Cada año los cultos anuales en honor a Nuestra Madre y Señora de la Merced, de la Hermandad de Pasión, comienzan con su besamanos. En este año para el olvido lógicamente no ha habido ocasión de besar las manos de la dolorosa, pero eso no ha impedido que fuese expuesta a la veneración a los pies del Señor de Pasión, como es habitual.
Para evitar la total cercanía con los devotos, la Virgen de la Merced fue situada pegada al retablo de la hermandad, en el interior de la capilla sacramental de la Iglesia del Salvador, y elevada sobre su peana procesional. En esta ocasión, estaba vestida con el manto de terciopelo azul bordado en oro y sedas por Jesús Rosado en 2018. En el besamanos de aquel año la Virgen fue situada fuera de la capilla, lo que permitió contemplar las estrellas bordadas en la espalda, así como el emblema de la Orden de la Merced (ver). Y el mismo manto fue el que se le puso en 2019 (ver), por lo que son ya tres años seguidos los que se presenta con él en este culto.
Como en esos besamanos de los últimos dos años, la imagen vestía también la saya procesional, confeccionada por 1930 por Carmen Capmany y un tocado de encaje. También lucía su corona de salida, realizada por Cayetano González en 1959. En el pecherín llevaba únicamente un puñal y un broche con el emblema mercedario. Asimismo, en la mano derecha sujetaba un pañuelo, mientras que en la izquierda no tenía nada.
Delante de la Virgen de la Merced se colocaron a cada lado dos jarras sobre pies de terciopelo rojo y base cuadrada. Las jarras contenían nardos, las mismas flores que había en un centro entre ambas. Asimismo, junto a la dolorosa de Sebastián Santos se colocaron dos altos blandones dorados con cera blanca. Más atrás, en el banco del retablo y en las peanas donde reciben culto la Virgen y San Juan se dispusieron numerosos candeleros con cirios blancos y con el emblema de la Merced pegado en cada uno de ellos. Además, había diferentes especies florales de tonalidades blanca y azul repartidas entre los distintos frisos del retablo y en pequeñas jarras.
Finalmente, en el lado izquierdo de todo el conjunto estaba el antiguo simpecado morado de la hermandad, obra de Patrocinio López de 1854, restaurada por José Antonio Grande de León hace dos años para convertirlo en la insignia conmemorativa del octavo centenario de la Orden de la Merced. Y en el lado derecho estaban el estandarte corporativo y la bandera concepcionista.
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