La pandemia del coronavirus nos privó el pasado sábado de ver a Nuestra Señora de los Dolores recorriendo en procesión extraordinaria las calles del Cerro del Águila por el LXXV aniversario de la hermandad. Sin embargo, la Virgen ha recibido a los devotos durante el fin de semana, y todavía hoy, lunes, bajo su palio y vestida como si fuera a salir a las calles.
Así la encontramos con motivo del acto de veneración que sustituye al tradicional besamanos con el que cada año concluyen los cultos de septiembre en su honor. En el presbiterio alto de la parroquia a la que da nombre, la Virgen de los Dolores se encuentra sobre su peana procesional, entre los doce varales de su paso, y bajo el techo y las caídas que conforman su palio.
No faltan los respiraderos, aunque las dos piezas traseras se han colocado delante, así como los ángeles de orfebrería que sostienen sendos faroles, los candelabros de cola y las jarras de los costeros, que cuentan con diversas especies florales de color rosa, principalmente claveles y astromelias.
La Virgen de los Dolores luce la corona labrada por los Hermanos Delgado para su Coronación Canónica, de la que el pasado día 15 se cumplieron dieciocho años, y está vestida con su manto de salida y con la saya de tisú de oro bordada en el mismo metal, prendas ambas realizadas por Francisco Carrera Iglesias precisamente en 2002.
En el pecherín, la dolorosa de Sebastián Santos tiene el corazón de oro con los siete puñales de oro blanco, brillantes y zafiros, y con la llama de oro blanco y amarillo con rubíes, obra de Joyería Ignacio de 1990. Más abajo está la Medalla de la Ciudad, concedida en 2002 por el Ayuntamiento de Sevilla, mientras que en el fajín rojo con borlones del mismo color y un entorchado lleva varios broches y medallas, como el alfiler con su advocación y las medallas de la Virgen de los Reyes y de la Hiniesta, entre otras.
Sujeta con la mano derecha un pañuelo y la cruz pectoral regalada por el Cardenal Carlos Amigo Vallejo en 2014, tras la función conmemorativa del XXV aniversario de la primera estación de penitencia de la Hermandad del Cerro a la Catedral; una cruz que al Cardenal se la había impuesto el Papa Benedicto XVI. Y en la mano izquierda porta un rosario de cuentas de carey engarzadas en oro con un crucificado de estilo colonial, obra de autor desconocido de principios del siglo XIX.
A los pies de la Virgen de los Dolores puede verse un ramo de flores regalado por la Hermandad de la Paz, mientras que en otros puntos del altar hay ofrendas similares de la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Sol y de la Asociación Filarmónica Cultural Santa María de las Nieves de Olivares. Estas ofrendas florales se suman a los centros con flores rosas que adornan el altar alrededor del palio, junto al que vemos dos mesas de madera dorada con un candelabro de velas blancas y dos pequeñas jarras cada una.
Finalmente, se han colocado en el suelo los cuatro faroles de los Hermanos Delgado que forman parte del paso del Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono, mientras que detrás un amplio cortinaje de damasco rojo oculta el retablo mayor de la parroquia del Cerro.
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