La Hermandad de la Vera-Cruz celebró el pasado miércoles el acto de veneración a María Santísima de las Tristezas, que se situó en el presbiterio alto de la Capilla del Dulce Nombre de Jesús, sobre una peana de madera dorada colocada a su vez sobre una estructura de terciopelo verde con galones dorados. Delante, en una alta peana también dorada se apoyaban un buen número de flores de tonalidad blanca.
La Virgen de las Tristezas vestía de negro, con manto liso y saya bordada en oro, y contaba con un tocado blanco liso en el que tenía clavado un largo puñal plateado. Sobre la cabeza tenía la corona de salida, labrada en plata por Joaquín Ossorio en 2017 con motivo el LXXV aniversario de la propia dolorosa. En la mano izquierda, colocada a una altura superior a la derecha, sujetaba un pañuelo de encaje.
La imagen que tallara Antonio Illanes se encontraba ante un artístico dosel de madera dorada y policromada, y delante de un enorme cortinaje de terciopelo verde que ocultaba el retablo mayor. A un lado y a otro de la Virgen se desplegaban diversos candeleros con cera blanca, cuatro candelabros plateados y seis jarras con las mismas flores mencionadas antes. Los candelabros y las jarras estaban sobre sendos pies de base cuadrada forrados en terciopelo verde. Por último, en los laterales de la alfombra en la que se distribuía el montaje había unos frisos de flores.
Durante este culto, el Santísimo Cristo de la Vera-Cruz estuvo situado en la nave del Evangelio, en el lugar donde todo el año se encuentra la cruz de guía de la corporación.
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