Hasta hace algunos años, la jornada del Viernes Santo se caracterizaba por la tranquilidad. La Madrugá había atraído a un gran número de cofrades que, ya fuera trasnochando o madrugando, exprimían al máximo la noche y la mañana, lo que hacía que la tarde-noche del Viernes Santo se notara una reducción de gente por las calles.
Pero eso ya pasó. Si el Jueves Santo hubo grandes bullas junto a sus cofradías, el Viernes Santo también, con el paréntesis de una Madrugá en la que, como venimos contando, se notó una disminución de gente. Esto tiene su parte negativa en la maravillosa jornada del Viernes Santo, puesto que ya no es posible disfrutar de sus siete grandes hermandades con la tranquilidad, la calma y el espacio de otros años. Lo dijo un chico en la calle Temprado: “Lo bonita que sería la Semana Santa con la mitad de gente en las calles”. Pues eso.
Las primeras bullas estaban en la calle Castilla, donde el sol daba con fuerza como en los dos años anteriores. Éste ha sido, por tanto, el tercer Viernes Santo seguido con todas las cofradías en la calle. Todo un logro, viniendo de años en los que no había manera de completar la jornada.
La Hermandad del Cachorro se ponía en camino con sus aproximadamente, según los programas de mano, 1.800 nazarenos. Es la cofradía más populosa del Viernes Santo y, poco a poco, todos sus integrantes fueron saliendo desde su Basílica.
Quizá no a los 1.800, pero seguro que a la mitad de ellos, como mínimo, les pidieron estampitas, medallitas o caramelitos unas señoras de cierta edad y procedentes de algún municipio cercano que, como chiquillas, tocaban el hombro de cada nazareno para pedir. Para pedir lo que fuera. Eso entre despelleje y despelleje de alguna “amiga” que se había quedado en el pueblo. Cada una fue acumulando una buena cantidad de estampitas gracias a la generosidad, y también a la paciencia, de los nazarenos. Presumían entre ellas de tener más que las demás, aunque las tuvieran repetidas, que las tenían. En lo que no pensaban es que si una persona acumula veinte estampitas, otras diecinueve se quedan sin ninguna. Pero ya lo dice el refranero español: “El que venga detrás, que arree”.
El paso del Santísimo Cristo de la Expiración tuvo la ocurrencia de interrumpir, con su llegada, la recogida indiscriminada de recuerdos que estaba llevando a cabo este grupo de amigas. Este año, el Cachorro ha salido a la calle con potencias y con corona de espinas, tal y como fue concebida esta impresionante talla por parte de su autor, al que muchos programas de mano siguen llamando Ruiz Gijón, aunque su verdadero nombre fuera Francisco Antonio Gijón, que es el responsable de una obra cumbre, no ya en la Semana Santa sevillana, sino en la historia de la escultura española, y casi diríamos que universal.
Una tupida alfombra de claveles rojos exornaba este paso, que algún año sería interesante ver con lirios morados. Detrás, la Banda de Cornetas y Tambores de la Presentación al Pueblo, de Dos Hermanas, interpretaba diferentes composiciones, algunas de ellas clásicas, como “Virgen de la Paloma”, con la que el Cachorro siguió en línea recta por la calle Castilla.
Y cerrando el cortejo de nazarenos de antifaz y túnica de color negro con capa blanca, el original palio de Hijos de Olmo, con Nuestra Madre y Señora del Patrocinio, la dolorosa que no derrama ninguna lágrima, pero que está a punto de hacerlo, obra de Luis Álvarez Duarte.
Con la saya de salida recién restaurada, la Virgen del Patrocinio, entre sus habituales claveles de color rosa salpicados de azahar, emprendió los primeros metros de su largo itinerario con la marcha “Corpus Christi”, a cargo de la Banda de Música de la Oliva de Salteras, que continuó después su labor interpretando “Señorita de Triana”, dedicada a la propia dolorosa proveniente de la única basílica del antiguo arrabal.
De Triana al centro. Por Carlos Cañal y Méndez Núñez venía la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura, que ha ganado mucho en los últimos años, tanto por la labor como vestidor de José Antonio Grande de León como por las flores con las que se viene adornando el paso.
En lo que respecta a lo primero, este año la Virgen de la Soledad llevaba una saya morada, además de su habitual manto negro de salida. Además, ha vuelto a tener una colocación de las manos muy expresiva, con la izquierda pegada al corazón y sujetando un pañuelo, mientras que la derecha estaba extendida. En esta mano, además de la corona de espinas que ha llevado estos años, tenía también los tres clavos retirados al cuerpo del Señor tras su descendimiento.
En cuanto a las flores, el único paso de la cofradía tenía rosas de color malva en el friso y en el pequeño monte de la cruz, así como calas moradas con azahar en las esquinas y en las cuatro jarras de los costeros.
La Banda Municipal de Música de Mairena del Alcor ha acompañado a la Soledad de San Buenaventura por las calles, estrenando dos composiciones: “Tecum flere”, de José Ángel Esteban, y “Delirio y Soledad”, de Eduardo de la Osa. Sin embargo, para la entrada en la Plaza Nueva desde Méndez Núñez sonó “Soleá dame la mano”, mientras que en el giro hacia Tetuán la composición escogida fue “Valle de Sevilla”.
Casi era de noche cuando la Hermandad de San Isidoro se ponía en la calle desde su templo de la Costanilla. La única cofradía completamente de negro en la jornada del luto iniciaba su estación de penitencia a las ocho menos cuarto de la tarde, con sus nazarenos de ruán caminando sin apenas detenerse, alumbrando el camino a Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas con sus cirios negros.
Para la estación de penitencia de este Viernes Santo, el Señor atribuido a Alonso Martínez vestía la túnica morada bordada en oro por Patrocinio López en 1891, la misma que llevó en el besamanos del fin de semana anterior al inicio de la Semana Santa. Y como exorno floral, el monte de claveles rojos habitual.
Con un par de breves paradas poco después de salir a la calle, el Señor de las Tres Caídas emprendió la bajada de la calle que lleva su nombre y no volvió a parar hasta alcanzar la Plaza de la Alfalfa.
Y en su palio dorado comenzaba su itinerario la imagen de Nuestra Señora de Loreto, restaurada por Pedro Manzano durante varios meses del pasado año 2015, en los que se limpió la policromía, que estaba algo oscurecida.
En completo silencio y acompañado, como siempre, por el Ejército del Aire, al ser la Virgen de Loreto la Patrona de la Aviación, el paso de palio caminó hacia la Alfalfa haciendo moverse de un lado para otro el avión que reproduce el legendario Plus Ultra que cruzó el Atlántico en 1926 y que lleva en su mano izquierda la dolorosa.
Por la calle Temprado regresaba sobre las nueve de la noche la Hermandad de la Carretería, una vez realizada su estación de penitencia en la Catedral. El enorme paso de misterio del Santísimo Cristo de la Salud y María Santísima de la Luz estaba parado ante la puerta del Hospital de la Caridad, donde Jesús Heredia le dedicó una saeta.
Más gente que otros años seguía por este punto a la cofradía del Arenal, que iba a ser recibida por la Hermandad de las Aguas y que recibiría después a La O.
La Banda de Cornetas y Tambores de las Cigarreras acompañaba a este impresionante conjunto escultórico donde José de Arimatea y Nicodemo están a punto de subirse a sendas escaleras para retirarle los clavos al crucificado y comenzar su descendimiento. La marcha “Una palabra tuya” sonó para que el paso continuara su recorrido alejándose de la Caridad para dirigirse a la Capilla del Rosario.
Después, tras los últimos nazarenos de elegantes túnicas de terciopelo azul, alcanzó la calle Temprado desde Santander el paso de palio de Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, del jerezano Alonso Álvarez de Albarrán, que contó con rosas blancas y azahar en las jarras delanteras y claveles también blancos en las jarras de los costeros y en el friso.
Venía el palio a los sones de “Ione”, a cargo de la Banda de Música María Santísima de la Victoria, de las Cigarreras, con la que alcanzó el Hospital de la Caridad, donde la dolorosa, como el crucificado de Ocampo, recibió también el cante de una saeta.
A continuación, la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad, mirando al cielo bordado de su palio de corte romántico, se marchó hacia la vecina Hermandad de las Aguas mientras la banda de música interpretaba “Ecce Homo”.
Y junto a la Carretería, otra hermandad que entra muy temprano en su templo es la Soledad de San Buenaventura, que en los últimos metros de su itinerario tuvo como acompañamiento musical las marchas “Jesús de las Penas” de Zaragoza a Carlos Cañal, y ya en ésta “Soledad franciscana”, que se interpretó en su totalidad hasta que el paso se paró delante de la puerta del convento, sede también de la Hermandad de Guadalupe, que con su estandarte y varas formó parte del cortejo de la cofradía.
Antes de entrar, una saetera habitual en este punto le cantó a la Soledad, haciendo mención en la letra de la saeta al Cristo de la Salvación, titular también de la hermandad. Finalmente, con la cruz bajada para salvar el dintel, la Soledad de San Buenaventura entraba en el templo, poniendo el punto final a su estación de penitencia a los sones del Himno Nacional.
Y siguiendo los pasos de la Carretería, igualmente por Temprado y Dos de Mayo discurría en su itinerario de vuelta la Hermandad de la O, que este año ha sacado la antigua cruz de guía dorada, con motivo del 450 aniversario de la corporación, que para ello celebrará dos salidas extraordinarias: la de la Virgen de la O Gloriosa en el Corpus de Triana, y la de la dolorosa el próximo 29 de octubre.
El paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno estrenaba cuatro querubines en los costeros, tallados por Juan Alberto Filter, con los que se ha completado la restauración y enriquecimiento del canasto y respiraderos, de los que destacan las nuevas cartelas de David Segarra.
Con la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Sol sonando con fuerza, el Nazareno se volvía ante la Capilla del Rosario de la Hermandad de las Aguas, que tenía el palio de la Virgen de Guadalupe con la candelería completamente encendida.
Ante el estandarte de la cofradía del Lunes Santo, el paso del Nazareno se detuvo antes de continuar por Dos de Mayo hacia Rodo. Por allí, Nuestro Padre Jesús Nazareno, ataviado con túnica lisa de terciopelo burdeos, se encaminó para dirigirse a la Capilla de las Tres Necesidades y después a la del Baratillo, en este recorrido por calles y cofradías del Arenal.
Por su parte, la Virgen de la O venía por Temprado a los sones de “Hiniesta Coronada”. La dolorosa que podremos volver a ver en las calles el próximo otoño lucía de nuevo la corona de oro de la Coronación Canónica, aunque es de esperar que en octubre salga con alguna de las dos magníficas preseas más antiguas que posee.
El exorno floral recordaba al que en 2013 no pudo salir a la calle por la lluvia, compuesto por rosas y jacintos de color rosa; flores que de manera generosa se repartían por las jarras, jarritas, friso y entrevarales.
La Banda del Carmen de Salteras, que había pasado la noche y la mañana tras la Macarena, tocó a continuación “Nuestra Señora de Guadalupe” para la chicotá con la que la Virgen de la O alcanzó la capilla de la Hermandad de las Aguas. Ante ella se volvió y recibió una ofrenda floral. Posteriormente, se marchó con la composición “Madrugá Macarena”.
El Viernes Santo se escapaba poco a poco de las manos con las cuatro hermandades que quedaban en las calles (una vez dentro la Carretería, la Soledad de San Buenaventura y San Isidoro) regresando a sus templos.
Por Francos volvía la Hermandad de la Mortaja, una cofradía con pocos nazarenos que es aconsejable ver de principio a fin; desde el muñidor que hace sonar las campanillas delante de la cruz de guía hasta la trasera de un paso de misterio que es un gran conjunto escultórico que camina sobre uno de los canastos más antiguos de Sevilla.
Y, por supuesto, hay que mencionar los dieciocho ciriales que nunca representaron a las personas que supuestamente acompañaron a Jesús hasta el sepulcro, básicamente porque no salen las cuentas, sino al Colegio de Notarios que tanta vinculación tenía con la cofradía y que estuvo formado siglos atrás por únicamente dieciocho miembros.
Antonio Santiago mandaba este gran paso de misterio en el que la Virgen de la Piedad sostiene el cuerpo del Hijo muerto entre sus brazos mientras las Marías y San Juan proceden a amortajarlo. Con el acompañamiento de música de capilla y la Escolanía María Auxiliadora, y con un adorno compuesto de claveles rojos de un tono muy oscuro, el paso de la Mortaja procedió a subir la Cuesta del Rosario en dirección a la Alfalfa.
Y para completar un fantástico Viernes Santo, la Hermandad de Montserrat regresaba a su capilla por Zaragoza, Puerta de Triana y San Pablo, al tiempo que al fondo se veía a La O salir de Pastor y Landero en dirección al Puente de Triana.
El altísimo paso de misterio del Santísimo Cristo de la Conversión, adornado en su totalidad con claveles rojos, avanzaba poderoso a los sones de la Banda del Santísimo Cristo de las Tres Caídas, formación musical que precisamente tuvo en Montserrat a la primera hermandad que confió en ella para acompañar un paso.
Ante una cantidad de personas algo más reducida por lo tardío de la hora y el cansancio acumulado, el crucificado de Juan de Mesa, entre Dimas y Gestas, y ante la Magdalena, fue recortando poco a poco la distancia que lo separaba de la capilla del compás del antiguo Convento de San Pablo.
Tras una saeta desde un balcón de la calle Cristo del Calvario, la última marcha que sonó tras este misterio fue precisamente “Conversión del Buen Ladrón”, con la que el paso, con la cruz ya bajada, entró en el templo sin volverse a la gente.
Finalmente, el paso de palio de la Virgen de Montserrat, que estrenaba la restauración de la crestería, los varales y los candelabros de cola, labor realizada curiosamente por talleres de orfebrería diferentes.
Azahar en la delantera y jacintos blancos en las jarras y frisos laterales componían el exorno floral de este paso de palio donde la dolorosa lucía una nueva blonda de encaje en su manto, confeccionada por Alfonso Aguilar Martín.
Con la marcha “Jesús de las Penas”, a cargo de la Banda de Música del Maestro Tejera, la Virgen de Montserrat salió de la calle Zaragoza a San Pablo. Posteriormente, sonó “Quinta Angustia” por esta misma calle, donde las paradas duraban más bien poco, dado que la cofradía iba con retraso.
Para los últimos metros en el recorrido del paso de palio de la cofradía, la Banda de Tejera tocó “Soleá dame la mano” de San Pablo a Cristo del Calvario, donde la Virgen de Montserrat se detuvo para que le cantara la misma saetera que antes le había cantado al Cristo de la Conversión.
Finalmente, la banda interpretó “Virgen de Montserrat”, del prolífico Pedro Morales, en dos ocasiones, aunque la segunda se interrumpió cuando el paso de palio ya estaba entrando, también sin volverse, siendo inmediatamente sustituida por los acordes del Himno de España.
Eran las dos y media de la madrugada cuando la Hermandad de Montserrat, cuarenta minutos más tarde de lo previsto, entraba en su capilla y con ello ponía un punto y seguido más a esta Semana Santa de 2016 a la que sólo le quedaban seis hermandades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario