La Hermandad de la Resurrección expone hasta el próximo día 14 en la Iglesia de Santa Marina los ángeles que irán en las esquinas del paso del Señor Resucitado, con los que se completará la ampliación iniciada en 2013 y que ha consistido en el cambio de los candelabros, la realización de nuevas maniguetas y esquinas para los respiraderos y la subida en altura del sepulcro, del Señor y del ángel que lo acompaña.
A todo ello se añaden cuatro ángeles y sus correspondientes ménsulas y esquinas del canasto, que sustituirán a las cartelas hasta ahora existentes. Cuatro paneles acompañan la pequeña exposición de estas nuevas obras en la nave de la Epístola de Santa Marina. El primero de ellos se refiere a los cinco artistas que han participado en el proyecto y que son Manuel Martín Nieto en la talla de los ángeles, Manuel Peña Suárez en su estofado, Francisco Pardo Jiménez en su dorado, Francisco Verdugo Rodrigo en la talla de las esquinas y ménsulas, y Antonio Urbano Albalá en el dorado de éstas.
Un segundo panel explica la idea de la realización de los ángeles:
"La hermandad existe para ser anuncio y testimonio de la Pascua de Jesús. Por ello, los signos plásticos vinculados a la estación de penitencia deben comunicar al espectador que la salvación nos llega por la muerte y por la resurrección de Nuestro Señor, ligando visual e inseparablemente ambos aspectos del Misterio Pascual, y con mención de su memorial, la Eucaristía. Esto se va a expresar con cuatro ángeles (los mensajeros divinos) que muestran atributos del Misterio Pascual; es decir, tanto de la pasión como de la resurrección de Jesucristo, y cuatro figuras animales, en la tradición de representación cristiana primitiva, que narran el Misterio Pascual a manera de jeroglífico. Todos los atributos aluden directamente al propio Salvador, como conviene al paso procesional en el que se disponen".
Analizamos los cuatro ángeles por separado siguiendo la explicación que ofrece la propia exposición. El primero sujeta una cruz, la corona de espinas y los clavos. Son los símbolos de la muerte redentora de Jesucristo y objetos que estuvieron en contacto con el cuerpo de Jesús durante su pasión y fueron enriquecidos con su sangre. Destaca entre ellos la Santa Cruz, titular de la hermandad, a la vez patíbulo y trono del Señor.
A su lado hay un pelícano, ave de la que en la antigüedad se pensaba que resucitaba a sus polluelos muertos regándolos con su sangre o que las alimentaba con su propia carne. Por eso es una alegoría de Cristo, que se ofrece en sacrificio para nutrir a su pueblo de vida eterna. Y es también símbolo del sacramento pascual de la Eucaristía.
El segundo ángel sujeta el cirio pascual. Es la representación litúrgica de Jesús Resucitado, Luz del Mundo, durante el tiempo de Pascua. Tiene pintado el crismón, que es una imagen paleocristina de Cristo, quien mediante la luz triunfa sobre la nada y el tiempo, y es principio y fin de lo contingente.
En la otra mano tiene una cesta con pan y pescado, que aluden al encuentro del Resucitado con los discípulos en la orilla del lago de Tiberíades, durante el cual comparte con ellos estos alimentos. El pan es figura de Jesucristo entregado en el sacramento eucarístico. El pez se refiere a Jesús por alusión a la ballena de Jonás (profecía de la Resurrección) y al acróstico griego de "Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador", que significa "pez". Y la cesta representa al fiel que recibe a Cristo, y a la Iglesia que atesora y distribuye los dones divinos.
En la segunda pareja de ángeles encontramos en primer lugar al que sostiene el paño de la Verónica, que constituye, según piadosa tradición, otro atributo de la pasión del Señor; habría estado en contacto con el rostro divino del Salvador sufriente en su camino hacia el supremo sacrificio y es un signo de compasión y servicio ante el que sufre.
Este ángel cuenta también con una serpiente. Jesús mismo pone en relación su muerte en la cruz con la serpiente de bronce que Moisés, por mandato de Dios, expone elevada sobre un madero, de modo que todos aquellos envenenados por la plaga de serpientes curaran y vivieran con sólo mirarla. Y así como Israel miraba con fe a la serpiente de bronce y sanaba, así también todo pecador puede mirar a Cristo levantado en la Cruz del Calvario y encontrar la salvación en su misterio de muerte y resurrección.
Finalmente, nos detenemos en el ángel que tiene la Síndone de Turín o Sábana Santa, reconocida por la Iglesia como una imagen notable y venerada por muchos como el lienzo que cubrió el cuerpo de Jesús en el sepulcro. Si la Sagrada Mortaja, por contener su cuerpo muerto, se entendió como atributo de la pasión, ahora, en cambio, al exhibírsenos vacía y con la imagen del Salvador, se nos presenta como signo de su resurrección.
Este cuarto ángel tiene junto a él un cáliz, dado que beber de él (que puede contener tanto la sangre de Jesús como el agua de la vida apocalíptica) simboliza el renacimiento espiritual asociado al bautismo y a la Pascua, y el futuro de inmortalidad feliz de aquél que participa de la muerte y resurrección de Jesucristo. En el cáliz hallamos un último símbolo referente a la Eucaristía, fuente de vida eterna.
Igualmente vemos un pavo real, que renueva su riquísimo plumaje cada primavera y cuya carne, según San Agustín, es incorruptible. Representa la resurrección, la adquisición de un renovado cuerpo glorioso que ya no conocerá la corrupción, y el alma inmortal del cristiano fiel, significados que se refuerzan mediante la acción de beber del cáliz.
La muestra se completa con la presencia de una de las nuevas esquinas del canasto talladas por Francisco Verdugo, autor igualmente de los candelabros, de las maniguetas y de las esquinas de los respiraderos.
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