Madrugada de Viernes Santo en Jerez. De una casa de la calle Naranjas sale una familia al completo, muchos de sus miembros con la túnica morada, el esparto amarillo y la toca de corte egipcio en los varones, y capuz en las mujeres. Van hacia la Capilla de San Juan de Letrán para participar en la estación de penitencia de la Hermandad del Nazareno, la cofradía de toda la familia. De mi familia. Mi tío mayor portará la cruz de guía, mientras que mi padre y otro de mis tíos se turnarán llevando al Nazareno, o como siempre se ha conocido en casa, a Jesús sobre sus hombros en el mismo puesto heredado de mi abuelo. Otra tía acompañará al Señor todo el recorrido desde detrás del paso. Y los niños formaremos parte del cortejo infantil, entrañablemente desordenado. Mi abuela nos buscará por las calles a la salida, irá a descansar y nos recogerá a la entrada.
La escena narrada no es de este año. La escena no se repetirá y ni siquiera sale ya nadie de aquella casa de la calle Naranjas rumbo a San Juan de Letrán. El tiempo pasa y ya pocas cosas permanecen. Aunque una sí. La devoción familiar por Jesús. También por San Juan y por la Virgen del Traspaso. Pero en casa, Jesús es Jesús. Sin más. Esta noche, la Madrugá en el lenguaje sevillano trasplantado más allá de sus fronteras, en Jerez se llama Noche de Jesús. Y en este 2018, el año del reencuentro, la Noche de Jesús lo iba a ser más que nunca. Con todo derecho.
Y eso que la cosa no pintaba bien. Cuando la Virgen de la Confortación, de la Oración en el Huerto, estaba acercándose a Santo Domingo para echar el cerrojazo al Jueves Santo, llegaban las primeras noticias. La información meteorológica hablaba de alto riesgo de lluvia para las primeras horas de la mañana del Viernes Santo; una lluvia que cogería a cinco hermandades en la calle, las que conforman esta Noche de Jesús que estaba en el aire.
Con estas previsiones, de San Miguel llegaba la primera decepción. La Hermandad del Santo Crucifijo de la Salud suspendía su estación de penitencia. Y eso pese a que parecía ser la cofradía que lo tenía más fácil de todas por su horario. Debía salir a la una y media de la madrugada y estar de vuelta en su templo a las siete menos diez. En caso de cumplirse las predicciones, le habría bastado con acelerar un poco para alcanzar la parroquia.
Hay quien habla de decisión precipitada, pero tengamos en cuenta que el propio párroco de San Miguel antes de Semana Santa ya andaba criticando a las hermandades que se ponen en la calle con alto riesgo de lluvia, e incluso llegó a amenazar con no acoger en su iglesia a las que hubieran salido con un ochenta por ciento de probabilidades de agua si necesitaban refugio, palabras que después tuvo que matizar y corregir el propio obispo. En estas circunstancias, tampoco es difícil entender el rápido "no" de la Hermandad del Santo Crucifijo.
Una pena, dado que estamos ante una hermandad con un impresionante patrimonio histórico y artístico, con un crucificado titular magistral, obra de José de Arce en el siglo XVII. Quizá también pesó en la negativa que se acababa de restaurar su paso, labor llevada a cabo por David de Paz durante varios meses. Se trata de una obra de 1945 de Francisco Ruiz Rodríguez, conocido como Currito el Dorador, quien se basó para su realización en el paso del Cristo del Amor de Sevilla.
Para la estación de penitencia de este año, el paso iba a llevar un monte de lirios morados en claro contraste con el renovado dorado.
En el segundo paso, va la Virgen de la Encarnación, una de las primeras dolorosas de Antonio Castillo Lastrucci, realizada en 1929. El conjunto de palio y manto es una de las grandes creaciones de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, siendo una de las últimas que realizó, ya que de hecho el manto tuvo que ser finalizado por José Guillermo Carrasquilla tras morir Ojeda en 1930. El palio repite el dibujo de los de las cofradías sevillanas de la Hiniesta (cuyo palio original tenía el mismo corte) y del Gran Poder.
Una variedad de flores blancas adornaba este grandioso paso de palio que no pudimos disfrutar por las calles de Jerez acompañada únicamente por el sonido de las caídas golpeando los varales.
Diez minutos después de la salida del Santo Crucifijo debía ponerse en la calle la Hermandad de la Yedra, con sus dos grandes pasos: el misterio del Señor de la Sentencia y Humildad, imagen de Carmelo Vicent a la que rodea un conjunto escultórico de José Antonio Navarro Arteaga (y que incluye la presencia de Barrabás); y el paso de palio de Nuestra Señora de la Esperanza, atribuida a Diego Roldán, del siglo XVIII, dolorosa que fue la antigua titular de la Cofradía de Dolores del Convento de Belén, antecedente de la actual Hermandad de las Tres Caídas, como quedó explicado en la crónica del Miércoles Santo (ver).
Para la Yedra la estación de penitencia era más complicada por su recorrido más largo y su entrada tardía, pasadas las once de la mañana. No dejó pasar demasiado tiempo para anunciar que tampoco saldría a hacer su estación de penitencia. Se quedó en la ermita su principal estreno de este año, la nueva túnica bordada en oro sobre terciopelo morado para el Señor de la Sentencia y Humildad que ha confeccionado el taller de Santa Bárbara.
Así pues, las miradas se dirigían ahora al Convento de San Francisco, sede de la Hermandad de las Cinco Llagas, con un horario en principio tampoco demasiado complicado para la previsión anunciada de lluvia, dado que debía salir a las dos y cuarto, y regresar a las siete en punto de la mañana. Pero no se arriesgó, lo que dejó sin salir a la última de las tallas de Cristo que nos quedaba por ver de las realizadas para la Semana Santa por Ramón Chaveli, y considerada por muchos como la mejor. Y tampoco salió el paso de palio de María Santísima de la Esperanza, talla anónima de principios del siglo XX, que este año estrenaba capataz en la persona de Eduardo Torné.
Y hasta aquí la primera parte de las salidas de la Noche de Jesús, dado que las dos hermandades que quedaban por decidir, el Nazareno y la Buena Muerte, tienen su salida fijada a las tres y media de la madrugada. No parecía fácil en cualquier caso, visto lo visto.
Sin embargo, en San Juan de Letrán no estaban dispuestos a dejar a Jerez sin su noche y, teniendo en cuenta las previsiones meteorológicas, se diseñó un nuevo recorrido, más breve, y aprovechando la ausencia de las dos cofradías que la anteceden en carrera oficial, Santo Crucifijo y Cinco Llagas, optó por adelantar en media hora la salida. Así, contra todo pronóstico, la Hermandad del Nazareno anunció que a las tres de la madrugada la cofradía estaría dispuesta y saldría a las calles de Jerez por su itinerario habitual hasta la Catedral, y después volvería con mayor rapidez por la Plaza de la Asunción, Plateros, Tornería y Rafael Rivero hasta la Alameda Cristina. Según sus cálculos, a las siete estarían de vuelta, realizando en sólo cuatro horas una estación de penitencia que en los programas de mano duraba cinco y media.
Esa familia de la calle Naranjas habría tenido que correr un poco más para llegar a tiempo a la capilla. Pero lo habría hecho contenta. Jesús iba a salir.
Y ahora, con esta noticia, ¿qué haría la Buena Muerte? Su horario oficial va de las tres y media a las diez menos veinticinco, y su recorrido es más largo, al tener su sede en la Iglesia de Santiago, que veinticuatro horas antes veía el regreso triunfal de la Hermandad del Prendimiento. Lamentablemente, tras la decisión del Nazareno no hubo efecto dominó. La lluvia anunciada para la mañana no daba tranquilidad a esta hermandad que en 2012 se mojó a base de bien durante su regreso en la mañana del Viernes Santo, sin que encontrara refugio hasta la Basílica de la Merced, de la que salía entonces por el cierre de Santiago.
Otras dos imágenes de Castillo Lastrucci, el Cristo de la Buena Muerte y la Virgen del Dulce Nombre, tampoco salieron en esta Madrugada del Viernes Santo a la que iban a aportar un clasicismo floral casi en extinción, con un tupido monte de claveles rojos en el paso del crucificado y claveles blancos en el palio.
La última decepción de la noche se conoció cuando ya la cruz de guía del Nazareno, la misma que vimos el Jueves de Pasión anteceder a la Hermandad de Bondad y Misericordia (ver), guiaba a su singular cortejo por las calles de Jerez, cumpliendo así un año más con el peregrinar de sus cofrades hasta la Catedral. Y delante, abriendo camino, la Agrupación Musical Santísimo Cristo del Calvario, de Ubrique, despertando a la ciudad. Era la Noche de Jesús y no iba a faltar a su cita.
Pronto salió de la capilla el paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno, llevado, como los otros dos pasos de la cofradía, a la manera jerezana, con sus cargadores portándolo al hombro y con horquillas en las manos para sujetar el paso en las paradas. A los neófitos les llamaría la atención la presencia de un sayón de expresión burlona delante del Nazareno, tirando de él hacia el Calvario. Es Marquillo, denominación con la que popularmente ha pasado al vocabulario cofradiero de la ciudad. El origen del nombre es incierto: unos hablan de la contracción de las palabras "mal chiquillo", mientras que otros apuntan al diminutivo de Malco, el sayón al que San Pedro cortó la oreja en el huerto y el que abofeteó al Señor ante Anás. Curiosamente, si nos fijamos en la cartela frontal del paso del Señor del Gran Poder de Sevilla lo encontraremos también tirando del Señor mientras carga con la cruz. Lo cierto es que la historia nos habla de una estrecha relación histórica entre ambas hermandades.
Durante muchos años, el paso del Nazareno era iluminado por faroles, los que ahora tiene en las esquinas el paso de Bondad y Misericordia, y los de los costeros, hoy utilizados por el Señor del Amparo de la Hermandad del Consuelo. Sin embargo, con acierto se recuperaron hace tiempo los antiguos candelabros de guardabrisa, mucho más adecuados para el paso, que este año estaba adornado con lisiantum morado, además de otras especies del mismo color.
En el momento de la salida, la Banda de Música Nuestra Señora del Carmen, de Prado del Rey, que en la tarde del Jueves Santo había acompañado al misterio de la Lanzada (ver) y que ahora iba a ir detrás del palio de la Virgen del Traspaso, tocó el Himno de España. Después, el Nazareno fue en silencio durante el recorrido, aunque cuando el paso traspasó el cancel de forja y pisó la Alameda Cristina fue recibido con un aplauso por la multitud congregada en la salida.
Detrás, tras los cofrades varones con toca egipcia y las mujeres con capuz y faroles, salía el segundo paso, en el que los jóvenes de la hermandad llevan a San Juan Evangelista, recibido al salir, como es tradicional, con la Marcha del Infante por parte de la banda de Prado del Rey. Vestido con túnica verde y mantolín rojo, como corresponde a las tallas del Discípulo Amado, portaba en su mano derecha una artística palma rizada y contaba con cuatro grandes mazos de claveles rojos como exorno floral de su pequeño paso.
Finalmente, el Himno de España anunció la salida de Nuestra Madre y Señora del Traspaso, dolorosa que a finales del siglo XIX sustituyó como titular a la actual Virgen de los Dolores de la Hermandad de las Tres Caídas. Es obra atribuida a Ángel Marcé y preside el único paso de palio que queda en Jerez que es portado a hombro y con horquillas, lo que le otorga aún mayor valor como recuerdo de unas maneras típicamente jerezanas que acabaron cayendo en desuso.
La música sí acompaña a la Virgen del Traspaso durante todo su recorrido, por lo que, una vez en la Alameda Cristina, comenzó a caminar con su característico movimiento a los sones de la marcha "Hosanna in excelsis", a la que seguiría a continuación, camino de la cercana carrera oficial, "La Estrella Sublime".
A la Hermandad del Nazareno le correspondió abrir y cerrar una carrera oficial preparada para cinco corporaciones. Lo hizo antes de lo previsto por la media hora de adelanto en la salida para esquivar la lluvia anunciada para unas horas después. Y, además, discurrió con un paso más acelerado de lo normal.
Eso era lo de menos. Lo importante es que Jerez vivía su Noche de Jesús y acompañaba a las tres imágenes titulares por las calles. En la Alameda Cristina, ya dentro de la carrera oficial, la agrupación musical que abría el cortejo fue advertida de que debía acelerar el paso. Tenía la cruz de guía prácticamente pegada.
Desde Aladro y la Alameda Cristina, la cofradía tomó la calle Larga, donde no habían sido colocadas las sillas. Pocos abonados suelen ocuparlas en una Madrugada normal. En la de este año, con una sola cofradía y con bastante frío, menos. Mejor para el cofrade de a pie, que pudo seguir sin problemas el discurrir de cada paso.
El del Nazareno alcanzó la Rotonda de los Casinos, antiguo inicio de la carrera oficial, y vino a pararse justo en ese punto de la calle Larga que era perfectamente visible desde la casa de mi abuela, hoy cerrada a cal y canto como la de mis tíos, justo enfrente. Desde el lado izquierdo del paso se puede contemplar la cruz de carey y plata que lleva Jesús sobre sus hombros. Y hay que destacar también la túnica de terciopelo azul bordada en oro a realce, una pieza que en el seno de la hermandad recibe el nombre de "túnico" de las avefrías, debido a los pájaros que tiene bordados. Se trata de una importantísima pieza textil de autor desconocido realizada en el siglo XIX y restaurada en 2010 por Jesús Rosado.
Más atrás seguía San Juan los pasos del Señor, y finalmente la Virgen del Traspaso, que pasó de Aladro a la Alameda Cristina con la marcha "Coronación", seguida después por "Alma de la Trinidad".
Desde Larga y Lancería, la cofradía alcanzó la Plaza del Arenal para girar hacia Consistorio, camino de la Plaza de la Asunción, en la larga carrera oficial jerezana. Muy acompañado, como siempre, Nuestro Padre Jesús Nazareno por numerosos devotos caminando tras este paso que, como el de San Juan, fue obra de Juan Pérez Calvo a mediados de los años cuarenta del siglo pasado.
En cuanto al paso de la Virgen, tiene bordados del taller de Olmo en el palio, mientras que el manto y la saya son de escuela valenciana, del siglo XIX. El palio fue ampliado a finales de los años setenta y pasado de terciopelo rojo a morado. La orfebrería, por su parte, es del taller de Villarreal, a excepción de la enorme corona, que es de Emilio Landa.
En su camino a la Catedral, tras la Virgen del Traspaso sonaron las marchas "Madre Hiniesta" de la calle Consistorio a la Plaza de la Asunción, y "María Santísima de la O" al tomar José Luis Díez.
Con éxito, aunque con un ritmo más rápido de lo habitual, la Hermandad del Nazareno conseguía hacer su estación de penitencia a la Catedral. Ahora tocaba el regreso a San Juan de Letrán, para el que, como queda dicho, se recortó el itinerario.
Así, tras bajar por el Reducto hasta la Plaza del Arroyo, tomó de nuevo José Luis Díez y la Plaza de la Asunción hacia la Plaza Plateros, donde se dirigió a la calle Tornería, dando lugar a estampas inéditas en la Noche de Jesús.
Eran las seis y media de la madrugada cuando, con el paso de palio de la Virgen del Traspaso ya en Tornería a los sones de "Caridad del Guadalquivir", comenzó a llover débilmente, obligando a acelerar un poco más, aunque no demasiado, dado que la estrechez de la calle no permitía al palio correr. Fue sólo un susto, ya que pronto la lluvia cesó para que la recogida pudiera hacerse con más tranquilidad.
Por fin, cuando ni siquiera había comenzado a amanecer, el Nazareno volvía a casa y entró en la capilla mirando hacia la calle con el Himno de España interpretado ahora por la Agrupación del Cristo del Calvario, de Ubrique, que se había esperado tras la entrada de la cruz de guía. Y también esperó la entrada de San Juan, para la que tocó la Marcha del Infante con los jóvenes cargadores moviendo su pasito hasta perderse en el interior del templo.
Finalmente, desde la Puerta de Sevilla llegó a la Alameda Cristina el paso de palio de la Virgen del Traspaso, que este año estuvo adornado con rosas blancas. Detrás sonaba la marcha "Virgen de los Negritos", mientras que delante del paso se situó el obispo de Jerez, José Mazuelos, que no quiso perderse la recogida de la única hermandad que se había echado a la calle.
El propio obispo tocó el llamador antes de que la dolorosa alcanzara el cancel de entrada al atrio de San Juan de Letrán, lo que hizo a los sones de "Encarnación Coronada". Posteriormente, fue el turno de "Pasan los campanilleros", composición a la que sucedió el Himno de España a las siete en punto de la mañana, aunque con el cielo aún negro.
La amenaza de lluvia hizo muy diferente la estación de penitencia de la Hermandad del Nazareno. Tampoco habría sido igual si todo hubiera salido según lo previsto. Ni hubo ni podría haber vuelta a casa, cansados todos, de la familia de la calle Naranjas, un desayuno rápido mientras se comentaba lo vivido durante la noche, curiosidades, anécdotas, bromas, sensaciones, recuerdos...
Ni mi abuela nos habría ido a recoger a la capilla, ni mi tío mayor habría dejado la cruz de guía en su sitio con algún chiste sobre lo demasiado cansados que estaban sus brazos como para poder peinarse la calva, ni mi padre acababa de salir de debajo del paso de Jesús... aunque hoy, y por siempre, esté vistiendo su túnica morada en el cortejo eterno de la cofradía que forman los que se fueron.
Allí, a las puertas de la capilla donde nos hicimos la foto de familia más completa el día que mi abuela cumplió ochenta años, una foto ya imposible, la memoria, allí sí, escogió el camino más corto para herirme. ¿Nostalgias?
Muy bueno tu reportaje, pero me hubiese gustado que en la madrugá te hubieras desplazado a Sevilla y poder contemplar la noche grande y ver fotos de la Esperanza Macarena.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, pero desde 1999 no he faltado a una Semana Santa en Sevilla y puedes ver mis crónicas de la Madrugá desde 2011 a 2017. Este año he optado por volver a mis raíces, que ya tenía ganas, y he disfrutado como un chiquillo.
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