La del Jueves Santo, que este año tuvo bien temprano un añadido con el regreso del Cerro a su barrio desde la Catedral, es la de la perfección absoluta gracias a las siete grandes hermandades que realizan en ella sus estaciones de penitencia. No quiere decir esto que otros días no merezcan tanto la pena. Ni mucho menos. Pero las circunstancias históricas o la mera casualidad han hecho del Jueves Santo una jornada de perfección a la que este año, además, y ya van cuatro seguidos, ha contribuido el buen tiempo.
Una de esas joyas perfectas se llama Hermandad de la Exaltación, que desde 2005, que se dice pronto, realiza su salida desde la Iglesia de los Terceros. Ha sido ésta, por tanto, la décimo segunda vez que la cofradía ha tenido que salir desde la sede de la Cena por el cierre de Santa Catalina.
En este sentido, hay que señalar que todo apuntaba a que éste sería el último año, dado lo avanzado de las obras de restauración de su templo. Sin embargo, ya hay algunas voces que indican que los plazos de ejecución de los trabajos, debido a diferentes retrasos, no se van a poder cumplir y que en 2017 de nuevo saldrá de Los Terceros. ¿Quién sabe? De momento, la calle Sol, haciendo honor a su nombre, vio un año más avanzar la cruz de guía dorada, con todos los elementos de la Pasión representados en ella, seguida de los nazarenos de antifaz morado y túnica blanca. Los faroles de guía salieron por segunda vez este año, después de acompañar a la cruz de guía de Pino Montano el Viernes de Dolores.
Una agradable sorpresa tenía reservada el paso de misterio de la Exaltación a los cofrades que asistieron a su salida y que la vieron después por las calles: un nada habitual exorno floral a base de lirios morados. Ya hemos comentado en alguna ocasión lo positivo que resulta que los pasos cambien de vez en cuando aspectos concretos de la forma de presentarse en la calle. Este año, la Exaltación ha lucido espectacular con esos lirios, en lugar de los claveles rojos que parecían prácticamente inseparables del canasto dorado con el que tan bien pega el color morado de las flores.
Nada más salir, la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Sol comenzó con la interpretación de las marchas que sirvieron para que el enorme misterio en el que los sayones elevan la cruz donde está crucificado el Señor fuera girando en dirección a la Plaza de los Terceros.
En su primera parada, aún en la misma calle Sol, un miembro de la hermandad subió al paso para colocar el remate de la cruz que es preciso retirar para poder atravesar el dintel del templo.
Si el Domingo de Ramos una representación de la Hermandad de la Exaltación, con su estandarte corporativo, formó parte del cortejo de la Cena, igualmente este Jueves Santo los cofrades de la Cena acompañaron a los de la Exaltación en su estación de penitencia. El lado bueno, por tanto, de todos estos años fuera de Santa Catalina es el estrechamiento, más si cabe, de los lazos entre ambas hermandades.
No tardó en hacer su aparición el paso de palio de la Virgen de las Lágrimas, adornado con mucho gusto por una variedad floral de tonos claros que de forma generosa llenaba jarras, friso y esquinas.
Este año se estrenaba la marcha “En cada lágrima”, de Joaquín Espinosa de los Monteros, composición que la Banda de Música Municipal de Arahal interpretó tras el Himno Nacional una vez que la dolorosa pisó el adoquinado de la calle Sol.
Con ella giró para iniciar su recorrido, con varias petaladas cayendo desde las azoteas y balcones de la calle. Después de pararse durante un momento, el palio siguió a los sones de “María Santísima del Subterráneo”, otro guiño a la Hermandad de la Cena, que lleva ya más de una década acogiendo a los cofrades de la Exaltación para su estación de penitencia.
Desde hace algunos años, el exorno floral de los pasos de la Hermandad de los Negritos puede ser toda una sorpresa. En los últimos Jueves Santos hemos visto minigerberas, calas color chocolate y lirios con espinos en el paso del Santísimo Cristo de la Fundación. Este año, tanto el monte como las esquinas han estado compuestos de rosas rojas, sin faltar los espinos como el año pasado, pero en este caso a lo largo de todo el perímetro del paso, junto a la crestería del canasto.
Lo dicho anteriormente: es positivo que los pasos cambien y nos sorprendan cada año; algo que puede convivir perfectamente con el mantenimiento estricto, en determinadas cofradías, de ciertas tradiciones incluso en el arte del exorno floral.
La cofradía de los Negritos ha repetido este año el nuevo itinerario de ida a la Carrera Oficial, por Alfalfa, Cuesta del Rosario, Salvador, Sagasta y Tetuán, estrenado con éxito en 2015 y diseñado, junto a otras modificaciones en Monte-Sión y el Valle, para mejorar el funcionamiento del día en lo que a horarios e itinerarios se refiere. Cuando se quiere, se puede.
Y también se ha repetido la presencia de Manuel Cuevas desde uno de los balcones de la Plaza del Salvador, cantándole una saeta tanto al Cristo de la Fundación como posteriormente a la Virgen de los Ángeles.
Y si bellas eran las flores que adornaban el paso del crucificado de Andrés de Ocampo, las del palio de la Virgen de los Ángeles conformaron un exorno sublime en cuanto a la combinación de especies, algunas de ellas difíciles incluso de nombrar, y de colores.
Un adorno floral que casaba a la perfección con el carácter alegre de un paso de palio personalísimo que bajó la Cuesta del Rosario a los sones de “Virgen de la Paz”, intepretada por la Banda de Música de las Nieves de Olivares. Después, alcanzaría la Plaza del Salvador con “Coronación de la Macarena”, y continuaría en el giro en la misma plaza con “La Estrella Sublime”.
Acto seguido, el paso de palio se detuvo y Manuel Cuevas, mirando a la cara de la dolorosa entre sus característicos varales, le dedicó una emotiva saeta que fue rubricada con el aplauso de todos los presentes.
La zona de la Plaza Nueva estaba completamente llena para ver pasar a la Hermandad de las Cigarreras. Entre la gente que se encontraba por allí había dudas sobre dónde colocarse, dado que, por la presencia de los raíles del tranvía, las hermandades que salen de la calle Barcelona suelen tomar por lo que antes era el acerado que da a la pequeña Capilla de San Onofre para después girar y discurrir por delante del Ayuntamiento. Sólo cuando comenzó a pasar la Banda de Cornetas y Tambores Columna y Azotes antes de la cruz de guía quedaron despejadas las dudas.
Antes de llegar a ese punto, el paso de misterio de la cofradía recorría las últimas calles del barrio del Arenal que se incluyen en su recorrido: Gamazo y Barcelona. Es uno de los conjuntos escultóricos más demoledores por lo que en él se representa, como es el durísimo castigo de los azotes por parte de los soldados romanos, uno de los cuales llega a apretar los labios para hacer más fuerza contra la espalda del Señor.
Lo que comentábamos más arriba acerca de la positiva modificación de los exornos florales tiene al menos una clarísima excepción, como es precisamente el misterio de las Cigarreras. Desde el estreno de las cuatro nuevas figuras secundarias de Navarro Arteaga en 2003, que se unieron al romano que sujeta la púrpura y que el mismo imaginero había tallado en 1996, siempre ha salido a la calle con lirios morados, con algunos cardos salpicados aquí y allá. Sin duda, en una escena como ésta cuadra mejor la dureza de los lirios y cardos, que los claveles rojos que hasta 2002 eran habituales en este misterio con las antiguas tallas secundarias.
Por la Plaza Nueva, la caída del sol y las nubes de incienso ante el paso contribuyeron a ambientar el cruel momento de la flagelación de Jesús, siempre con los acertados sones de la Banda de Cornetas y Tambores de las Cigarreras.
Poco después, tras los últimos nazarenos de elegante túnica morada con antifaz del mismo color y capa blanca, venía la Virgen de la Victoria bajo su perfecto palio diseñado por Pedro Domínguez inspirándose en la decoración de la fachada del Ayuntamiento que da a la Plaza de San Francisco.
Los bordados fueron restaurados en 2012 por Jesús Rosado, mientras que en este 2016 han sido los varales los que han pasado por el taller; en este caso por el de Orfebrería Triana.
Lentamente, el paso de palio recorrió la Plaza Nueva con el sol iluminándolo por el lateral izquierdo desde la parte alta del Hotel Inglaterra. La Banda de Música María Santísima de la Victoria acompañó por esta zona a su Virgen con la marcha “El refugio de María”.
La noche llegó pronto, pero aún quedaba mucho Jueves Santo por disfrutar en las calles. Por ejmplo, con la Hermandad del Valle, que el año pasado adelantó su hora de salida para dar un rodeo por Daoiz y San Miguel en su camino de ida a la Carrera Oficial, y permitir así que Pasión salga más cómodamente sin el pequeño parón que se registraba en la confluencia de Cuna y Laraña. Pequeños arreglos particulares por el bien común.
De esta forma, tras salir a las ocho menos veinte de la tarde, la cofradía tomó Laraña y Orfila, mostrando en primer lugar, antes del paso de la Coronación, las pequeñas andas con la reliquia de la Santa Espina entre rosas rojas.
Detrás, el primero de los pasos de la hermandad, con el Cristo tallado por Agustín de Perea en el siglo XVII siendo coronado de espinas y herido con una caña por un romano, que junto al resto de figuras secundarias tallara Joaquín Bilbao.
Acompañado por música de capilla y una escolanía, el paso de la Coronación de Espinas se detuvo ante la Capilla de San Andrés, abierta de par en par y con la representación de la Hermandad de los Panaderos en la puerta.
El Señor volvió a llevar la clámide conocida como la de los bodoques, restaurada el año pasado, una interesante pieza de autor desconocido bordada en oro sobre terciopelo granate en el siglo XIX.
En completo silencio venía el segundo paso, el de Nuestro Padre Jesús con la Cruz al Hombro, que el año pasado estrenó su restauración a cargo del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH).
Jesús, camino del Calvario por la Calle de la Amargura, se encuentra con las mujeres de Jerusalén, a las que pide que no lloren por él, sino por ellas mismas y por sus hijos. Este año, el paño de la Verónica ha sido pintado por los hermanos Manuel Pedro y Miguel Pablo Rosado Garcés.
Y cerrando el cortejo, el paso de palio de la Virgen del Valle, que, como habían hecho los dos pasos anteriores, también se detuvo ante la Capilla de San Andrés, frente a la Virgen de Regla, cuyo paso de palio se había colocado en el centro del pequeño templo de la calle Orfila.
En el paso de palio de la Virgen del Valle encontramos otro de los exornos florales inmutables de la Semana Santa, como son los claveles rosas, colocados en sus jarras en forma cónica y bicónica, así como formando una hilera en el friso.
La Banda de Música del Maestro Tejera interpretó tras el paso de palio, mientras dejaba la calle Orfila para dirigirse a Daoiz, la marcha “Cristo de la Expiración”, de Germán Álvarez Beigbeder.
Detrás del Valle, la Hermandad de Pasión, la cofradía del Jueves Santo con el mayor número de nazarenos, muchos de ellos penitentes con cruces detrás del paso de Nuestro Padre Jesús de la Pasión.
Después de salir el año pasado a las calles con túnica bordada, con motivo del cuarto centenario de la talla, este año el Señor de Pasión ha vuelto a llevar sobre su paso la túnica lisa, además lucir sobre la cabeza tanto corona de espinas como potencias. Y como exorno floral, un tupido monte de claveles rojos de un tono oscuro.
Hasta dos nazarenos de Pasión sufrieron algún mareo en Orfila, siendo conducidos al interior de la Capilla de San Andrés para ser atendidos por el diputado de tramo correspondiente. La indisposición no fue grave, pudiéndose reincorporar más tarde a sus filas.
Tras los largos tramos de nazarenos, alcanzó la capilla de los Panaderos el paso de palio de Nuestra Madre y Señora de la Merced. Si el año pasado la Hermandad de Pasión celebraba el cuarto centenario de la imagen del Señor, obra de Juan Martínez Montañés, este año se ha cumplido el medio siglo de la dolorosa, tallada por Sebastián Santos en 1966 para sustituir a la antigua imagen que hoy recibe culto con la misma advocación en el Convento de las Mercedarias, cerca de San Bartolomé.
Acompañada por San Juan Evangelista, obra de Gabriel de Astorga, la Virgen de la Merced llegó hasta los Panaderos, donde se detuvo para posteriormente continuar con la marcha “Valle de Sevilla”, a cargo de la Banda de Música de la Oliva de Salteras. El paso de palio, exornado completamente con rosas blancas, siguió por Javier Lasso de la Vega hacia la Carrera Oficial.
Con la Hermandad de Pasión entrando en la Carrera Oficial, otra gran hermandad de este Jueves Santo, la de la Quinta Angustia, emprendía ya el camino de regreso a la Parroquia de la Magdalena.
El impresionante monumento andante que es el conjunto escultórico del Descendimiento, donde no desentona en absoluto, pese a la diferencia temporal en cuanto a su ejecución, la Virgen de la Quinta Angustia, caminaba con la celeridad acostumbrada de vuelta a casa por la Plaza del Triunfo y la calle Fray Ceferino González, al tiempo que el palio de la Virgen del Valle entraba en la Catedral.
El rostro de la dolorosa, ataviada con su manto de salida, que tiene su origen en la jerezana Virgen del Desamparo, está dotado de un gran dramatismo; algo para lo que no le hace falta lágrima alguna. Por su parte, la postura de brazos y piernas del Cristo del Descendimiento y el movimiento del paso inciden aún más en el momento dramático que se representa.
Aunque empezaba a notarse una cierta caída de público, debido a quienes se retiran pronto el jueves para después vivir la Madrugá, aún era mucha la gente que acompañaba a esta hermandad, más quizá que otros años, tras abandonar la Catedral y buscar el Postigo del Aceite en su itinerario de regreso.
Y la séptima gran hermandad de un perfecto Jueves Santo, la de Monte-Sión, volvía a su capilla de la calle Feria por Santa Ángela de la Cruz. El paso de misterio de la Oración en el Huerto ha estrenado este año un juego de maniguetas, elemento que nunca ha tenido. Diseñadas por José Ramón Paleteiro, han sido talladas por Alexis Sánchez y doradas por Emilio López.
En su vuelta a casa, la Hermandad de Monte-Sión visita dos conventos. En primer lugar, el de la Hermanas de la Cruz, al que el paso de misterio llegó con la marcha “Pescador de hombres”, a cargo de la Agrupación Musical de la Redención. Y acto seguido, se encaminó hacia el Convento del Espíritu Santo, mientras la banda interpretaba la composición “Elí”.
Desde ahí, el misterio, con el Señor vestido con túnica blanca y un mantolín burdeos, buscó San Juan de la Palma acompañado de no demasiado público. Ante la puerta ojival del templo situado en el inicio de la calle Feria recibía a Monte-Sión la Hermandad de la Amargura, con estandarte y varas.
Con la marcha “Señor de San Román”, el misterio se fue alejando de San Juan de la Palma buscando su capilla, mientras un chico aquejado de alguna enfermedad mostraba su enfado con sus padres, que lo acompañaban, porque no le permitían seguir al misterio que momentos antes había tocado y disfrutado verdaderamente como un niño.
Por último, uno de los pasos de palio con más personalidad de toda la Semana Santa, el de María Santísima del Rosario en sus Misterios Dolorosos, recientemente restaurada por Pedro Manzano.
El exorno floral del paso de palio de la Virgen del Rosario llevaba rosas blancas, azucenas y paniculata, y llamaban la atención las esquinas, donde también había gladiolos, dando lugar a unas esquinas muy abultadas, similares a las que estuvieron de moda en décadas pasadas y que contribuían a enfatizar el carácter de cofradía de barrio.
El palio repitió las paradas ante las Hermanas de la Cruz y el Espíritu Santo, del que se marchó a los sones de la marcha “Mi Amargura”. Y precisamente era la Hermandad de la Amargura la siguiente parada de la Virgen del Rosario, que recibió de la cofradía del Domingo de Ramos un ramo de claveles blancos.
A continuación, el paso de palio, con sus sonoros rosarios colgando de los varales, se marchó con una marcha que era un anticipo de lo que en otro punto de la ciudad, no lejos de allí, estaba comenzando: “Madrugá Macarena”.
Con ese manto recogido, o abullonado, que fue producto de la casualidad, concluía una jornada perfecta en lo meteorológico, pero sobre todo en lo cofradiero. Para enmarcar.
Detrás del Valle, la Hermandad de Pasión, la cofradía del Jueves Santo con el mayor número de nazarenos, muchos de ellos penitentes con cruces detrás del paso de Nuestro Padre Jesús de la Pasión.
Después de salir el año pasado a las calles con túnica bordada, con motivo del cuarto centenario de la talla, este año el Señor de Pasión ha vuelto a llevar sobre su paso la túnica lisa, además lucir sobre la cabeza tanto corona de espinas como potencias. Y como exorno floral, un tupido monte de claveles rojos de un tono oscuro.
Hasta dos nazarenos de Pasión sufrieron algún mareo en Orfila, siendo conducidos al interior de la Capilla de San Andrés para ser atendidos por el diputado de tramo correspondiente. La indisposición no fue grave, pudiéndose reincorporar más tarde a sus filas.
Tras los largos tramos de nazarenos, alcanzó la capilla de los Panaderos el paso de palio de Nuestra Madre y Señora de la Merced. Si el año pasado la Hermandad de Pasión celebraba el cuarto centenario de la imagen del Señor, obra de Juan Martínez Montañés, este año se ha cumplido el medio siglo de la dolorosa, tallada por Sebastián Santos en 1966 para sustituir a la antigua imagen que hoy recibe culto con la misma advocación en el Convento de las Mercedarias, cerca de San Bartolomé.
Acompañada por San Juan Evangelista, obra de Gabriel de Astorga, la Virgen de la Merced llegó hasta los Panaderos, donde se detuvo para posteriormente continuar con la marcha “Valle de Sevilla”, a cargo de la Banda de Música de la Oliva de Salteras. El paso de palio, exornado completamente con rosas blancas, siguió por Javier Lasso de la Vega hacia la Carrera Oficial.
Con la Hermandad de Pasión entrando en la Carrera Oficial, otra gran hermandad de este Jueves Santo, la de la Quinta Angustia, emprendía ya el camino de regreso a la Parroquia de la Magdalena.
El impresionante monumento andante que es el conjunto escultórico del Descendimiento, donde no desentona en absoluto, pese a la diferencia temporal en cuanto a su ejecución, la Virgen de la Quinta Angustia, caminaba con la celeridad acostumbrada de vuelta a casa por la Plaza del Triunfo y la calle Fray Ceferino González, al tiempo que el palio de la Virgen del Valle entraba en la Catedral.
El rostro de la dolorosa, ataviada con su manto de salida, que tiene su origen en la jerezana Virgen del Desamparo, está dotado de un gran dramatismo; algo para lo que no le hace falta lágrima alguna. Por su parte, la postura de brazos y piernas del Cristo del Descendimiento y el movimiento del paso inciden aún más en el momento dramático que se representa.
Aunque empezaba a notarse una cierta caída de público, debido a quienes se retiran pronto el jueves para después vivir la Madrugá, aún era mucha la gente que acompañaba a esta hermandad, más quizá que otros años, tras abandonar la Catedral y buscar el Postigo del Aceite en su itinerario de regreso.
Y la séptima gran hermandad de un perfecto Jueves Santo, la de Monte-Sión, volvía a su capilla de la calle Feria por Santa Ángela de la Cruz. El paso de misterio de la Oración en el Huerto ha estrenado este año un juego de maniguetas, elemento que nunca ha tenido. Diseñadas por José Ramón Paleteiro, han sido talladas por Alexis Sánchez y doradas por Emilio López.
En su vuelta a casa, la Hermandad de Monte-Sión visita dos conventos. En primer lugar, el de la Hermanas de la Cruz, al que el paso de misterio llegó con la marcha “Pescador de hombres”, a cargo de la Agrupación Musical de la Redención. Y acto seguido, se encaminó hacia el Convento del Espíritu Santo, mientras la banda interpretaba la composición “Elí”.
Desde ahí, el misterio, con el Señor vestido con túnica blanca y un mantolín burdeos, buscó San Juan de la Palma acompañado de no demasiado público. Ante la puerta ojival del templo situado en el inicio de la calle Feria recibía a Monte-Sión la Hermandad de la Amargura, con estandarte y varas.
Con la marcha “Señor de San Román”, el misterio se fue alejando de San Juan de la Palma buscando su capilla, mientras un chico aquejado de alguna enfermedad mostraba su enfado con sus padres, que lo acompañaban, porque no le permitían seguir al misterio que momentos antes había tocado y disfrutado verdaderamente como un niño.
Por último, uno de los pasos de palio con más personalidad de toda la Semana Santa, el de María Santísima del Rosario en sus Misterios Dolorosos, recientemente restaurada por Pedro Manzano.
El exorno floral del paso de palio de la Virgen del Rosario llevaba rosas blancas, azucenas y paniculata, y llamaban la atención las esquinas, donde también había gladiolos, dando lugar a unas esquinas muy abultadas, similares a las que estuvieron de moda en décadas pasadas y que contribuían a enfatizar el carácter de cofradía de barrio.
El palio repitió las paradas ante las Hermanas de la Cruz y el Espíritu Santo, del que se marchó a los sones de la marcha “Mi Amargura”. Y precisamente era la Hermandad de la Amargura la siguiente parada de la Virgen del Rosario, que recibió de la cofradía del Domingo de Ramos un ramo de claveles blancos.
A continuación, el paso de palio, con sus sonoros rosarios colgando de los varales, se marchó con una marcha que era un anticipo de lo que en otro punto de la ciudad, no lejos de allí, estaba comenzando: “Madrugá Macarena”.
Con ese manto recogido, o abullonado, que fue producto de la casualidad, concluía una jornada perfecta en lo meteorológico, pero sobre todo en lo cofradiero. Para enmarcar.
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