La elección de este lugar por parte de la hermandad carmelita se debió a la celebración del V centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, que coincide además con el XX aniversario de la refundación de la hermandad.
Para este besamanos, la imagen fue ubicada en el presbiterio del templo, vestida con un sencillo hábito carmelita compuesto de saya y escapulario marrón y manto blanco, la misma vestimenta del Niño Jesús. La Virgen del Carmen lucía además una tiara de plata y un cetro en la mano derecha, y se encontraba elevada sobre una peana de madera dorada.
Flanqueaban a la Virgen dos jarras con crisantemos blancos y dos grandes blandones dorados. Asimismo, a lo largo del altar había varios candeleros con cera blanca, más flores y los respiraderos del paso de Santa Teresa de la misma hermandad.
La celebración de este besamanos en el Convento de las Teresas sirvió para que numerosos cofrades se acercaran a este templo, que alberga interesantes reliquias de la santa de Ávila y de su estancia en Sevilla.
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