En 2009 se publicó una biografía de Rafael Bellido Caro, el que fuera primer obispo de la Diócesis de Asidonia-Jerez, escindida en 1980 de la Archidiócesis de Sevilla. Andrés Luis Cañadas fue su autor, quien decidió titular ese libro "Dejadme ser obispo a mi manera", una frase del propio Bellido, que pidió a los fieles de su diócesis comprensión, paciencia, respeto...
Y, ¿cómo fue "su manera" de ser obispo en relación con las cofradías de Jerez? Pues, al margen de las muchas cosas buenas que no dudo que las hiciera, su paso por la diócesis jerezana estuvo marcado por dos grandes noes: en primer lugar, el no a la fundación de nuevas cofradías, pese a que la inmensísima mayoría de las ya existentes se concentraban en un centro histórico cada vez más despoblado. Sólo en sus últimos años aprobó las reglas de la Hermandad de la Clemencia, pero hasta ese momento defendía incluso el "numerus clausus" de 30, que son las hermandades de penitencia que había (hoy son 45) alegando que era una buena cifra porque a esa edad comenzó la vida pública de Jesús. Y por otro lado, el no al Sábado Santo como jornada procesional, mandando en sus primeros años a las dos cofradías que salían ese día, Santa Marta y la Piedad, al Miércoles y al Viernes Santo, respectivamente. El Sábado Santo, decía y han seguido diciendo sus sucesores (el recientemente fallecido Juan del Río y José Mazuelos, actual obispo de Canarias) es para la reflexión, la meditación, el silencio...
"Dejadme ser obispo a mi manera", pidió. Y eso está muy bien. Recordaba yo esa frase durante estos días, durante esta Cuaresma y esta Semana Santa que acabamos de vivir, y me preguntaba si los obispos, los directores espirituales, los párrocos... nos dejan a los cofrades serlo a nuestra manera. Y me da a mí que no demasiado.
Tengo que confesar que he acabado muy harto de esa invitación del arzobispo de Sevilla a que los cofrades viviéramos esta Semana Santa (también la anterior) de una forma "íntima" al no salir las cofradías a la calle. Una Semana Santa más íntima, con un sentido más profundo, una reflexión sobre la Pasión de Cristo... Una Semana Santa, en definitiva, con más hondura, que es una palabra que le gusta mucho a monseñor Asenjo y a otros miembros con sotana de una Iglesia que, no se olvide, conformamos todos los creyentes. La Iglesia no la forman sólo los sacerdotes.
Muy harto de esa expresión he acabado. Porque lo que se infiere de esa invitación a la intimidad, a la profundidad, es que una Semana Santa sin cofradías es más "de verdad", sin la distracción de los pasos y todas esas cosas "accesorias", que poco menos que son vistos incluso como un estorbo. A las normas publicadas por el Arzobispado en Cuaresma me remito, en las que se ordenó a las hermandades que, al menos en las parroquias, hubieran desaparecido sus altares especialmente montados este año antes de la celebración de los Oficios.
El mismo Miércoles Santo la Hermandad de la Hiniesta publicaba en sus redes sociales que el paso del Cristo de la Buena Muerte, al que se había subido a la dolorosa de forma excepcional, ya había sido desmontado, los titulares estaban en sus altares y el presbiterio estaba despejado para los Oficios, que al parecer no se podrían haber celebrado con un paso montado en el altar mayor... Cosas del Arzobispado y del párroco de San Julián, que quizá considere que el paso (en años normales son dos los que hay montados) era un trasto molesto para sus Oficios.
Al modo Bellido Caro, yo diría: "Señor arzobispo, señores párrocos, señores directores espirituales: ¿nos dejan ser cofrades a nuestra manera?". ¿Por qué tengo la sensación de que algunos han aprovechado la pandemia para atarnos, aún más, en corto a los cofrades? Hablan de una Semana Santa íntima. ¿Están insinuando que la Semana Santa con pasos en la calle no es íntima? ¿Acaso hay algo más íntimo que vestir una túnica, cubrirse la cara con el antifaz y caminar durante siete, ocho o nueve horas junto a nuestros titulares en la intimidad del anonimato? ¿Pero es que están diciendo que un paso en la calle ya no es lo que siempre fue, un instrumento de evangelización?
Con pasos en la calle vivo mi fe desde que era niño. Así somos los cofrades. Ésa es nuestra manera. Y empiezo a estar un poco cansado de esa actitud displicente de algún que otro obispo o párroco hacia nosotros, hacia nuestra forma de expresar y vivir en público la fe que nos mueve. Empiezo a estar un poco harto de sentir que por emocionarme con un palio moviéndose a los sones de "Pasan los campanilleros" mi fe parezca menos perfecta que la del que reza el rosario en la intimidad de su hogar con cantos gregorianos como música de fondo. Es más, no es incompatible una cosa con la otra.
Estoy harto de tener que pedir perdón por vivir mi fe como la vivo y como la siento; de que me quieran hacer sentir un cristiano defectuoso al que mi pastor ha de estar permanentemente reconduciendo por el redil correcto. ¿Tan mal lo hacemos (casi) todo que algunos "jefes" con sotana tienen siempre preparado en la boca un "no" para nosotros? ¿Tan mal hemos evangelizado durante generaciones con nuestra forma de ser que debe ser motivo de alegría una Semana Santa "íntima", sin pasos? ¿Tan molestos somos que antes incluso de la Cuaresma ya nos estaban advirtiendo de que las iglesias debían quedar despejadas de "trastos" para la celebración de los Oficios?
¿Qué ha evangelizado más en esta tierra a lo largo de los siglos? ¿Los Oficios o nuestras imágenes en las calles? En estos tiempos de laicidad, de ataques a la fe, de creyentes escondidos y jóvenes alejados de la religión, ¿quiénes tienen más poder de acercar a la gente a los templos? ¿No son las cofradías las que lo consiguen? ¿Acaso es ése el problema? ¿Hay una cierta envidia en algunos?
Miren ustedes; ahora que está próxima la llegada de un nuevo arzobispo a Sevilla (también a Jerez), pediría que quien venga ejerza de pastor, por supuesto, dado que seguro que nos equivocamos en muchas cosas y ahí debe estar para que no saquemos en exceso los pies del tiesto. Pero rogaría a quien fuera el próximo inquilino del Palacio Arzobispal algo parecido a lo que rogaba el primer obispo de Asidonia-Jerez: déjenos ser cofrades a nuestra manera. Denos tiempo, conózcanos, empápese de nuestras formas, de nuestros sentimientos, de nuestra fe, que, a poco que lo piense, verá que es la misma que la suya.
Y recuerde que la manera en que viven muchos jerezanos el Sábado Santo, ese día de luto, reflexión e intimidad, es venirse a Sevilla a seguir viendo las cofradías que en Jerez están vetadas. Eso los que no se van a la playa, claro está.
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