miércoles, 16 de marzo de 2016
EL CRISTO DE BURGOS VISITÓ EN SU VÍA CRUCIS DOS CONVENTOS Y UNA RESIDENCIA
El Santísimo Cristo de Burgos salió el pasado sábado a las calles para presidir el vía crucis cuaresmal de la hermandad, culto previo al besapié que tuvo lugar durante toda la jornada del domingo. A las nueve menos cuarto de la noche se inició el rezo de la primera estación desde el propio altar de la Parroquia de San Pedro, para posteriormente dar una breve vuelta por las calles inmediatamente adyacentes al templo.
Abría el cortejo la cruz alzada con el pequeño crucificado que reproduce la antigua iconografía del crucificado, parecido al existente en la Catedral de Burgos. Seguían varias parejas de hermanos portando cirios, la Escolanía de María Auxiliadora y el cuerpo de acólitos con cuatro ciriales.
Tras el rezo de la tercera estación ante el monumento a Santa Ángela de la Cruz, el Cristo de Burgos tomó la calle que lleva su nombre, donde se iba a dar lectura a varias estaciones más a lo largo de su trazado.
Una de ellas fue precisamente ante el Convento de las Hermanas de la Cruz, con el crucificado vuelto hacia ellas. El capataz, Antonio Santiago, pidió a los hermanos que portaban al Cristo que lo metieran lo máximo posible en el zaguán y que bajaran la parte de los pies para que las religiosas pudieran contemplar mejor su rostro.
Finalizada la lectura de la estación, las Hermanas de la Cruz cantaron el conocido Soneto a Cristo Crucificado.
Cumplimentada la visita, el Cristo de Burgos, que lucía las potencias de salida y que no estaba sobre unas andas, sino que directamente los hermanos lo llevaban sujetando la cruz, continuó su camino hacia otro convento, en este caso el del Espíritu Santo.
Como había ocurrido antes, el crucificado se acercó todo lo posible a la puerta para la lectura de una estación, que en este caso fue la séptima.
La siguiente parada estaba muy cerca, en el inicio de la calle Gerona, donde los ancianos de la Residencia San Juan Grande esperaban sentados a lo largo de la fachada. Unas vallas cubiertas con una tela roja, como en las grandes ocasiones, delimitaban este palco tan especial ante el que se detuvo el Cristo de Burgos para el rezo de la octava estación.
Curiosamente, suele ocurrir cada vez que una cofradía pasa delante de la residencia que un hueco de la fachada aparece decorado con alguna pintura que hace referencia a lo que está discurriendo ante los ancianos. En esta ocasión, tratándose de un vía crucis, había un estandarte con una pintura de Jesús y el Cirineo cargando con la cruz camino del Calvario.
Desde la Residencia San Juan Grande, el Cristo de Burgos siguió el recorrido del vía crucis por Gerona y Doña María Coronel, saliendo de nuevo a la Plaza de San Pedro y entrando en su templo sobre las diez y media de la noche. La última estación, como la primera, se rezó en el altar mayor.
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