domingo, 18 de noviembre de 2012

LA RESURRECCIÓN SE QUEDA COMO ESTÁ


En algunas ocasiones he defendido la belleza y el simbolismo del horario de la Hermandad de la Resurrección, que sale en mitad de la noche, casi sin que nadie se entere, y poco a poco, conforme avanza la mañana, se van sumando más y más personas hasta formarse una auténtica masa humana alrededor de los pasos en la calle San Luis y ante las puertas de Santa Marina. Más o menos como el propio Jesucristo, que resucitó sin espectadores y que hizo que determinadas personas se lo fueran encontrando en su camino.
Ayer fue un día histórico para esta hermandad. La junta de gobierno que preside Miguel Ángel Pérez decidió zanjar este tema preguntando directamente a los hermanos en cabildo extraordinario si querían modificar el horario actual de salida o retrasarlo para salir a las ocho y media de la mañana y hacer estación en la Catedral a la una de la tarde, regresando a Santa Marina a eso de las cinco o cinco y media.
El propio hermano mayor ha intentado durante los últimos días evitar "manipulaciones", como él decía, para que los hermanos se pronunciasen en total libertad y sopesaran convenientemente los pros y los contras de su decisión. Nunca lo dijo claramente, pero resultaba evidente que él era partidario de la modificación horaria. Sin embargo, la decisión ha sido la contraria: quedarse como están.
Antes de valorar la decisión, conviene destacar los datos de participación en este cabildo. Han sido 211 los hermanos que han votado, en una hermandad que ronda los 1.000 componentes, de los que unos 600 tenían derecho a voto. Dicho de otra forma: apenas ha votado poco más de un tercio de los hermanos que podían hacerlo. Llama la atención tan escasa participación cuando de lo que se trataba era de pronunciarse sobre un tema que desde hace años ha sido el caballo de batalla de la corporación, utilizado siempre dentro del argumentario recurrente para exigir pasar al Sábado Santo. Sorprendente, como poco.
Así las cosas, de esos 211 hermanos, 112 han optado por seguir saliendo a las 4,45 horas de la madrugada del Domingo de Resurrección, 96 preferían la opción matinal y tres votaron en blanco.
El resultado, tan igualado, ha supuesto una radiografía perfecta de lo que se venía observando en los últimos días; es decir, que no había una mayoría clara que se decantase por una u otra alternativa. Lo que finalmente saliera de esta votación iba a depender, sencillamente, de cuántos hermanos de cada opción se molestaran en acudir el sábado por la tarde a Santa Marina para votar. Finalmente, han sido un puñado más los partidarios del inmovilismo horario. Pero, como decía antes, unos 400 hermanos de entre todos los que estaban llamados a este cabildo ni siquiera se han molestado en dar su opinión; quizá porque no se habían formado ninguna. No quiero pensar que a ese gran número de hermanos les daba realmente igual lo que saliera.
Comenzaba este artículo aludiendo a la belleza y al simbolismo del horario actual, pero también hubiera sido muy interesante ver cómo habría sido la estación de penitencia de la Resurrección en 2013 con ese nuevo horario. Estamos ante una oportunidad perdida.
Puestos a pensar mal, se podría colegir del resultado de la votación, pero sobre todo de la altísima abstención, que como el arzobiso Asenjo cortó de raíz la manía del Sábado Santo, los hermanos han reaccionado como el anterior hermano mayor, Juan Muñoz Jigato, que llegó a afirmar que o pasaba la hermandad al Sábado o se quedaba donde estaba. Esto da pie a pensar que todos los argumentos que siempre se han esgrimido sobre lo pésimo del actual horario (la inseguridad, las horas intempestivas, la falta de público, el estado de abandono de la carrera oficial...) eran en realidad una demostración exagerada de victimismo por parte de la hermandad para que la dejaran salir, sí o sí, el Sábado Santo.
Será difícil explicar el resultado de la votación y la abstención (pero sobre todo lo segundo) de otra manera. Ayer los hermanos de la Resurrección tuvieron en su mano, sin imposiciones de nadie, sin manipulaciones de nadie, decidir sobre el mañido tema del horario. Ellos solos tenían la palabra. Nadie (ni el Consejo ni el resto de hermandades) se jugaba absolutamente nada, salvo ellos mismos. Todo dependía de lo que los hermanos quisieran para su hermandad. Y lo que han querido es que ese horario, bello y simbólico, pero a la vez tan malo, peligroso y desangelado como siempre lo han descrito, sea indefinidamente el horario de la cofradía.
Treinta años quejándose para ahora dejar las cosas como están. Definitivamente, el horario nunca ha sido un problema para esta hermandad, sino la jornada de salida. Y ya no valen ni las excusas ni los victimismos...

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