martes, 18 de febrero de 2020

EL NAZARENO DE MARCHENA. LA DEVOCIÓN DE UN PUEBLO


Hasta el pasado sábado pudo visitarse en la sede del Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla, en la calle Sierpes, la exposición "El Nazareno de Marchena. La devoción de un pueblo", una nueva oportunidad de conocer con detalle una cofradía de la provincia de Sevilla, que durante más de una semana ocupó un lugar en pleno corazón de la capital hispalense.
La Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Marchena tiene sus orígenes en algún momento entre finales del siglo XVI y principios del XVII, horquilla temporal en la que se enmarca la talla del Nazareno. En las primeras décadas del XVII se estableció en la Parroquia de San Miguel, templo mudéjar levantado a principios del XVI en los arrabales de Marchena.
Precisamente por esta razón, lo primero que se mostraba en la exposición, en una pequeña vitrina ubicada en el patio, eran la espada de San Miguel y el escudo de la imagen, piezas ambas de autoría anónima de los siglos XVIII-XIX.


También veíamos la reproducción de una vista de Marchena del año 1575, perteneciente al Registro de la Propiedad de la localidad.


A continuación, para hacer hincapié en la gran devoción que tienen los marcheneros por su Nazareno, se mostraban fotografías de diversos retablos cerámicos, así como algunos exvotos y antiguas fotografías de la imagen.




Entrando en la primera sala de la muestra, encontrábamos un conjunto formado por los actuales respiraderos y faldones del paso del Nazareno, de los talleres de José Manuel Elena Caro (1992) y dos de los ángeles del paso con motivos de la Pasión, obra de Juan Pérez Calvo (1942).






A su lado estaban los antiguos respiraderos, tallados por Juan Pérez Calvo en 1942 y reformados por Juan Díaz en 1971. Sobre ellos, había dos de los antiguos faroles de plata, obra de Palomino de 1929.





También se mostraba el relicario de Santa Eulalia con forma de cruz, de autoría anónima y fecha desconocida.


Continuamos con el estandarte corporativo, bordado en oro y sedas por José Manuel Elena Caro en 2003, con una cruz como remate obra de Nicolás de Cárdenas (1760).



Seguidamente, había instalada una especie de altar con una foto del Nazareno y la utilización de diferentes elementos, tales como un frontal de altar para cultos de Juan Rafael Lora Guisado (2014), unos candelabros de forja de autor anónimo del siglo XVIII, modificados en 2015 por Lora Guisado, unos estípites con carpintería de Francisco Jiménez y dorados por Lora Guisado (2011) y una credencias diseñadas también por este último (2013). Además, estaban aquí otros dos ángeles del paso del Nazareno y los otros dos antiguos faroles.








Después se mostraba el llamado estandarte de la catequesis, de autor anónimo (1912), con una pintura del Nazareno de R. Vasco.


Veíamos ahora una vitrina en la que se exponían el Libro de Reglas realizado por Lorenzo Jiménez Rueda en 1974, que contiene las reglas de 1797; y unas bandejas petitorias de plata, labradas por Palomino hacia 1841.



La antigua cruz de salida del Nazareno se mostraba a continuación, realizada en carey por un autor desconocido a finales del siglo XVII o principios del XVIII.



Después podíamos observar otro conjunto de elementos de la hermandad alrededor de una antigua foto del Nazareno. Así, había un frontal de altar del retablo mayor de mediados del siglo XVIII restaurado y dorado por Antonio Díaz en 1976; una lámpara de plata del primer tercio del siglo XVIII y otra de José de Olavide de mediados del XIX; unos ángeles de autor anónimo del primer tercio del siglo XVIII; y seis candeleros de Jesús Domínguez Machuca (2013).






Enmarcado en artística madera dorada se conserva el óvalo del antiguo estandarte de la hermandad, pintado por un autor desconocido en el primer tercio del siglo XIX.


Seguimos con una vitrina en la que se mostraban el conjunto de potencias y corona de camarín del Nazareno, obras anónimas del primer tercio del siglo XIX; las potencias y corona de salida, de Francisco de Paula Castillo (1817); un anillo de oro donado en la década de los ochenta del siglo pasado; unos gemelos de 2018; y la Medalla de Oro de la Villa de Marchena, de 2007.






Seguía la muestra con el estandarte de Nuestro Padre Jesús, realizado en 1844 por Francisco de Paula Pérez Sánchez.



A su lado se podían leer distintas indulgencias concedidas a la Hermandad del Nazareno de Marchena por parte de la autoridad eclesiástica.




La primera sala finalizaba con la presencia de tres túnicas del Nazareno, como la roja de Pascual Esparragosa, de 1802; la color burdeos de Manuel María Ariza (1855), completada por María Teresa del Castillo (1872) y por las Hermanas Antúnez (1897), pasada a nuevo terciopelo por Fernández y Enríquez (1996); y la morada de Jaime Zaragoza Ibáñez (2018).




El recorrido marcado en la exposición nos llevaba ahora de nuevo al patio, donde, entre un buen número de fotografías de la hermandad, muchas de ellas de la salida procesional, nos encontrábamos con una enorme foto de los años setenta tomada durante el llamado Mandato, acto que cada mañana de Viernes Santo tiene lugar en la Plaza Ducal, donde se narran los diversos momentos de la Pasión con los tres pasos de la cofradía (Nazareno, San Juan y Virgen de las Lágrimas) colocados en hilera.


Uno de los momentos de la Pasión, el de la Sentencia de Cristo, lo lee un hermano vestido de soldado romano, cuyo traje veíamos junto a la fotografía.


Un panel explicaba las particularidades de la procesión del Nazareno de Marchena. En él se indicaba que el cortejo, sin los pasos, se forma en el templo y posteriormente se dirige a la Plaza Ducal para la celebración del Mandato. Allí se forman dos filas de nazarenos portando los llamados "pasos", tablas pintadas con las diferentes escenas de la Pasión, y diversos enseres.
Uno de ellos es el paño de la Verónica, que cambia cada año. En la muestra veíamos el de 1971, de Mercedes Pascual Rodríguez, y el de Antonio Calle Martín, de 1992, expuesto éste junto a un maniquí con la vestimenta de la Verónica y bajo un palio de respeto.



A su lado, estaban la cruz de manguilla del siglo XVII entre los faroles de Manuel María Palomino, de 1848.


Seguimos con el senatus de la centuria, anónimo de finales del siglo XIX.


Se exponían también las varas del hermano mayor, del teniente de hermano mayor y de oficial, realizadas por Nicolás de Cárdenas en la segunda mitad del siglo XVIII con un escudo de J. Domínguez de 2008.





A continuación, veíamos un nazareno con la antigua túnica que vestían, caracterizada por ir los hermanos con la cara al descubierto y llevar un tocado de estilo egipcio, y otro con la túnica actual. Ambos sujetaban sendos "pasos" con las escenas del interrogatorio a Jesucristo, pintada por Salvador Cabello, y el lavatorio de las manos por parte de Pilatos, de Eugenio Fernández, ambos de mediados del siglo XX.





Y entre ambos nazarenos se colocaron en el suelo unas cadenas de las que llevan algunos nazarenos atadas a los pies.


Seguimos con la pértiga y dos ciriales labrados por los talleres de Orfebrería Villarreal en 2015.


Detrás estaba el guión de la Juventud, de damasco rojo bordado en sedas de colores, obra de María del Carmen López Sánchez (2000), con pintura de Juan Rafael Lora Guisado, responsable también del diseño.


Tambien veíamos una bocina de autoría anónima, con un paño de terciopelo burdeos bordado por Enrique Carrasquilla en 1939.


Otros dos motivos portados por los hermanos en el cortejo son el gallo y la columna, pintados por Salvador Cabello en la segunda mitad del siglo XX.


Pasamos ahora a una vitrina con más elementos curiosos que portan los hermanos en el cortejo, como el martillo y los clavos, de la segunda mitad del siglo XX.


A su lado, estaba el escudo del antiguo estandarte, realizado por Francisco de Paula Pérez Sánchez en 1844, con un cáliz añadido en 1959.


También se mostraban tres cruces de orfebrería de autoría anónima, de la segunda mitad del siglo XX.


A continuación, había una linterna de Lorenzo Jiménez Rueda, de 1970.


Del mismo orfebre y del mismo año son la espada llameante y la serpiente, conocida como "la bicha".


Y también de Jiménez Rueda es el corazón llameante con tres clavos.


De la segunda mitad del siglo XX es la urna del sepulcro, realizada por un autor desconocido.


Y de la misma época son las tenazas.


Nos dirigimos ahora a la segunda sala del Mercantil, donde en primer lugar veíamos un panel donde se explicaba que desde 1959 la Hermandad del Nazareno de Marchena tiene el título de archicofradía sacramental, al adquirir el patrimonio de la antigua Hermandad Sacramental de San Miguel, cuyas reglas más antiguas que se conservan son de 1715. A esta antigua hermandad pertenecía un manifestador de madera dorada realizada por un autor desconocido en el siglo XIX.


A su lado, se mostraban un exvoto con el Santísimo Sacramento de 1802 y dos tablillas anunciando la presencia del Santísimo, una anónima y la otra de Antonio Pliego, de los años sesenta.




A continuación, veíamos el estandarte sacramental, confeccionado por un autor desconocido en el primer tercio del siglo XIX.



Del mismo siglo es el palio del Santísimo, también de autor anónimo.


A continuación encontrábamos una lámpara de plata de finales del siglo XVIII.


Debajo, se situó una vitrina en la que se mostraban un paño de hombros realizado en 2004 por María del Carmen López Sánchez; una custodia de Palomino de mediados del siglo XIX; un portaviático anónimo del XIX; y una bandeja petitoria de 1841, de Palomino.



A su lado, se exponía un lienzo anónimo del siglo XVIII con la escena de la Adoración de los Pastores.


Veíamos ahora tres exvotos sobre curaciones milagrosas de enfermos que encomendaron su sanación a Nuestro Padre Jesús Nazareno y a la Virgen de los Remedios, imagen letífica que procesiona en la jornada del Domingo de Resurrección y que se unió a la Hermandad del Nazareno en 2005 tras haber sido titular de una hermandad desaparecida.




Precisamente, al lado estaba el estandarte de la Virgen de los Remedios, bordado en oro sobre terciopelo rojo por Vicente Bazo hacia 1760, con una pintura de José María Lora de la década de los sesenta del siglo XX y un antiguo varal de palio de 1855 como asta.



Veíamos después una ráfaga de Nuestra Señora de los Remedios y una media luna, ambas de finales del siglo XVIII de autor desconocido.


También se mostraba un Niño Jesús anónimo del siglo XIX.


A su lado se colocaron diferentes vestimentas del Niño Jesús que lleva en sus brazos la imagen de Nuestra Señora de los Remedios.





El año pasado la Virgen de los Remedios estrenó una saya blanca de tisú bordada en oro por José Librero en 2019.


También de Librero y del año pasado es el manto de la Virgen de los Remedios conocido como el de las estrellas, bordado en oro sobre terciopelo rojo.




A continuación se mostraban la vestimenta de San Juan Evangelista, que procesiona el Viernes Santo en un paso propio entre los del Nazareno y la Virgen de las Lágrimas. La túnica, de terciopelo verde, fue bordada en oro por Manuel María Ariza en la década de los años sesenta del siglo XIX, y pasada a nuevo tejido por José Manuel Elena en 2004. El mantolín, de terciopelo rojo, también fue realizado por Ariza, aunque con forma de capa; en 1971 fue pasado por las monjas de Santa Clara, de Marchena, y en 2004 por José Manuel Elena.


Veíamos después el manto azul de la Virgen de los Remedios, bordado por Manuel María Ariza en 1863 y pasado a nuevo soporte por Jesús Rosado Borja en 2006.



Después encontrábamos tres exvotos relacionados con la Virgen de las Lágrimas en solitario, o junto al Nazareno. Hay que apuntar que desde el siglo XIX forma parte de la Hermandad del Nazareno esta dolorosa, cuya imagen actual es de Manuel Gutiérrez Cano (1860).




Al ajuar de la Virgen de las Lágrimas corresponde una saya blanca de los talleres de Fernández y Enríquez, del año 1999, y una media luna de Francisco de Paula Pérez Sánchez, de 1854.


También veíamos una saya y un manto, ambos de terciopelo negro bordado en oro por Manuel María Ariza y María Teresa del Castillo en el último tercio del siglo XIX.



Como veíamos antes con el Nazareno, también la hermandad conserva enmarcado el óvalo de un antiguo estandarte de María Santísima de las Lágrimas, del primer tercio del siglo XIX.


Después había tres piezas de la candelería del paso de palio de la Virgen de las Lágrimas, de Jesús Domínguez Machuca (2013).


Continuamos con diferentes joyas mostradas en una vitrina, como las coronas de la Virgen de los Remedios y del Niño Jesús, de finales del siglo XVIII; anillos y pendientes de los siglos XIX y XX; unos rosarios y unos zapatos del Niño, de finales del XVIII.





También se mostraban el nimbo de diario de San Juan Evangelista, de la segunda mitad del siglo XVII; y el de la salida procesional, de José Olavide, del siglo XIX.



Y a su lado, diversos enseres del ajuar de la Virgen de las Lágrimas, como la corona de salida, de Pascual Salas (1862); la de diario, de autor anónimo (1860); el puñal de salida, de José Olavide (1860-1870); el realizado el año pasado por Lucio Rodríguez García en plata sobredorada y piedras preciosas; el broche de las cinco cruces, de Jesús Domínguez (2005); y diferentes rosarios, broches y medallas, como la de la Orden de Isabel La Católica.






Y terminaba esta segunda sala con la presencia de diferentes encajes de la Virgen de las Lágrimas de los siglos XIX y XX, y con una fotografía de la dolorosa en el paso de palio.





De nuevo salimos al patio, donde encontrábamos el antiguo palio de la Virgen de las Lágrimas junto al actual. De ambos se mostraban la caída trasera, el manto, dos varales y parte de los respiraderos. En el caso del antiguo, pertenece en la actualidad a la Hermandad de la Amargura de Constantina. Tanto las caídas como el manto son de Elisa Rivera, de 1889. Las caídas tienen un añadido de crestería de Guillermo Carrasquilla (1939) y fue reformado por la cofradía de Constantina al adquirirlo. El manto, de terciopelo rojo, fue pasado a nuevo soporte por las Mercedarias Descalzas de San Andrés, de Marchena, en 1953.







A su lado estaba la trasera del palio actual, del que las caídas son de Guillermo Carrasquilla (1949), pasado a nuevo soporte por Esperanza Elena Caro entre 1978 y 1984. Y el manto, de terciopelo azul como el palio, fue confeccionado por Fernández y Enríquez en 1999.








Delante de los palios, en una vitrina, se mostraban diferentes documentos históricos de la hermandad, como los contratos de ejecución de piezas de su patrimonio, reglas impresas o estampas de los titulares.



Continuamos con las pinturas anunciadoras de los cultos a la Virgen de las Lágrimas, que se celebran cada año en las vísperas de la festividad de la Inmaculada Concepción. Se mostraban los pintados por Macarena García Jiménez (2014), Luis Camacho Campoy (2015), Antonio Calle Martín (2016), Juan Rafael Lora Guisado (2017), Juan Antonio Cortés Gavira (2018) y Antonio Manuel Pliego Álvarez (2019).







Por último, la exposición finalizaba con una invitación de bizcochos marcheneros y aguardiente por parte de la hermandad a los visitantes, como ocurre cada año el Domingo de Resurrección en la localidad, así como con la presencia de un plato de cerámica realizado por Juan Rafael Lora Guisado (2013) y las jarras de las Handoscas o Jandocas, de autoría anónima del siglo XIX.



Con este curioso detalle de los cofrades marcheneros finalizaba esta exposición que permitió a los sevillanos acercarse a la rica historia y al interesante patrimonio de una de las principales devociones, a veces injustamente desconocidas, de la provincia de Sevilla.

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