jueves, 31 de marzo de 2016

DOMINGO DE RAMOS 2016: DEL TEMOR AL CIEN, A LA GLORIA DEL CERO

Ya lo venimos comentando. Vivimos obsesionados con predicciones y porcentajes. Desde que en agosto, mes de escasas noticias, hay quien se pone ya a publicar las cabañuelas, tan precisas como el dolor de una vieja cicatriz, hasta el mismo día de una salida procesional, todos son porcentajes, evoluciones de nubes y división de una jornada en tramos horarios de probabilidades…
Y así llegamos a un Domingo de Ramos del que se decía que iba a llover hasta con un cien por cien de probabilidad. Catástrofe. No iba a salir ni una cofradía porque las inclemencias (siempre son inclemencias) del tiempo lo iban a impedir. Por cierto, ¿tanto les cuesta a mis compañeros periodistas y a mis no compañeros aficionados (los que nunca han puesto un pie en la facultad) entender que meteorología y climatología no son palabras sinónimas? Parece difícil de entender, pero no pierdo la esperanza y mucho menos la fe.
Mucha fe hacía falta, atendiendo a las predicciones de días anteriores, para llegar a imaginar que viviríamos un Domingo de Ramos tan esplendoroso como resultó ser éste de 2016. Y eso que la cosa empezó con suspense, o como dirían los aficionados al ‘periodismo’ twittero, con “tensa espera” (siempre es tensa).
En el Porvenir, a la una de la tarde, hora prevista para la salida de la Hermandad de la Paz, no había ni de lejos la gran cantidad de gente que habitualmente, en un año sin paranoia meteorológica, se concentra para ver la primera salida. Se confía muchísimo en los partes. Es más, llegaron a caer algunas gotas sobre los presentes, muchos de los cuales abrían y cerraban los paraguas que por supuesto llevaban consigo, para evitar una llovizna que no llegó ni siquiera a ser tal. Pero ya sabemos lo que gusta un drama y lo que gusta abrir los paraguas ante un templo en Semana Santa por cuatro gotas que en cualquier otro momento del año no nos harían ni pestañear.


Pasaba el tiempo. Un cuarto de hora, media, tres cuartos y, por fin, con el cielo prácticamente despejado, el hermano mayor de la Paz, Santiago Arenado, anunciaba que la cofradía iba a realizar su estación de penitencia cumpliendo a rajatabla sus horarios en Carrera Oficial. Lo que, traducido al román paladino, significaba que la cofradía iba a correr como si no hubiera un mañana.
Dicho y hecho. Los caballos del Escuadrón de Clarines de la propia hermandad, que poco antes de la salida habían tomado la calle Río de la Plata y aprovechado para perfumar el asfalto… como un caballo sabe hacerlo, se pusieron en marcha y, con más de una hora de retraso sobre el horario previsto, la cruz de guía salió de la Parroquia de San Sebastián y el barrio comenzó a inundarse de nazarenos blancos.



Estaba avisado; la cofradía iba a correr. Apenas quince minutos después de la salida de la cruz de guía ya asomaba por la puerta el paso de misterio de Nuestro Padre Jesús de la Victoria, vestido este año con túnica burdeos sin bordar.
Antonio Santiago fue guiando a los costaleros hasta la calle y no se detuvo para la habitual saeta bajo el balcón de la casa hermandad. Sólo se paró un momento, ya entrado el misterio en la calle Río de la Plata, y sólo entonces, cuando se levantó y avanzó con celeridad hacia la calle Brasil, la Agrupación Musical Nuestra Señora de la Encarnación tocó la marcha “Nuestro Padre Jesús de la Victoria”, entre los aplausos de los presentes.


















En poco más de tres cuartos de hora la cofradía entera se puso en la calle, ya que los nazarenos del amplio cortejo del paso de palio tardaron mucho menos de lo que es normal en abandonar San Sebastián para incorporarse a la cofradía.
Detrás, el blanquísimo palio de la Virgen de la Paz, que el próximo 1 de octubre será coronada canónicamente. Completada la salida tras atravesar el arco del templo, la dolorosa comenzó a andar rapidísimo, sin pararse y sin aguantar el paso ni siquiera ante la petalada que cayó desde el edificio de la esquina de Río de la Plata.
La Banda de Música Santa Ana de Dos Hermanas recibió a la Paz, tras el Himno Nacional, con su marcha, “Virgen de la Paz”, muy interpretada esta Semana Santa, y con ella se fue en dirección al Parque de María Luisa corriendo para tratar de recuperar la hora larga de retraso en la salida. Sólo evitando el paso de la cofradía por el Arenal lo pudo cumplir, recorriendo entera la Avenida de la Constitución desde la Puerta de Jerez hasta Plaza Nueva.












Lo cierto es que si la Paz pudo evitar el Arenal por la Avenida fue porque la Hermandad del Amor apostó sobre seguro y decidió que la Borriquita saldría de noche junto al Cristo del Amor y la Virgen del Socorro. Podría haber salido a su hora la primera parte de la cofradía, pero ante tan elevadísimos porcentajes de lluvia, ¿quién se iba a arriesgar?
Pues se arriesgaron todas las demás. Por ejemplo, la Hermandad de Jesús Despojado, que aunque salió más tarde, como casi todas las cofradías del día, realizó una brillante estación de penitencia. Por la Puerta de Triana, saliendo desde Zaragoza para acceder a la calle San Pablo, la primera mitad del cortejo iba a un ritmo no demasiado rápido. La dificultad de la salida del paso de palio hizo a la hermandad bajar un poco la velocidad para no dejarlo descolgado.
El paso de misterio, adornado con muchísimo gusto con rosas malvas y estátice, venía andando muy bien con el acompañamiento de la Agrupación Musical Virgen de los Reyes, felizmente recuperada tras Jesús Despojado hace ya doce años.
El Señor vestía túnica blanca, desafiando esa guasa que se dio hace algunos años que indicaba que cada vez que viste de ese color llueve. El giro de Zaragoza a San Pablo que realizó el misterio fue uno de esos enormes momentos que el Domingo de Ramos que decían que no íbamos a vivir regaló a los cofrades. La agrupación enlazó las marchas “Judería sevillana” y “Caminando va por tientos” en una lenta revirá que terminó con el paso rompiendo de frente hacia la Magdalena.






















Con más rapidez discurrió por esta zona el paso de palio de la Virgen de los Dolores y Misericordia, con un exorno floral compuesto fundamentalmente a base de rosas de color rosa de diferentes tamaños.
La Banda Municipal del Liceo de Moguer, gran acierto de la cofradía, que decidió confiar en esta formación hace ya varios años, interpretó por la Puerta de Triana para la Virgen a la que San Juan acompaña en el lado contrario al habitual la marcha “Soledad franciscana”.















Con el Domingo de Ramos a pleno rendimiento, a excepción de la Borriquita, que esperaba a la noche, la primera hermandad en pasar por el cruce de Laraña y Orfila, uno de los puntos vigilados expresamente en el plan de seguridad del Cecop para este año, fue la Cena.
Antes de llegar al cruce, se pudo contemplar a lo lejos la entrada en Campana de Jesús Despojado, que estrenó la Carrera Oficial. Pero los nazarenos blancos de la Cena requirieron inmediatamente toda la atención y, sobre todo, el paso de misterio, que regaló una lenta revirá a los sones de las diferentes marchas interpretadas por la Banda de Cornetas y Tambores de las Cigarreras.
En el paso se pudieron ver como novedad las jarras de los costeros, talladas por Álvaro Berrocal González, en color caoba, a diferencia de las que llevaba hasta ahora, que eran doradas y que pertenecen al paso de la Virgen de la Encarnación, titular gloriosa de la hermandad.
Tras el giro y quedar detenido en la calle Orfila, el paso de la Sagrada Cena continuó hacia la Capilla de San Andrés, sede la Hermandad de los Panaderos, con la marcha “El Prendimiento”.























Enseguida llegó el segundo paso, el del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia, en el que el Señor espera el momento de su crucifixión sentado en una peña. La Escolanía María Auxiliadora antecedía con sus cánticos a este paso, que presentaba un adorno a base de lirios morados y cardos en jarras y friso, así como una llamativa y colorida variedad de flores en el monte rocoso.
Discretamente, sin prisa y sin pausa, el Cristo de la Humildad y Paciencia, que en 2015 presidió el Vía Crucis de las Cofradías, siguió su camino para dejar paso a la Virgen del Subterráneo, que se veía ya a la altura de Bellas Artes.






















La Virgen del Subterráneo ha podido verse en la calle este año con un rosario perteneciente al Papa Francisco. Además, en su cortejo figuró una representación de la Hermandad de la Exaltación, debido a los lazos que el prolongadísimo cierre de Santa Catalina está generando entre ambas corporaciones.
Con sus clásicos claveles rosas como único exorno floral, la dolorosa de Juan de Astorga discurrió a los inconfundibles sones de la Banda de Música del Maestro Tejera, que en el giro de Laraña a Orfila interpretó “Como tú ninguna”, el último gran éxito compositivo que desde el año pasado no falta prácticamente en el repertorio de ninguna banda.
















Detrás de la Cena, dejando el hueco correspondiente en Carrera Oficial a la Hiniesta, venía la Hermandad de San Roque. Las plazas Jerónimo de Córdoba y Ponce de León estaban llenas de gente para ver el discurrir de esta cofradía cuyo primer paso presentaba uno de los principales estrenos musicales del año, ya que la Centuria Macarena ha sido sustituida tras Nuestro Padre Jesús de las Penas después de más de cinco décadas por la joven Banda de Cornetas y Tambores Esencia.
Sones clásicos igualmente, pero ahora a cargo de una formación que en pocos años ha conseguido hacerse un importante hueco en la Semana Santa sevillana, acompañando curiosamente al mismo número de pasos que la Centuria, ya que a San Roque hay que sumar el paso del Cristo de las Siete Palabras, primera hermandad que confió en esta banda.
Por lo demás, la nueva junta de gobierno de San Roque, encabezada por su hermano mayor, Alfonso Medina, decidió que los cuatro años de su mandato el Señor de las Penas iba a salir a las calles con túnica lisa, por lo que así ha podido verse en su primer Domingo de Ramos.


























Detrás, y estrenando también acompañamiento musical con la Banda de la Cruz Roja, venía la Virgen de Gracia y Esperanza. Si el paso del Señor estaba adornado con un clásico exorno a base de claveles rojos, el palio contó con la misma flor, pero en color blanco.
A la altura del monumento al recordado cantaor y saetero Peregil, el paso de palio se detuvo y recibió la ofrenda de un ramo de flores, así como una saeta. Acto seguido, la dolorosa siguió su camino con la marcha “Cristo de la Presentación”.



























Prueba de la seguridad meteorológica en que había quedado el temido cien por cien de probabilidad de lluvia anunciado, y que se quedó en la lluvia caída a primerísima hora de la mañana, fue la salida de la Amargura, hermandad que tradicionalmente opta por quedarse en casa ante el mínimo riesgo.
Por Conde de Torrejón, los blancos nazarenos con la cruz de Malta en el pecho caminaban con un orden y compostura siempre dignos de elogio. Al fondo, girando desde Feria, apareció como el enorme barco que es el paso de misterio de Nuestro Padre Jesús del Silencio en el Desprecio de Herodes.
Vestido con la túnica rocalla, como en el besamanos del fin de semana anterior, el Señor del Silencio avanzaba poderoso mientras se negaba a responder a las provocaciones de un singular rey Herodes, incapaz de identificar la grandeza de quien tenía delante. Siempre de frente, sin concesiones, el misterio ganaba metros mientras la inseparable Banda de Cornetas y Tambores de las Tres Caídas interpretaba la marcha “Cristo de la Sangre”.










Al igual que en San Roque, claveles rojos para el Cristo y blancos para la dolorosa, tras la que sonó su marcha, “Amarguras”, en el giro de Feria a Conde de Torrejón a cargo de la Banda de Música Nuestra Señora del Águila, de Alcalá de Guadaíra.
Poco antes de la confluencia con Alberto Lista, el paso de palio se detuvo, para disfrute de los que se encontraban en esa zona, que pudieron contemplar con detalle no sólo a las grandes imágenes de la Virgen de la Amargura y San Juan Evangelista, sino también el prodigioso bordado realizado por Juan Manuel Rodríguez Ojeda, quien los ejecutó para sustituir a unos anteriores de su propio taller, que actualmente cobija cada Martes Santo a la jerezana Virgen del Desconsuelo. Ganó Jerez, pero también ganó Sevilla con el maravilloso conjunto del paso de palio de la Amargura, que siguió hacia la Alameda con la marcha “Macarena”, de Emilio Cebrián.












Avanzadísimo ya el Domingo de Ramos, aún Jesús no había realizado su triunfal entrada en Jerusalén. La Hermandad del Amor, caída por completo ya la noche, y más en una Semana Santa previa al cambio de hora, ponía solución a esta ausencia sacando a las calles un larguísimo cortejo de tres pasos, como ya ocurriera en 2000 y 2012, y como por supuesto ocurría antes de 1970.
La Banda de Cornetas y Tambores Sagrada Columna y Azotes, la juvenil de las Cigarreras, abría a deshora este cortejo protagonizado por una enorme cantidad de pequeños nazarenos de túnica blanca con la cruz de Santiago en el antifaz.



Se hizo esperar, ante tanto nazarenito de menos de catorce años de edad, el paso de misterio conocido por todos como el de la Borriquita, que este año venía exornado con rosas, manteniendo el tradicional, sea la flor que sea, color rosa.
En la calle Javier Lasso de la Vega, el paso se detuvo ante un portal donde, como señaló a los costaleros el capataz, se encontraba la familia de Manuel Tristán, que “lo dio todo por la hermandad”. A él y a su familia se dedicó la levantá, tras la que el paso se encaminó hacia la Carrera Oficial a los sones de “Soledad de San Pablo”, por parte de la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Sol, cuyos miembros no llevaban sus características plumas blancas, como sucede siempre que hay un cierto riesgo de lluvia.














El blanco pasó a negro con el cortejo de la segunda parte de la cofradía. El Cristo del Amor, entre claveles rojos y en completo silencio, puso el contrapunto a la algarabía del primer paso. El magnífico crucificado de Juan de Mesa, que sigue necesitado de una restauración de la que nadie habla, se detuvo en el mismo punto que el paso de la Entrada en Jerusalén, donde recibió una saeta desde un balcón, para continuar después seguido por un gran número de penitentes con cruces.
















Finalmente, cerrando el amplio cortejo llegado desde la Iglesia del Salvador, el paso de palio de la Virgen del Socorro. En este caso, la restauración pendiente es la del manto, una gran obra en un gran paso de palio que quizá, por ser el último paso de una larga jornada inaugural de la Semana Santa, pase para muchos algo desapercibido. Ellos se lo pierden.
Con la marcha “Virgen de los Estudiantes” por parte de la Banda de Música María Santísima de la Victoria, de las Cigarreras, la Virgen del Socorro dejó expedita hasta el Lunes Santo la calle Javier Lasso de la Vega, camino de la Plaza del Duque.













Un paso corriendo. Eso es lo que vieron quienes estaban en la calle Adriano con la Hermandad de la Estrella y, en concreto, con el paso de misterio de Nuestro Padre Jesús de las Penas. Al menos, en la parte de la calle que va entre la capilla del Baratillo y el Paseo de Colón.
Las prisas obedecían al anuncio de lluvia inminente. Sorprende, en cualquier caso, que el misterio se volviera ante el Baratillo, con sus movimientos coreográficos habituales y su sucesión de marchas (la última, “A la Triana costalera”), para después ponerse literalmente a correr, con los agentes de la Guardia Civil de escolta empujando y apartando gente de malos modos como si estuviera cayendo un intenso aguacero que ni caía ni cayó.
¿Qué se puede decir, por tanto, del misterio de la Estrella en este punto de la crónica? Pues eso, que es un paso que cuando quiere, corre la mar de bien. La nota positiva fue el novedoso exorno del monte, a base de corcho y flores silvestres, como en tiempos pasados.







Tampoco iba despacio el paso de palio de la Virgen de la Estrella, que pasó con rapidez por la zona del Arco del Postigo. Se estrenaban los seis ciriales que antecedían a la dolorosa. Aunque, si a esas velocidades apenas da tiempo a observar el rostro de la Virgen, cualquiera se para a mirar los ciriales.
La Banda de la Oliva de Salteras interpretó “Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono” tras la Virgen de la Estrella, que siguió a gran velocidad por la calle Arfe hacia el Baratillo.














Completaba el Domingo de Ramos la Hermandad de la Hiniesta, que supuso la vuelta a la tranquilidad, al menos antes de la levísima llovizna que iba a caer sobre cada uno de los pasos cuando más cerca estaban de la Parroquia de San Julián.
En el caso del paso del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, fue una auténtica delicia contemplar la lenta revirá que dio de la calle Juzgado a la Plaza de Moravia, a los sones de la Agrupación Musical Santa María Magdalena de Arahal, un clásico entre los clásicos.
Con mucho mimo, el paso fue moviéndose hasta romper de frente una vez completado el giro. Aún hubo tiempo para disfrutar algo más con composiciones de siempre, como “Alma de Dios”, hasta que comenzaron a caer algunas gotas y el paso empezó a avanzar con rapidez entre los aplausos de los presentes con la marcha “Cristo de San Julián”.
Con el Cristo ya ante la puerta de la parroquia, un hombre se puso a cantar una saeta desde un balcón. El crucificado de Castillo Lastrucci fue bajando en el cajillo y, sin esperar al fin de la saeta, se produjo la entrada en el templo, tras la que la agrupación musical tocó el Himno Nacional.
Las pocas gotas que cayeron y que asustaron a la cofradía lograron robar algo del siempre emocionante regreso a casa del Cristo de la Buena Muerte, pero lo que se pudo disfrutar mereció la pena.
























Pasada la inquietud, la cofradía recuperó un ritmo más calmado, aunque no tardó en aparecer el paso de palio de la Virgen de la Hiniesta, que en octubre protagonizó una salida extraordinaria de muchas horas en la calle (ver).
Por la calle Lira venía sonando la marcha “Rocío”, a cargo de la Banda de Música del Carmen de Salteras. Sin embargo, la composición fue interrumpida al detenerse el paso. A continuación, realizó el giro de Lira a Juzgado con “Hiniesta”, tras la que en la misma calle Juzgado se cantó una saeta.
Por Moravia, al paso de palio, adornado en su totalidad con claveles blancos, la banda le interpretó otras dos marchas propias de la hermandad, como “Madre Hiniesta” e “Hiniesta Coronada”. Sin embargo, se repitió casi de manera exacta lo ocurrido con el Cristo, y cuando la Virgen de la Hiniesta, con un bellísimo tocado, giraba en la esquina de Duque Cornejo, comenzaron de nuevo a caer algunas gotas que hicieron acelerar hasta la puerta de San Julián.
La banda pudo completar la partitura de la marcha “Nuestra Señora de la Hiniesta” antes de que los Ariza guiaran a los costaleros en la difícil entrada por la puerta ojival. Entre aplausos y con el Himno Nacional, la Hiniesta completó felizmente su estación de penitencia.





























Lo dijo el propio hermano mayor de la Hiniesta, José Antonio Romero, una vez dentro del templo. No había sido un Domingo de Ramos fácil por la incertidumbre meteorológica (que no climatológica), pero finalmente todo salió casi como estaba previsto. 
Del temor a ese cien por cien de probabilidades de lluvia que se había llegado a pronosticar los días anteriores, se pasó al cero: cero cofradías suspendiendo sus salidas, cero cofradías teniendo que dar la vuelta, cero cofradías buscando refugio en mitad del itinerario. La Borriquita nos salió trasnochadora, pero por lo demás, un Domingo de Ramos de libro prácticamente inesperado.