domingo, 11 de marzo de 2018
LA VIRGEN DEL AMOR PUDO PRESIDIR EN LAS CALLES EL VÍA CRUCIS DE LA MISIÓN
Al mismo tiempo que la Hermandad de la Lanzada decidía que el vía crucis con su crucificado se celebraría en el interior de la Iglesia de San Martín por el riesgo de lluvia, la Hermandad de la Resurrección mantenía sus planes de salir a las calles para el rezo del Vía Crucis de la Misión con la imagen de María Santísima del Amor, portada en andas y con la cruz detrás; una salida que sí hubo que suspender el año pasado (ver).
Minutos antes de las siete de la tarde, la cruz de guía de la hermandad y los antiguos faroles que la acompañaban cada Domingo de Resurrección, hasta el estreno de los nuevos el año pasado, se plantaron bajo el dintel de la puerta ojival de Santa Marina. Acto seguido, comenzó a salir el cortejo, compuesto por varias parejas de hermanos, la mayoría niños, con cirios. Asimismo, iban el estandarte corporativo, un trío de música de capilla de la Banda María Santísima de la Victoria, de Las Cigarreras, y el cuerpo de acólitos.
El capataz general de la hermandad, Antonio Santiago, guió las andas de la Virgen del Amor durante el itinerario, acompañado de varios de sus auxiliares. Desde el presbiterio del templo, la dolorosa bajó para recorrer la nave del Evangelio, sorteando así la nave central, donde estaban todos los bancos. Posteriormente, giró a su izquierda a la altura en la que, en la nave de la Epístola, está a medio montar el paso de palio de la Virgen de la Aurora, y procedió a subir la rampa para salir a la calle.
La primera de las quince estaciones que componen el Vía Crucis de la Misión se rezó con la Virgen del Amor aún en el presbiterio, mientras que la segunda, leída por un niño, fue rezada con las andas en la misma puerta de Santa Marina, antes incluso de salir de la iglesia.
Finalizado el rezo de la segunda estación, la Virgen del Amor, que vestía de hebrea y llevaba una diadema, mientras que en la mano izquierda sujetaba un rosario y en la derecha un pañuelo y tres clavos, salió de Santa Marina para pisar por unos instantes la calle San Luis antes de girar para Padre Manjón, donde se rezaría la tercera de las estaciones.
En cada una de ellas, un hermano se encargaba de la lectura y de iniciar las oraciones, ayudado de un micrófono y un pequeño bafle. A un ritmo bastante ligero, las andas continuaron por Bordador Rodríguez Ojeda, calle reservada para la cuarta estación. La estrechez de la calle y la existencia de algunos coches e incluso una furgoneta aparcados dificultó levemente el paso de la Virgen del Amor, teniendo en algunos instantes que subirse a la acera los hermanos que portaban a la imagen en el costero derecho de las andas.
Desde Bordador Rodríguez Ojeda, la Virgen del Amor salio a Duque Cornejo. En esta calle hubo que ralentizar un poco el paso, dado que en la Parroquia de San Julián, lugar al que se dirigía la cofradía, aún no había finalizado la celebración de una misa.
Uno de los hermanos avisó a Antonio Santiago de que en ese momento estaba comenzando la Comunión, por lo que pidió que mantuviera las andas paradas durante algunos minutos antes de continuar.
Dos de las estaciones del vía crucis, la quinta y la sexta, se rezaron en esta calle, donde el viento movía el sudario que pendía de la cruz y lo acercaba peligrosamente a los candelabros de las andas, que son los antiguos de los costeros del paso del Señor de la Resurrección. En otros momentos, el sudario se enganchaba con la diadema de la Virgen, como ocurrió cuando las andas salían de Duque Cornejo y giraban a la calle San Julián. Una de las puntas del sudario se puso literalmente delante de la cara de la dolorosa de Jesús Santos Calero, que así, con la cara medio tapada, entró en San Julián.
Tras pasar la puerta ojival de San Julián, las andas tuvieron que detenerse antes de acceder definitivamente al interior del templo. La baja altura de la puerta interior de madera obligó a hacer la entrada en dos tiempos, para evitar que rozara la cruz de la Virgen del Amor por la parte superior.
Una vez dentro, fue conducida hasta el presbiterio, para detenerse ante la Virgen de la Hiniesta. A un lado y a otro del presbiterio estaban las representaciones de las hermandades del Rosario de San Julián y la Hiniesta con sus respectivos estandartes corporativos.
En este punto, tuvo lugar el rezo de la séptima estación del vía crucis, tras el que la Hermandad del Rosario realizó una ofrenda floral que fue colocada sobre las andas. Acto seguido, la Virgen del Amor se giró y emprendió el camino de vuelta a la puerta para salir de nuevo a las calles.
La octava estación estaba muy cerca, dado que nada más abandonar la Parroquia de San Julián, la Virgen del Amor cruzó al Convento de San Cayetano, donde se dio lectura al siguiente pasaje del vía crucis, antes de seguir adelante por San Julián, Macasta, Cetina, Duque de Montemar y San Luis.
Cerca ya de la Iglesia de Santa Marina comenzó a caer la lluvia, obligando a la cofradía a acelerar el paso para refugiarse lo antes posible en el templo, donde se rezaron las últimas estaciones de este vía crucis que incluye una decimoquinta: la Resurrección del Señor.
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