Para este culto, el crucificado de Juan de Mesa ocupaba el espacio central de la capilla, tumbado entre dos jarras de cerámica con claveles rojos y enmarcado entre blandones dorados con cera color tiniebla. El Cristo de la Conversión llevaba sus potencias de salida y los brazos de la cruz se apoyaban en una estructura cubierta por terciopelo rojo.
Detrás, el retablo principal de la capilla de la hermandad estaba cubierto por un gran cortinaje rojo ante el que se ubicó el dosel de cultos y la Virgen de Montserrat, elevada sobre una fina peana de plata.
Vestía la dolorosa manto azul de camarín y saya blanca, ambos bordados en oro. Asimismo, lucía la corona de salida, un broche con un advocación en el centro del pecherín con una cruz pectoral debajo, dos broches más a cada lado y un rosario en la mano derecha, en tanto que la izquierda era la que daba a besar a sus devotos.
Flanqueaban a la Virgen dos columnas doradas de base cuadrada con sendos candelabros de plata, y en los extremos había otras dos columnas más altas que sostenían jarras plateadas con gladiolos, además de varios blandones dorados con cera blanca.
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