No faltó la colaboración de la Hermandad de Pasión, cuyo hermano mayor, Javier Criado, acompañó durante gran parte del trayecto al sencillo cortejo, que contó como acompañamiento musical con los cánticos de las propias monjas y de un grupo de niñas. La cofradía del Jueves Santo cedió además los ciriales, mientras que las andas estaban iluminadas con los antiguos candelabros del paso de palio de la Virgen de la Merced, que actualmente forman parte del paso de la Virgen de los Reyes de la Hermandad de los Sastres.
La Virgen, vestida con prendas de tonos claros entre las que destacaba un escapulario con flores de colores bordadas y el escudo de la orden de la Merced, recorrió las calles de su barrio e hizo estación en el Convento de las Salesas, la Parroquia de San Nicolás, el Convento de Madre de Dios y la Parroquia de San Bartolomé, donde llegó a entrar. La última de las estaciones se rezó en su propio templo.
La dolorosa, de autor anónimo y datada alrededor del año 1800, fue titular de la Hermandad de Pasión entre 1842, cuando fue donada por un grupo de hermanos, y 1966, en que se estrenó la actual talla realizada por Sebastián Santos Rojas.
Dicen que los hermanos más antiguos de la cofradía recuerdan todavía con nostalgia a esta dolorosa que hoy recibe el cariño de las hermanas Mercedarias. Ayer pudieron reencontrarse con Ella por las calles. Los más jóvenes, sin embargo, tuvimos la oportunidad de contemplar por vez primera una bellísima talla que, afortunadamente, no salió de Sevilla tras su sustitución, como por desgracia sí ha ocurrido con otras imágenes, tanto en el pasado como en tiempos más recientes.
Si la iniciativa del rosario vespertino se convierte en culto público anual, habrá que estar ahí, año tras año, para devolverle a esta singular representación de la Madre de Dios la devoción que un día tuvo y que ahora le debemos.
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