La Hermandad de la Vera-Cruz celebró este domingo, el siguiente a la festividad de la Virgen de los Dolores, su anual rosario presidido por la imagen de María Santísima de las Tristezas, que culminó en la iglesia del Convento de Santa Rosalía, donde tuvo lugar la función solemne.
A las diez y media de la mañana comenzó el rosario con la lectura del primero de los misterios gloriosos, los que corresponden al domingo, en el interior de la Capilla del Dulce Nombre de Jesús. A continuación, se puso en marcha la cofradía con la cruz con manquilla entre ciriales, parejas de hermanos con cirios verdes, el estandarte corporativo, la presidencia con varas y el cuerpo de acólitos.
Los capataces de los dos pasos de la cofradía del Lunes Santo, Julián Huertas y Luis León, se fueron turnando al mando de las andas sobre las que iba María Santísima de las Tristezas, vestida con manto y saya de terciopelo azul, estando la saya bordada en oro. Además, lucía su nueva corona de salida, labrada en plata por Joaquín Osorio con motivo del 75 aniversario de la dolorosa que tallara Antonio Illanes y que se estrenó en el besamanos extraordinario del pasado mes de mayo (ver). Por otro lado, llevaba un puñal en el pecherín, un pañuelo en la mano izquierda y un rosario en la derecha.
En cuanto a las andas, estaban iluminadas por dos faroles de metal pintados de color verde y adornadas con diversas flores blancas, principalmente claveles y margaritas. Asimismo, tenían unos faldones de terciopelo verde y una peana de madera tallada y dorada sobre la que estaba elevada la dolorosa.
Tras salir de la capilla a la calle Cristo de la Vera-Cruz, la Virgen de las Tristezas giró a su izquierda en dirección a la calle Baños, como antes hacía en el inicio de la estación de penitencia. A lo largo de esta calle se rezaron otros dos misterios gloriosos del rosario.
Tras alcanzar la Plaza de la Gavidia, la cofradía tomó la
calle Cardenal Spínola, donde se rezó el cuarto misterio, y llegó hasta el
Convento de Santa Rosalía. Las andas se detuvieron antes de entrar para que
hubiera un relevo de hermanos encargados de portarlas y para que el capataz
diera las instrucciones necesarias.
Seguidamente, la Virgen de las Tristezas entró en el templo
donde esperaban las religiosas clarisas franciscanas para el inicio de la
función, así como diversos cofrades que ya llenaban los bancos de la iglesia. Una
vez dentro, la dolorosa fue conducida hasta el presbiterio alto, quedando las
andas dispuestas en el lado derecho de la mesa del altar, a los pies del
magnífico retablo mayor.
Con la Virgen ya situada en el lugar desde el que iba a
presidir la eucaristía, se rezó el quinto y último misterio glorioso con el que
se cerró este rosario que dio paso a la función por los Dolores de la Santísima
Virgen. Hay que recordar que la primitiva advocación de la Virgen de la
Hermandad de la Vera-Cruz era precisamente ésa: Dolores.
Finalizada la función, la hermandad emprendió el regreso a
su capilla con el mismo acompañamiento que a la ida, sólo que incorporando una
coral que interpretó piezas solemnes delante de las andas de la Virgen de las
Tristezas. Ya en la capilla, el rezo de la Salve Regina rubricó una mañana
dedicada a la dolorosa de la cofradía de la Vera-Cruz, que desde hace tres
cuartos de siglo recoge las oraciones de sus hermanos y devotos.
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