Ocurre, sin embargo, que en ocasiones lo que se gana en belleza y magnificencia se pierde en accesibilidad o, lo que es lo mismo, en el propio sentido de este culto interno. Comento esto, como habitual de los besamanos y besapiés de nuestras cofradías, tras observar en muchas ocasiones las dificultades que encuentran algunos hermanos y devotos para llegar hasta la imagen de sus amores y besarla o simplemente detenerse un momento ante sus plantas. Me refiero fundamentalmente a personas mayores o aquéllas que necesitan una silla de ruedas o unas muletas para desplazarse.
Sin que nadie se moleste, y dejando claro que esto es un problema demasiado difundido en un buen número de hermandades, pondré como ejemplo el reciente besamanos de la Virgen del Amparo de la Magdalena. Allí fui testigo del enorme esfuerzo que se vio obligada a realizar una señora de avanzada edad que, habiendo tenido que dejar su silla de ruedas apartada por un momento junto a la mesa de venta de recuerdos, se las vio y se las deseó, pese a ser ayudada en todo momento por otra persona, para llegar hasta la Virgen, que se encontraba subida en una peana que a su vez estaba sobre dos escalones. En definitiva, la imagen fue situada tres alturas por encima de los devotos, lo que para una persona con movilidad reducida suponía todo un desafío. Quien no pudiera abandonar la silla de ruedas ni siquiera un instante no podría hacer otra cosa que acercarse hasta un punto determinado, pero nunca besar a la Virgen.
Otro tanto se puede decir de los besamanos que tienen lugar habitualmente en San Julián. Tanto la Virgen de la Hiniesta como la del Rosario suelen situarse para este culto en el mismo altar del templo, a los pies del retablo, obligando a todo el mundo a subir los diferentes escalones existentes para llegar hasta ellas; algo que también ocurrió el año pasado, por ejemplo, en el besamanos de la Virgen del Rocío, de la Hermandad del Beso de Judas.
En el lado opuesto, el de hermandades que al menos en los últimos años sí que han situado a sus imágenes de la forma más accesible para todos, tendríamos que destacar a San Esteban, que el año pasado colocó a la Virgen de los Desamparados directamente en el suelo, sin peana alguna; la Hermandad de Santa Cruz, la Soledad de San Buenaventura, la Macarena o la Estrella. Otras hermandades, como Santa Genoveva o el Valle, pese a situar a sus imágenes a una cierta altura, instalan rampas que facilitan las cosas.
He mencionado sólo a unas pocas hermandades, podría haber nombrado a muchas más, sin ánimo alguno de alabar o criticar a los priostes de unas o de otras; sino simplemente con el interés de ser lo más descriptivo posible sobre lo que es y no es cuidar la accesibilidad en estos cultos. Puede que haya quien no considere todo esto como algo verdaderamente importante o crea que plantar un beso en una talla sea simplemente un gesto simbólico no estrictamente necesario. Pero pensemos que probablemente son estas personas, las de mayor edad o las que tienen especiales dificultades en la vida, las que más necesidad tienen de sentir la cercanía de sus imágenes.
En San Juan de la Palma se ha puesto una rampa tras el manto de la Virgen de la Amargura para facilitar que se acerquen los fieles con movilidad reducida.
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