El cortejo se puso en camino. La cruz de guía, la que reproduce la antigua cruz de cerrajería de la plaza de los Carros que hoy se sitúa en el altar junto a la Soledad, llegó a recorrer la calle Carlos Cañal hasta Zaragoza. Detrás de ella, varias insignias de la cofradía del Viernes Santo y las representaciones de las hermandades del barrio y de la Hermandad del Amor de San Juan de Aznalfarache, que cedió el paso.
Comenzaron a caer unas gotas y el cortejo seguía. Las gotas se convirtieron en minúscula llovizna y el cortejo seguía. A uno de los integrantes de una representación se le escapó decir "esto no tiene sentido" al ver que los hermanos de la Soledad no parecían querer darse por enterados de que la minúscula llovizna empezaba a ser lluvia.
Cuando el estandarte asomaba ya por el dintel de San Buenaventura, se hizo evidente que lo más lógico era regresar al templo. Y aquí empezó la incertidumbre de quienes se encontraban en la calle preguntándose si lo volverían a intentar más tarde. No había retransmisión radiofónica alguna dispuesta a informar puntualmente de las decisiones de la junta de gobierno ni de las previsiones meteorológicas.
Entre el público que esperaba junto al convento, además del hombre del momento, Juan Pedro Recio, que ha conseguido en unos pocos meses llegar a la segunda edición con su libro "Las cofradías de Sevilla en la II República", se encontraba el periodista de El Correo de Andalucía Pepe Gómez Palas, que trató de abrirse paso entre la bulla para acceder al templo y recoger la información.
Los costaleros indicaban que no se sabía nada, pero daban por hecho que saldrían quizá una hora más tarde. Las puertas permanecían abiertas y la gente se empeñaba en entrar sin dejar salir. Todos querían, por si acaso no salía, contemplar al Cristo que talló Cerquera hace tres cuartos de siglo en ese bellísimo paso que, decían algunos, parecía hecho expresamente para él.
Pasaban los minutos y el cielo, poco a poco, se veía más limpio. Había un cierto optimismo en el ambiente, pero rápidamente desapareció cuando los estandartes de las hermandades invitadas fueron abandonando el convento, como instantes después hicieron el presidente del Consejo, Adolfo Arenas, y el delegado diocesano de hermandades, Manuel Soria.
Hubo lágrimas entre los hermanos por lo que no pudo ser, después de pelearlo tanto. Atrás quedaban las emocionadas palabras del hermano mayor, José Félix Romero, pronunciadas al término de la misa previa a la frustrada salida, cuando todo parecía seguro. En aquel momento se acordó de todos los hermanos, de los mayores y de los más jóvenes, que son los que impulsaron la idea de sacar al Cristo en un paso para cumplir con su vía crucis anual, el que la hermandad celebra todos los primeros sábados de Cuaresma.
Romero también dejó claro que la pelota sobre lo que suceda en un futuro con el Cristo y el Viernes Santo está en el tejado de la comunidad franciscana. "Ni el Cristo de la Salvación ni nosotros vamos a forzar nada; la comunidad marca los tiempos", dijo. Y concluyó entregando al hermano mayor del Amor de San Juan de Aznalfarache un cuadro en agradecimiento a la cesión del paso. Quizá para la cofradía aljarafeña también supuso una gran decepción no poder ver su espléndido paso, del taller de Guzmán Bejarano, por el Arenal, los alrededores de la Catedral y la Magdalena.
No pudo ser. Pero pudo haber sido, dado que no llovió más el resto de la tarde, de forma que la vecina Hermandad del Baratillo celebró con normalidad el traslado de la Virgen de la Piedad y el Cristo de la Misericordia a la Iglesia de San Jorge en el Hospital de la Caridad, como también se trasladaron las imágenes de la Hermandad de la Estrella a Santa Ana y Monte-Sión llevó a cabo su vía crucis con el Cristo de la Salud. Sin embargo, otro Cristo de idéntica advocación, el de la Hermandad de la Carretería, se quedó en su capilla sin realizar su traslado a la Parroquia del Sagrario.
Fue, como en tantas jornadas de la Semana Santa, un día de incertidumbres en el que, como suele pasar, ante las mismas predicciones meteorológicas unas cofradías deciden una cosa y otras la contraria. La peor parte, sin duda, fue para esos ilusionados hermanos de San Buenaventura, que tuvieron que conformarse con el besapié celebrado el domingo en medio de un inevitable ambiente de frustración. Otra vez será y, a ser posible, antes de que pasen 75 años más...
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