El Señor de la Salud, de la Hermandad de la Candelaria, hizo ayer un viaje en el tiempo para reencontrarse en la Parroquia de la Magdalena con la Virgen de la Antigua y Siete Dolores, la dolorosa que, como la propia talla del Nazareno, fue titular de una importante cofradía extinguida que tenía su sede en la actual Capilla de Montserrat.
Ambos templos, la capilla y la parroquia, fueron ayer visitados por el Señor en un vía crucis extraordinario con motivo del centenario de la Hermandad de la Candelaria. Pero fue en la Magdalena donde se produjo el reencuentro entre la Madre y el Hijo, 141 años después de la marcha del Señor a San Nicolás para llenar el vacío dejado por el Cristo de los Gitanos, del que acabaría tomando la misma advocación.
Momento histórico y emocionante el que se vivió en una abarrotada Parroquia de la Magdalena, donde estuvo el culmen del vía crucis de ayer, que debía haberse celebrado en la pasada Cuaresma, aunque la pandemia obligó a retrasar la fecha.
Todo comenzó a las seis de la tarde, hora prevista para la salida desde la Parroquia de San Nicolás, aunque no estuvo exenta de cierta incertidumbre, dado que una media hora antes comenzó a llover, pero muy débilmente. El viento se llevó las nubes y, poco antes de salir la cruz de guía, unos cofrades de la Candelaria salieron a la puerta a mirar el cielo. Les bastó unos pocos segundos; lo que vieron les tranquilizó y enseguida se inició la salida del cortejo. Las insignias que separaban los distintos tramos de hermanos con cirios fueron la cruz de guía, la bandera blanca cruzada, el guión de la bolsa de caridad y el estandarte corporativo.
Tras los seis ciriales que lo antecedían, salió a la plaza que lleva su nombre la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Salud sobre las andas estrenadas para el Vía Crucis de las Cofradías de 2012. Llevaba su cruz de salida, así como las potencias que también luce en sus estaciones de penitencia del Martes Santo. El exorno floral estaba compuesto por un generoso monte de lirios morados.
Juan María Gallardo comandó las andas, que a lo largo del itinerario hasta la Magdalena iban a ser portadas no sólo por hermanos de la propia corporación de la Candelaria, sino también por cofrades de otras hermandades, tanto de las que tienen alguna vinculación de vecindad o de jornada con la de San Nicolás, como de aquéllas que tienen algún titular con la advocación de la Salud. La primera fue San Bernardo, cuyos hermanos se hicieron cargo de las andas en la plaza de Ramón Ybarra Llosent, donde además se rezó la primera estación del vía crucis: Jesús en el Huerto de los Olivos.
Ya en la primera de las estaciones quedó clara la intención principal del vía crucis, que no podía ser otra que la salud; rezar para que la pandemia se supere definitivamente y por las almas de todos los fallecidos en los últimos dos años.
Con algo de dificultad para avanzar, el Señor de la Salud tomó la calle Muñoz y Pabón, donde se rezó la segunda estación: Jesús traicionado por Judas. A continuación, salió a la calle Cabeza del Rey Don Pedro. En su confluencia con Candilejo fue la tercera estación: Jesús condenado por el Sanedrín.
Por el último tramo de Águilas el Señor de la Salud alcanzó la plaza de la Alfalfa, desde la que giró a Jesús de las Tres Caídas. Al final, ante la Parroquia de San Isidoro, recibió al Señor la Hermandad de Nuestra Señora de la Salud. Ante su estandarte corporativo se detuvieron las andas y se rezó la cuarta estación: Jesús es negado por Pedro.
Después, cada vez con más gente acompañándole, el Señor enfiló la Cuesta del Rosario, donde empezaron a producirse una serie de curiosas estampas de la imagen del Nazareno bajo el alumbrado navideño que se encendió en toda la ciudad el pasado viernes.
La siguiente parada estaba junto al retablo del Cristo del Amor, donde se rezó la quinta estación del vía crucis: Jesús juzgado por Pilatos. Ahí estuvieron paradas durante unos minutos las andas, en las que se estrenaba el nuevo llamador del paso del Señor, de bronce fundido y dorado, obra de Orfebrería Andaluza, que ha reproducido el león del Paseo de Catalina de Ribera.
A continuación, el Señor de la Salud siguió su camino por la plaza del Salvador, enmarcándose en el llamativo alumbrado instalado allí este año, y tomó después la calle Sagasta.
En la calle Sagasta se encargaron de portar al Señor cofrades de las hermandades de San Gonzalo y el Beso de Judas. También aquí se rezó la sexta estación del vía crucis: Jesús flagelado y coronado de espinas.
Poco después, como hacen en Semana Santa las Penas de San Vicente y los Negritos, la cofradía cruzó Sierpes para continuar por Jovellanos. Junto a la Capilla de San José se produjo el rezo de la séptima estación: Jesús carga con la cruz.
El cortejo encontró en la calle Tetuán una gran cantidad de personas, lo que quizá restó algo de recogimiento al rezo del vía crucis. De hecho, en ella se rezaron dos de las estaciones, la octava (Jesús es ayudado por el Cirineo) y la novena (Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén); ésta en la esquina con la calle Rioja, donde unos turistas de habla germana se hicieron entender al interesarse por lo que estaban viendo. "Semana Santa", recibieron como lacónica respuesta.
A continuación, el Señor de la Salud tomó la calle Rioja para dirigirse a la Iglesia del Santo Ángel, donde fue recibido por la Archicofradía del Carmen y por la Asociación de Fieles del Santísimo Cristo de los Desamparados y María Santísima de la Salud. Ante ellos, la décima estación: Jesús es clavado en la cruz.
Hermanos de San Benito se encargaron de portar al Señor de la Salud por la plaza de la Magdalena. En la confluencia con el inicio de la calle San Pablo tuvo lugar el rezo de la undécima estación: Jesús promete su Reino al buen ladrón.
Después, el Señor siguió por dicha calle, muy cerca ya de su destino en este vía crucis extraordinario. Junto a la esquina con la calle Bailén se rezó la duodécima estación: Jesús, su madre y el discípulo. Luego, sobre los hombros de cofrades de la Bofetá, alcanzó la fachada de la Parroquia de la Magdalena discurriendo por una parte de la calle San Pablo muy diferente a la que el Nazareno hoy de San Nicolás dejó hace casi siglo y medio.
Pero el Señor de la Salud no entró directamente en la Magdalena, sino que pasó de largo para dirigirse a la calle Cristo del Calvario y llegar a la Capilla de Montserrat. Antes, en la misma esquina, se rezó la décimo tercera estación del vía crucis: Jesús muere en la cruz.
Y después, ahora sí, llegó el momento histórico en el que el Nazareno atribuido a Francisco de Ocampo entró en la que fue su casa, la capilla que hoy ocupa la Hermandad de Montserrat y ante cuyos titulares se detuvo el Señor de la Salud. Un antiguo e ilustre inquilino visitando a los actuales, no menos ilustres.
Minutos más tarde, el Señor de la Salud salió nuevamente a la calle Cristo del Calvario y la cruzó en dirección a la Magdalena. Antes de entrar se completó el vía crucis junto a la fachada con la última estación: Jesús es trasladado al sepulcro.
Y, por fin, entró en la Magdalena y se dirigió a la nave central encontrándose con la cruz de guía, dado que el cortejo había entrado antes y esperaba para salir de nuevo a la calle. El Señor avanzó hasta el presbiterio. Ante el retablo mayor aún estaba montado el altar de cultos de la Virgen de la Presentación, que ya se encontraba bajo el coro para su acto de veneración.
Su lugar ante el dosel lo ocupaba la histórica Virgen de la Antigua y Siete Dolores, la dolorosa de talla completa, como el Señor, titular de la Hermandad de la Antigua, Siete Dolores y Compasión, extinguida en 1815. De esta forma se produjo el reencuentro entre dos de los titulares de aquella corporación.
Con el Señor de la Salud parado en el presbiterio, tomó la palabra el párroco de la Magdalena, Francisco Román Castro, quien comentó que el Nazareno acababa de entrar en su casa y que la feligresía de la parroquia lo siente como algo suyo. Hizo hincapié en el detalle de haber colocado a la Virgen de la Antigua en el altar mayor y agradeció a la Hermandad de la Candelaria el gesto de llevar al Señor a su antigua casa.
Además, en todo momento acompañaron al párroco en el altar los estandartes de las cuatro hermandades con sede en la Parroquia de la Magdalena: Sacramental, Amparo, Calvario y Quinta Angustia.
Tras las oraciones que se rezaron como conclusión del breve acto celebrado ante el altar, el Señor de la Salud se desplazó hasta el coro bajo del templo, para quedar frente a la Virgen de la Presentación, que estaba perfectamente dispuesta para la veneración que ha tenido lugar este domingo.
Si el Nazareno de la Candelaria fue tallado efectivamente por Francisco de Ocampo, ayer estuvo bajo el mismo techo que otra de sus obras, el Santísimo Cristo del Calvario. Fue una más de las singularidades que nos ha dejado el histórico vía crucis extraordinario que pudimos vivir este sábado.
Pero ya había que emprender el regreso a San Nicolás, por lo que el Señor de la Salud salió del templo y en la misma puerta un hombre le cantó una saeta. Parece que la moda de cantar saetas a las imágenes fuera de la Semana Santa ha venido para quedarse tras los recientes traslados del Gran Poder o las que se le cantaron a la Reina de Todos los Santos.
Ya en la calle, componentes de la Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo de las Tres Caídas, que cada Martes Santo acompaña al Señor de la Salud, cargaron sobre sus hombros las andas, relevándose varios de ellos a lo largo de las primeras calles del itinerario de vuelta.
Unos veinte minutos de retraso llevaba la cofradía al salir de la Magdalena, tal y como le dijo un hermano al capataz. Por ello, se pidió alargar el paso para tratar de ganar tiempo en el camino de vuelta a San Nicolás, lo que fue posible también gracias a que se redujo bastante el número de personas que acompañaron al Señor en el regreso respecto a la ida.
Pero pocos miraban el reloj en una jornada en la que el Señor de la Salud se reencontró con su historia y, en cierta forma, también la propia Hermandad de la Candelaria, que encontró en un antiguo Nazareno, titular de una de las desaparecidas grandes cofradías de la historia devocional de la ciudad, a su Cristo, llamado hoy Salud; la salud que tanta falta hace en el mundo y por la que ayer pidieron los cofrades de San Nicolás.
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