sábado, 30 de abril de 2011

LUNES SANTO 2011: UN LUNES COMO LOS DE ANTES

Empezó el Lunes Santo de la peor manera: con la primera ausencia. Los meteorólogos se han equivocado poco esta Semana Santa, pero no siempre sus predicciones se han cumplido al pie de la letra. La Hermandad del Polígono de San Pablo se quedó sin salir por unas altas probabilidades de lluvia que después no se cumplieron. Mucho pesó, seguro, la metedura de pata de 2010, cuando todo apuntaba a la suspensión de la estación de penitencia como la única opción inteligente y, sin embargo, la cofradía se echó a la calle y recibió un intenso y larguísimo chaparrón desde San Benito hasta el Salvador. Sin esa experiencia previa, muy probablemente el Polígono habría salido este año. “Hemos pagado con creces lo del año pasado”, comentaba horas más tarde, mientras veía pasar el misterio del Beso de Judas, un costalero de la cofradía que debía haber inaugurado la segunda jornada de la Semana Santa.


Pero el día, el único al que le afectó la lluvia el año pasado, se arregló. Y con el Polígono fuera de juego, el Lunes Santo fue como los de antes, con las ocho cofradías que entre 1959 y 2007 integraron la nómina de la jornada realizando con absoluta normalidad sus estaciones de penitencia.
Santa Genoveva fue la única hermandad que vivió momentos de incertidumbre en su salida. Muchos parecían revivir la amarga situación del año anterior, en que la cruz de guía se vio obligada a volver a casa cuando ya se encontraba en el Parque. Esta vez hubo suerte y, aunque con una hora de retraso, la cofradía del Tiro de Línea se puso en camino. El paso del Cautivo sorprendió con un exorno floral conformado por un monte de claveles de tonos magentas y un friso más ancho de lo habitual con flores moradas, entre las que se encontraban jacintos, la flor del año. Para paliar el retraso en la salida, la hermandad evitó pasar por el barrio del Arenal, con lo que llegó a Plaza Nueva directamente por la Avenida.



En San Gonzalo se desquitaron, y de qué manera, tras el disgusto de 2010. Los nazarenos blancos llenaron felizmente la calle San Jacinto, a pesar del indescriptible caminito marcado por la Policía Local, que unió los diferentes contenedores de la calle con el propio cordón policial. Cuanto menos, extraño.


Lo importante, no obstante, era que el Soberano Poder ante Caifás estaba de nuevo, dos años después, por las calles. A esas horas, cuando las nubes se apartaban un poco, el sol pegaba con fuerza sobre las cabezas de las miles de personas que seguían a la hermandad y de las que la esperaban a las puertas de la Capilla de la Estrella.



A unos mil nazarenos de distancia se situó la Virgen de la Salud, con su palio adornado con calas blancas, la otra flor del año. Presentaba como novedad los candelabros de cola, obra, como las últimas creaciones de este paso, de Orfebrería Triana.


Por cierto, cuando el paso llegó a la clínica Infanta Luisa se comprobó cómo la arquitectura moderna está reñida con las tradiciones. Las enfermeras se las vieron y se las desearon para lanzar los pétalos que habían preparado sobre el palio, debido a los inmóviles cristales de tipo persiana con que se ha cubierto la fachada de la clínica tras su remodelación.


Y en Santa Marta, la sorpresa. Nadie podía imaginar a estas alturas otra flor para adornar el misterio del Traslado al Sepulcro que el lirio; y sin embargo, la hermandad probó con los jacintos, por supuesto morados, y acertó plenamente. Lo que no faltó, claro está, fue la rosa roja justo debajo de la mano que muestra la Magdalena a los ciudadanos que ven pasar a la cofradía. Teatralidad con el sello Ortega Bru en estado puro. Lástima que Santa Marta, que tiene un horario de lo más cómodo, se empeñe en realizar su estación de penitencia como si de una contrarreloj se tratara. Es visto y no visto. Y eso que tiempo tienen de sobra para recrearse, sobre todo en el camino de vuelta.


Fue un cambio por este año, pero habría que plantearse si no se ha descubierto, así por casualidad, uno de los itinerarios más bellos de la Semana Santa. El paso del Beso de Judas se aprecia mejor en la distancia. Por eso, la amplitud de la Plaza del Triunfo, la Plaza de la Contratación, la calle San Fernando (a pesar de las catenarias) o los propios Jardines de Murillo, donde cuadrilla y banda dieron lo mejor de sí mismos, es una opción preferible a la estrechez de Francos, Chapineros y Álvarez Quintero. Habrá que felicitar, por tanto, al responsable de la idea. Y, además, el rodeo no supuso entrar más tarde de lo previsto, como pensaban aquéllos que llegaron a vaticinar un cisma similar al de San Esteban tras el experimento de 2006.


Cuando la Virgen del Rocío estaba a punto de entrar en los Jardines cayeron algunas gotas sin importancia, pero que evidenciaban que el cero por ciento del Domingo de Ramos no se volvería a dar en toda la semana.


El clasicismo de la jornada lo impusieron fundamentalmente dos hermandades: la Vera-Cruz y las Penas, que prácticamente son una sola desde la Campana hasta la zona del Duque, ya de vuelta. Dos cosas destacaron sobre las demás en estas cofradías. Por un lado, la disposición del tocado de la Virgen de las Tristezas, que dejaba al descubierto parte del pelo de la imagen, y por otro, el techo de palio de la Virgen de los Dolores, pasado a nuevo terciopelo en el taller de Elena Caro, que también ha limpiado cada una de sus piezas. Ahora habrá que hacer lo propio con las bambalinas.



La Hermandad de las Aguas, por su parte, presentó por fin completamente dorado el paso de misterio, después de un importante esfuerzo de varios años que ha dado como resultado un más que destacable conjunto que en poco o en nada recuerda al discreto paso utilizado hasta hace ya unos cuantos Lunes Santos.


En lo que respecta al palio, no se pueden negar los efectos de la restauración de la Virgen de Guadalupe practicada en los últimos meses por su autor, Luis Álvarez Duarte, que ha aclarado considerablemente la encarnadura de la imagen. La dolorosa, por cierto, recibió una importante petalada en la calle Dos de Mayo, momentos antes de entrar en su capilla.


Y para terminar, el Museo. ¿Quién dijo que el Martes Santo no salieron cofradías? A las 4,07 horas de la madrugada del martes entraba en su capilla la Virgen de las Aguas. Nadie tenía prisa, ni sueño, ni cansancio. Porque pocas experiencias son tan edificantes a lo largo de la Semana Santa como, una vez completada nuestra particular nómina de la jornada, seguir con calma, con la misma cadencia con la que se mueve el Cristo de la Expiración, a los dos pasos de esta cofradía por una apagada calle Alfonso XII (aunque demasiada rapidez en encenderla se dio el Ayuntamiento en cuanto el palio pisó el primer adoquín de la plaza). Las más valiosas piezas escapadas del Museo vuelven a él en plena noche, tras haber convertido las calles de Sevilla en lienzo sobre el que ha quedado plasmada la mejor escena que pintar se pueda. Con esta hermandad hay que estar hasta el final, hasta que las últimas notas de la marcha dedicada a la dolorosa dejan paso al himno y las puertas de la capilla se cierran.



Son más de las cuatro. ¿Buscamos ya sitio en el Cerro?

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