La transición entre la penitencia y la gloria se llama Virgen de la Alegría. Cuando la Hermandad de la Resurrección está de regreso ya a su casa, comienza en la Parroquia de San Bartolomé el besamanos a esta Madre que sostiene de nuevo, pasada la Pasión, a su Hijo en brazos. Como si nada hubiera pasado. O mejor. Como si todo hubiera sido en balde, que lo fue y lo sigue siendo en la actualidad, para quienes pensaron que matando al hombre estaban también matando a Dios. Nada más lejos de la realidad.
La Virgen de la Alegría ofrece ayer y hoy en su capilla la mano derecha a los fieles, subida sobre una sencilla peana dorada decorada con azahar. Viste su manto de salida felizmente recuperado el año pasado tras una larga restauración, así como toca de sobremanto, corona y ráfaga.Está flanqueada por candeleros y candelabros con cera blanca, así como varias jarras plateadas con flores de diversas especies y colores. Finalmente, en el camarín que ocupa habitualmente la imagen se puede ver el Simpecado de la corporación.
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