La Iglesia de San Buenaventura acoge desde ayer y durante todo el día de hoy el besamanos a Nuestra Señora de la Soledad, culto que en la corporación del Viernes Santo coincide con la festividad de la Inmaculada.
Este año la priostía ha preparado un montaje muy distinto al de años anteriores, con la Virgen situada al fondo del espacio reservado al besamanos, en la cabecera de la nave de la Epístola, sobre unas escaleras forradas en color rojo y elevada en una fina peana de plata.
Un enorme repostero de damasco negro con el escudo de la hermandad pintado en el centro se encuentra detrás de la dolorosa, que está vestida con su manto de salida, toca de sobremanto de encaje y saya blanca de tisú bordada en oro. La Virgen de la Soledad lleva un pecherín de orfebrería propiedad de su vestidor, José Antonio Grande de León, además de un puñal. Luce la diadema de salida y tiene muy elevada la mano izquierda, con la que sujeta un pañuelo de encaje, y extiende la derecha para que los devotos la besen.
Junto a la Virgen se sitúan dos altos candelabros plateados con velas de color blanco y alrededor hay diferentes centros florales con varias especies, entre las que llaman la atención las rosas de color rosa de gran tamaño.
El espacio del besamanos está delimitado con telas de damasco negro y a un lado y a otro se han colocado sobre sendas mesas y ante unos sencillos doseles las tallas de San José y San Francisco, que están entre candeleros con cera blanca, como también lo es la de los doseles dorados ubicados junto a los escalones de acceso a la Soledad.
Por último, hay que indicar la presencia de una alfombra que ocupa prácticamente todo el espacio y la del estandarte corporativo fuera de éste, en el lado izquierdo.
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