Como ya es tradicional, uno de los besamanos más esperados del Viernes de Dolores, el de la Soledad de San Lorenzo, tiene lugar en la Capilla Sacramental de la parroquia, donde la Virgen, a la que dentro de ocho días se le cantará por las calles aquello del "divino broche de oro", recibe los besos de sus devotos vestida de hebrea.
Sobre una sencilla peana de madera dorada, la Virgen de la Soledad ofrece su mano derecha mientras con la izquierda sostiene un pañuelo y sobre el pecherín luce solamente un puñal. El resto de la vestimenta es la habitual en las dolorosas en la Cuaresma, con manto azul, saya roja, fajín hebraico y un aro de estrellas.
A ambos lados de la dolorosa se han colocado dos jarras plateadas con lirios blancos salpicados de otras flores de un tono azulado. Detrás, ante un cortinaje de damasco rojo donde se ha situado un cuadro con la representación de un crucificado, se han dispuesto una mesa de altar, varios candeleros con cera blanca, diversas jarras más y cuatro candelabros de plata.
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