buena noticia.
Ahora bien, al margen de gustos sobre ‘folclorismos’ y ‘flamenqueos’, nadie podrá negar que la Agrupación Musical Virgen de los Reyes es una de las bandas de mayor calidad interpretativa, y que su presencia tras el Cristo de la Ventana, cofradía de la que sus músicos son hermanos honorarios, era una de las señas de identidad de la Semana Santa.
Y tras la noticia, como era de esperar, llega la polémica. Muchos hermanos empiezan a mostrar su disconformidad con una decisión que, a todas luces, se antoja innecesaria y caprichosa. Es cierto que cambios de banda en las cofradías se dan todos los años y no pasa nada. En la misma Hermandad de San Esteban, este año se cambió en el palio a la Filarmónica de Pilas por la Banda de Música de Las Cigarreras y apenas se oyó queja alguna. Pero la Agrupación Virgen de los Reyes y San Esteban conformaban una institución en sí misma, una unión perfecta que ahora, por causas que de momento no se han dado a conocer, se ha roto.
Hay quien habla de malas relaciones entre las partes; otros culpan a los Ariza, los capataces de la cofradía desde 2007; algunos dicen que el contrato con la Redención, que de momento es por un solo año, es el primer paso para que en 2011 San Esteban lleve cornetas y tambores, y apuntan incluso a la Centuria Macarena, que, años ha, ya acompañó al misterio. Y los más señalan directamente a Jesús Creagh, máximo responsable actual de la hermandad, escogido por el Arzobispado para recuperar la paz perdida durante el mandato de Carlos García Guisado, quien fuera, por cierto, el responsable del cambio de capataces.
Y es precisamente por ello, por ser Creagh una persona colocada a dedo, por lo que me pregunto cómo va a volver la normalidad a San Esteban si toma decisiones tan polémicas quien no ha sido escogido por los hermanos. Dicho de otra manera: si García Guisado, hermano mayor votado democráticamente por la cofradía, generó broncas monumentales con la sustitución de los capataces; ¿qué peleas internas no va a ocasionar el despido de una banda muy querida en la Puerta Carmona, decidido por alguien que no se ha presentado a unas elecciones? ¿Así volverá la tranquilidad? Por este camino, lo veo realmente difícil.