El crucificado, réplica de la milagrosa imagen desaparecida en el incendio intencionado de 1936, estaba tumbado ante el retablo mayor del templo, que preside en su camarín principal Nuestro Padre Jesús de las Penas, y apoyado en dos pequeñas columnas salomónicas doradas, entre dos faroles de mano y dos jarras con lirios morados.
A ambos lados del altar principal de San Leandro eran testigos de este culto al Santo Crucifijo de San Agustín la Virgen de Gracia y Esperanza, vestida de hebrea, y San Juan Evangelista.
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