Una noche de Martes Santo en que la Bofetá volvía de regreso por la plaza del Duque, una madre se afanaba en hacer comprender a su hijo pequeño quién era y qué hacía cada uno de los personajes del misterio, qué momento de la Pasión de Cristo era el que los cofrades de San Lorenzo estaban mostrándole a Sevilla, por qué el paso tenía ese nombre por el que se le conoce popularmente, qué palabras había pronunciado Jesús para que Malco considerase que merecía esa violenta respuesta…
Tantas explicaciones y tan buenas estaba recibiendo aquel niño, que un hombre que contemplaba también el paso de la cofradía por la zona no pudo evitar felicitar sinceramente a la madre. “Ojalá todas las madres se preocuparan tanto por enseñar a sus hijos”, llegó a decirle. La mujer, ruborizada y se diría que incluso sorprendida por lo que para ella no era sino una lógica transmisión de conocimientos de madre a hijo, sólo atinó a decir “gracias”.
Siempre se ha dicho que las cofradías ejercen en la calle de auténtica catequesis móvil; que muchos niños entienden los diferentes momentos de la Pasión a través de las escenas que se observan en los pasos. No en vano, la representación plástica de los más elementales dogmas y creencias del Catolicismo buscaba precisamente fomentar el conocimiento religioso entre quienes, por ser analfabetos, no podían leer las Escrituras; al margen de constituir una efectiva y efectista respuesta a los planteamientos protestantes que se abrían paso en Europa.
Ocurre, sin embargo, que en plena era del conocimiento aún hay quienes no interpretan lo que ven sobre los pasos de la forma correcta. Ejemplos tenemos varios, y algunos de los errores más comunes se llegan a reproducir desde los medios de comunicación que se dedican a informar de todo lo que acontece en torno a nuestra Semana Santa. Así, es frecuente que, al tratar de identificar a los personajes que forman el misterio de Nuestro Padre Jesús de la Victoria, de la Hermandad de la Paz, muchos digan que ahí, justo detrás del Señor, aparece el Cirineo ayudándole a cargar con la cruz, a pesar de que este personaje no entrará en escena el Domingo de Ramos hasta que no salga el Señor de las Penas de San Roque.
Porque lo que el misterio de la cofradía del Porvenir representa es el momento en que se coloca la cruz sobre los hombros de Jesús para que emprenda el camino hacia el Calvario. El Cirineo no estaba, por tanto, presente, sino que su ayuda será requerida cuando se compruebe que a Cristo le fallan las fuerzas y no va a ser capaz de recorrer con la cruz él solo la Calle de la Amargura. Quien aparece tras el Señor de la Victoria no es más que uno de los sayones que están entregándole el instrumento de su martirio. Se podría decir que, en este caso, nos quedamos con la interpretación más facilona: “¿El que sujeta la cruz detrás de Jesús? El Cirineo. ¿Quién va a ser si no?”.
Eso mismo sucede con el Cristo de las Misericordias de la Hermandad de Santa Cruz: “¿Jesús en la cruz mirando al cielo? Pues entonces es que está expirando”. Y de esta forma es como muchos mantienen que en la Semana Santa de Sevilla son tres los crucificados expirantes: Museo, Cachorro y Santa Cruz. Sin embargo, si nos fijamos en la advocación de este Cristo del Martes Santo y observamos su expresión en la cruz, serena y dulce, alejada de la barroca tensión dramática de los otros dos, llegaremos a la conclusión de que no está expirando. Para mí y para bastantes estudiosos de la imaginería procesional, el Cristo de las Misericordias está pronunciando su primera palabra en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Ahí está la misericordia de Jesucristo, que maltratado, humillado y condenado a una muerte inminente, perdona a los autores de semejante injusticia y les dedica precisamente la primera de sus siete palabras.
Y facilona, lo que se dice facilona, no es desde luego la interpretación que hacen quienes concluyen que el Varón de Dolores de la Hermandad del Sol es un resucitado. Pásmense, porque yo he escuchado en varias ocasiones esta lapidaria sentencia. Ignoro francamente de dónde puede salir semejante idea, porque un Cristo ensangrentado, con todas las marcas de su Pasión perfectamente visibles y abrazado a la cruz no tiene nada que ver con cualquier imagen del Señor Resucitado que podamos conocer. Me consta que algunos de los que han defendido esta interpretación son hermanos de la cofradía de Santa Marina molestos por no haber entrado en el Sábado Santo cuando la del Plantinar sí lo ha hecho.
En cualquier caso, el Varón de Dolores es una imagen alegórica que resume en un solo vistazo, y volvemos al carácter pedagógico de la imaginería religiosa, el sentido de la Pasión y Muerte de Jesucristo. El Hijo de Dios viene a este mundo y se hace hombre para vencer al pecado, representado en el dragón que lleva una manzana en la boca, para imponerse a la muerte y para salvar a la humanidad, presente en esa calavera que se sitúa a sus pies en el monte del Calvario, o de la Calavera, donde según la tradición estaba enterrado Adán, el primer hombre. Y todo ello mediante su propio sacrificio en esa cruz que, con su abrazo, convierte en símbolo de amor y orgullo de quienes hemos de considerarnos sus seguidores.
Y es que, quizá, nos hacen falta más madres como la que hizo del misterio de la Bofetá el mejor instrumento educativo para su hijo. Y eso que no me ha dado por mencionar todas las interpretaciones que uno ha oído al paso del Sagrado Decreto…
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