El calendario avanza, la Cuaresma está a punto de llegar y en el Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla se puede ver estos días la tercera de la exposiciones de 2022 enmarcadas en el programa "Círculo de Pasión". Pero no estamos hablando de una exposición más; no se trata de una muestra cualquiera. "El hombre de la Sábana Santa. Revelaciones y misterios que permanecen" es verdaderamente una exposición imprescindible centrada en las investigaciones más recientes y avanzadas que se han hecho sobre el hombre cuya figura quedó plasmada de forma aún desconocida en una sábana de lino.
El hombre de la Sábana Santa, al que la fe, y la ciencia no lo contradice, nos hace identificar con Jesús de Nazaret, es el protagonista de una muestra llena de curiosidades que a cualquier visitante sorprenderá, independientemente de su predisposición inicial a creer o a todo lo contrario.
Un busto sacado de los rasgos del hombre de la Sábana Santa realizado por el escultor Juan Manuel Miñarro, que lleva muchos años estudiando la Síndone de Turín, recibe al visitante en el patio del Mercantil junto a un texto que presenta esta exposición que organizan la Fundación Aguilar y Eslava, y el Museo de la Pasión de Cabra (Córdoba).
"Desde que, en 1898, se realizaron las primeras fotografías de la Sábana Santa de Turín, los negativos fotográficos mostraron la imagen nítida de un hombre con todas las heridas de la pasión de Cristo. Lo que hasta entonces había sido sólo una reliquia, pasó a convertirse en el objeto arqueológico más estudiado del mundo.
Durante el siglo XX la ciencia ha intentado descifrar sus secretos: ¿Cómo se ha formado la imagen? ¿Envolvió a un crucificado? ¿La Síndone de Turín y el sudario de Oviedo son la mortaja de Jesús? ¿Cómo ha influido en el arte? ¿Es Jesús el hombre de la Sábana Santa?
En 2002 la Fundación Aguilar y Eslava puso en marcha el proyecto titulado 'El hombre de la Sábana Santa', una exposición itinerante germen del Museo de la Pasión de Cabra (Córdoba). Avalado por el Equipo de Investigación del Centro Español de Sindonología (Edices) y tomando como fundamentos los estudios y trabajos realizados por el profesor Juan Manuel Miñarro López, en esta exposición se constata que sus revelaciones y misterios aún permanecen".
Entramos en la primera sala de la muestra y para iniciar el relato de cómo llega la Cristiandad a tener acceso a la Sábana Santa hay que reproducir dos paneles con el texto titulado "De Mandylión a Sábana Santa":
"El dato más antiguo sobre que la mortaja de Cristo se conservó después de la resurrección se encuentra en el Evangelio Apócrifo de los Hebreos (siglo I): 'Mas el Señor después de entregar la Síndone en manos del siervo del sacerdote, fue hasta Santiago y se le apareció'.
Que los lienzos se conservaron también lo afirman los evangelios apócrifos de Pedro, Nicodemo, Gamaliel, Hechos de Pilato, Hechos del Salvador... Otro documento que habla de señales en la mortaja de Jesús aparece en el texto de un misal mozárabe recopilado por San Isidoro (siglo VI): 'Juan corrió al sepulcro. Vio las huellas recientes del difunto resucitado'.
La leyenda del rey Abgar V y su relación con Jesús se considera antecedente de la aparición del Mandylión o Imagen de Edesa. Así se cita en el Canon de Maitines por San Germán, patriarca de Constantinopla (siglo VIII): 'El rey de Edesa, cuando vio tu impronta sobre el lienzo, exclamó: mi Señor, en el momento de tu pasión estabas humillado y desfigurado. Y, sin embargo, iluminabas el universo porque transparentaba la forma de tu persona, cuya impronta sobre la tela nos ha sido dada como un tesoro'.
En el Sermón del Papa Esteban III, durante el Concilio de Letrán (769 d.C.) que condenó la iconoclastia, se dice: 'El mismo mediador entre Dios y los hombres (...) extendió todo su cuerpo sobre una tela blanca como la nieve, sobre la cual la gloriosa imagen de la faz del Señor y todo el largo de su cuerpo quedaron tan divinamente transformados que, para quienes no pudieron ver al Señor físicamente en la carne les era suficiente con ver la transfiguración operada en la tela. (...) Esa tela, pese al tiempo transcurrido, se mantiene incorrupta en Siria mesopotámica, en la ciudad de Edesa, dentro de la gran iglesia'.
En la Homilía del Achidiácono y Arzobispo Gregorio, pronunciada el día 17 de agosto del año 944, un día después de la llegada de la tela a Constantinopla procedente de Edesa, se habla de la imagen y de la sangre del costado: 'Éstas son verdaderamente las bellezas que han producido la coloración de la impronta del Cristo, la cual ha sido ulteriormente embellecida por la sangre emanada de su costado'.
Por su parte, el emperador bizantino Constantino VII, el Porfirogéneta (siglo X), se refiere al lienzo y sus dudas al contemplar la extraña imagen: 'Todos estamos de acuerdo y convencidos de que la forma del rostro del Señor ha sido impresa maravillosa en el tejido. Pero respecto a un aspecto particular esto es, al momento diferimos'.
Más tarde llegará el expolio por los Cruzados de Constatinopla y el robo de las reliquias. Entre ellas se encontraba la Sábana Santa, como cuenta Roberta de Clari, cronista de la Cuarta Cruzada, en el año 1204: 'Entre éstos también hay un monasterio llamado Nuestra Señora de las Blanquernas, en el que se encuentra el sudario con el que se amortajó a Nuestro Señor. Todos los viernes se despliega por completo para que se pueda ver la figura que contiene. Nadie, ni griego, ni francés, sabe qué pasó con este sudario cuando la ciudad fue conquistada'.
En la carta enviada al Papa Inocencio III por Teodoro Ángel Commeno, sobrino del emperador Isaac II, en el año 1200 se lee: 'Se apoderaron los galos de las reliquias de los santos, y de entre las cosas más sagradas, el Linteum con el que fue envuelto Nuestro Señor Jesucristo después de la muerte y antes de la resurrección".
Relacionados con este texto que acabamos de reproducir, vemos diferentes enseres, como una recreación de la reliquia tal como se exponía durante los primeros siglos del Cristianismo. Desde el relicario en el que se guardaba la Síndone o Sábana Santa doblada se mostraba sólo el rostro de la impronta a través de un agujero redondo con un manto de oración judío que lo cubría.
El Mandylión (palabra griega bizantina que significa "pequeño paño" o "toalla") o lienzo de Edesa es, por tanto, el primer icono del Cristianismo. También se le denomina Tetradiplon, que significa en griego "doblado cuatro veces" y que se refiere a la forma en que la Sábana Santa o Síndone de Turín se debió doblar para que quedara en disposición de ofrecer sólo la imagen frontal de la cabeza.
Se relaciona con la leyenda del rey Abgar de Edesa, que estando bastante enfermo escribió a Jesús para solicitar su ayuda. Jesús le respondió que le enviaría a alguien para curar su mal. Después de su muerte, el apóstol Judas Tadeo llevó una carta de Jesús al rey Abgar, y junto a ella la Sábana Santa. La Síndone permanecería en Edesa (actual Urfa, Turquía) hasta la conquista de los persas en el año 609.
A su lado hay una copia del siglo XVIII del icono del Manylión de Edesa. En el centro está representado el paño y alrededor hay diez escenas acompañadas de inscripciones griegas. Se basan en la "Historia de la imagen de Edesa", escrita después de que el Mandylión fuera trasladado a Constantinopla (hoy Estambul) desde la ciudad de Edesa en el año 944. Los episodios finales muestran el redescubrimiento del Mandylión en el siglo VI. La última escena muestra el viaje del Mandylión desde Edesa a Constantinopla. Un icono como éste a menudo copia un prototipo milagroso original y, al hacerlo, se cree que contiene los poderes sobrenaturales de ese original.
Del siglo VI es el icono Pantocrátor del Sinaí, que vemos reproducido en la muestra. El Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí, en Egipto, cuyo origen se remonta al siglo IV, posee el icono del Pantocrátor más antiguo que tiene semejanzas con el rostro de la Sábana Santa de Turín. Es el más célebre del mundo ortodoxo y sirvió de modelo a varias generaciones de artistas romanos orientales como imagen canónica de Cristo. Diferentes investigadores sostienen que las características propias del rostro de Cristo no serían una idealización, sino que tendría como principal referente el propio rostro de la Síndone. Alan Whanger ve hasta 31 rasgos comunes, por lo que el artista que realizó la pintura debía conocer la existencia de la Sábana Santa.
A continuación, vemos varias representaciones de Cristo muerto de los siglos XIV y XV con rasgos similares a los del hombre de la Sábana Santa.
A su lado, una reproducción de la Síndone viéndose en ella de manera frontal el cuerpo que quedó grabado en ella, desde la cabeza hasta las manos, como en los iconos que acabamos de ver.
Seguimos con otro panel con diferentes grabados de ostensiones de la Síndone; es decir, exposiciones públicas y solemnes de la Sábana Santa ante los fieles ya en Turín.
Ahora se muestra la Santa Faz pintada por Celine Martin, hermana de Santa Teresa de Lisieux, en 1904. Es el primer acercamiento pictórico sindónico a la imagen obtenida en 1898 por Secondo Pía. Esta pintura ganó en marzo de 1909 el Gran Premio de la Exposición Internacional de Arte Religioso de Bois-le-Duc (Países Bajos) y alcanzó una notable difusión en la primera mitad del siglo XX. Junto a la Santa Faz vemos una foto de Celine Martin pintando en 1891.
La Hermandad del Buen Fin, que tiene entre sus titulares al Santo Sudario de Nuestro Señor Jesucristo, y desde 2018 lleva una reproducción de la Sábana Santa en su cortejo, recibió en 1966 por parte de Humberto de Saboya la donación de dos fotografías a tamaño natural de la Síndone. Una de ellas forma parte de la exposición junto a una foto del donante y el recorte de prensa de aquella noticia.
La exposición continúa explicando el concepto del "Arma Christi", que son los instrumentos que simbolizan el sufrimiento de Cristo, a la vez que aluden a las armas con las que logró vencer a la muerte. Como se explica en un panel, los instrumentos de la Pasión fueron divulgados con el culto a las reliquias pasionistas a partir del descubrimiento en el siglo IV de la Vera Cruz en la que Jesús fue crucificado.
"Hacia el año 326 Santa Elena, la madre del emperador bizantino Constantino I el Grande, viajó a Jerusalén e identificó el lugar de la crucifixión y la tumba, y desenterró la cruz y otras reliquias de Cristo: los clavos que perforaron las manos y los pies, y el Titulus Crucis, la tablilla colgada en la cruz con la inscripción 'Jesús Nazareno Rey de los judíos'.
Las cruzadas del siglo XII y, especialmente, el saqueo de Constantinopla (1204) trajeron a Europa occidental algunas de estas valiosas reliquias. Hasta el siglo XIII, los Arma Christi incluirán: la cruz, la corona de espinas, los clavos, el titulus o INRI, los látigos de la flagelación, la esponja, la lanza... A lo largo de la Edad Media, se producirá un progresivo incremento de elementos especialmente simbólicos. La historia y la tradición cristiana narran a través de los evangelios detalles de la condena, crucifixión y muerte de Cristo, pero la arqueología y la ciencia lo refrendan.
CASCO DE ESPINAS
La especie vegetal Zizipphus, conocida como azofaifo o espina de Cristo, es un arbusto espinoso, abundante en Jerusalén y con la que los romanos debieron trenzar un casco de espinas.
FLAGRUM TAXILATUM
En el ordenamiento romano el azotamiento a esclavos o criminales podría ser con flagrum o flagellum (látigo corto de tiras de cuero con trozos de hueso o pequeñas bolas metálicas en sus extremos -taxilos-). En Herculano (Italia) se han encontrado vestigios arqueológicos de taxilos.
TITULUS CRUCIS
En la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén se conserva un trozo de madera escrito en hebreo, griego y latín con el motivo de la condena que ha sido estudiado por el investigador Michael Hesemann.
LANZA ROMANA
Para los investigadores resulta difícil diferenciar entre hasta, lancea, verutum o spiculum.
CLAVOS
Según estudios forenses, los clavos utilizados en la crucifixión del hombre de la Sábana Santa tendrían una dimensión aproximada de 13 a 18 centímetros de largo y una sección cuadrada de 1 centímetro de ancho".
En una vitrina vemos reproducciones de todos estos elementos: el titulus crucis, una espina de la corona, los clavos, la lanza y los flagelos. Y en otra, una reproducción de la corona de espinas, que, por las heridas que presenta el hombre de la Sábana Santa, no sería una corona tal y como estamos acostumbrados a ver en las imágenes escultóricas, en forma de aro, sino una especie de casco que cubría toda la parte superior de la cabeza.
Además, en otro punto de la sala se puede ver una reconstrucción hecha por Juan Manuel Miñarro y S. Guzmán, de cómo sería la colocación de ese casco de espinas sobre la cabeza de Jesús, utilizando para ello un modelo anatómico:
"Este modelo anatómico representa los músculos superficiales y profundos de la cabeza y del cuello, así como su vascularización (red arterial y venosa). En la cabeza del hombre de la Sábana Santa se identificarían más de cincuenta heridas producidas por elementos punzantes que se piensa pudieron ser producidas por unas ramas vegetales (espinas de azofaifo) que se extenderían sobre toda la periferia del cráneo y cuando el sujeto aún tenía vida. Para su manipulación y posterior colocación de esta corona o casco de espinas podrían haberse ayudado de palos o cuerdas".
Muy interesante resulta lo siguiente: una reproducción escultórica únicamente de la cabeza del hombre de la Sábana Santa con la explicación pormenorizada de todos los daños que a lo largo de la pasión se habrían producido en el rostro de Jesucristo, desde heridas, hematomas, edemas e inflamaciones, hasta concentraciones de sangre y salivazos.
Además, podemos leer el completo informe forense que detalla todas las lesiones que presenta el cuerpo que fue envuelto en la Síndone.
Con esos datos y con los rasgos muy evidentes que se plasmaron en la Sábana Santa, Juan Manuel Miñarro talló, como si de una imagen procesional de un Cristo Yacente se tratara, una escultura de bulto redondo que luego veremos en la segunda sala. En la primera encontramos un boceto de 2008 colocado de forma que pueda ser visible desde todos los ángulos posibles. Presenta de forma precisa los detalles del cuerpo impreso en la Síndone, con las heridas del látigo romano de tres correas de nervadura acabada en bolas de plomo; las más de cincuenta heridas punzantes alrededor del cráneo por espinas; las huellas de la crucifixión en tarsos y pies; una lanzada entre la quinta y sexta costilla de la que brotó sangre y plasma; regueros de sangre en los brazos y en la frente; y una rigidez cadavérica muy acusada.
Observamos en un rincón de esta primera sala otras dos reproducciones de la Sábana Santa, ahora tanto por delante como por detrás.
Reproducimos por su interés cómo fue el proceso de la crucifixión de Jesucristo:
"Al llegar Jesús al Calvario lo desnudaron y, como condenado a muerte, le ofrecieron vino mezclado con mirra (narcotizante). Después le situaron el madero horizontal (patibulum) por detrás de su cabeza y le ataron los brazos para facilitar el enclavamiento. Asegurados de que el reo no se moviese, los verdugos le clavaron las manos al madero, atravesando los huesos de las muñecas. Una vez clavados completamente, los extremos sobresalientes se remacharon.
A continuación, izaron el madero horizontal con Jesús enclavado de manos hasta fijarlo y asegurarlo en un palo vertical (stipes) situado en el lugar de ejecución. Por último, sujetaron sus pies y lo colocaron de modo que las rodillas quedasen dobladas para después atraversarlos con un solo clavo más largo. De los datos evangélicos se deduce que la cruz sería "inmissa" o "capitata", no de mucha altura y sobre ella, según costumbre, pondrían el titulus con el motivo de la condena.
La crucifixión debió de realizarse en pocos minutos y para ello no harían falta más de tres o cuatro verdugos. El crucificado, para evitar la asfixia, tendría que hacer grandes esfuerzos para levantar su cuerpo, pendiente de los brazos, apoyándose sobre el clavo que sujetaba los pies. Por ello, cuando querían rápidamente acabar con la vida del crucificado, los verdugos quebraban sus piernas (crucifragium).
Pero los verdugos no estaban obligados a seguir una técnica fija. Flavio Josefo, testigo ocular, a propósito del sitio de Jerusalén escribía: 'Los soldados, por escarnio, crucificaban a los judíos prisioneros en posiciones distintas'. En el caso de Jesús, la muerte fue certificada por una lanzada en el costado.
El oficio de crucificar era propio de soldados romanos a la orden de un centurión. Después de la ejecución, custodiaban al crucificado para que nadie lo bajase de la cruz, ni siquiera para sepultarlo, si no era con una autorización especial.
En 2021 se ha descubierto en Reino Unido un ejemplo de crucifixión romana del siglo I en Europa. El esqueleto de un hombre con un clavo en el talón descubierto por un equipo de arqueólogos en Fenstanton (Cambridgeshire) al este de Inglaterra, en lo que fuera la Vía Devana, una antigua calzada romana".
En 2009, al hacer el boceto del Cristo de la Universidad de Córdoba, Juan Manuel Miñarro realizó la primera talla de un crucificado sindónico, que reproduce fielmente todas las características anatómicas y lesiones que aparecen en la Sábana Santa de Turín.
Del mencionado Cristo de la Universidad de Córdoba, bendecido en 2010, vemos también una fotografía a tamaño natural recortada y clavada en una cruz del tipo de las descritas en el texto sobre la crucifixión.
Volvemos al patio central del Mercantil, donde se habla de los llamados Santos Lugares, como son el Calvario y el Santo Sepulcro:
"Hacia el año 326, Elena de Constantinopla viajó a Jerusalén (Aelia Capitolina), donde a partir de diferentes testimonios consiguió desenterrar la cruz de Cristo e identificar el lugar de la crucifixión y el lugar de la tumba 'Anastasis' (resurrección).
Estos lugares se encontraban debajo del templo romano de Venus, dentro de la tercera muralla norte de Jerusalén, levantada por Herodes Agripa (41-44 a.C.) y fuera de la segunda, que marcaba los límites de la ciudad en el siglo I.
Los detalles sobre estos hechos fueron recogidos por el historiador Eusebio, obispo de Cesarea (Palestina), y sobre aquellos santos lugares se construiría la actual Basílica del Santo Sepulcro. Los Evangelios llaman al lugar donde fue ajusticiado Jesús 'Golgotha' en arameo y 'Kránion' (calavera) en griego, a partir del cual deriva el término Calvario, de la raíz latina 'calva'.
Hoy el lugar de la crucifixión se localiza dentro de la Basílica del Santo Sepulcro entre estructuras arquitectónicas. El Calvario sería una peña o roca de seis metros de alto y siete de largo. Es lisa en su parte superior y su superficie desde su vértice se redondea y cae casi en vertical. A escasos metros por debajo existe una cavidad que se conoce desde antiguo como Cueva de Adán. La cara este del Calvario se orienta a Jerusalén y la oeste cae en talud y mira hacia el sepulcro excavado en piedra, que se sitúa a 39 metros de distancia.
A partir de las narraciones evangélicas y datos arqueológicos se puede reconstruir el sepulcro de Jesús: una tumba excavada en piedra calcárea o caliza conocida como 'malaky' en un punto aislado de una antigua cantera. Tras una puerta baja que se cerraba con una piedra rodante, se abría una sala con un banco corrido y, después, la cámara mortuoria con un arcosolio a la derecha donde se depositaría el cadáver. Como forma de iluminación, en entalles triangulares en las paredes se situarían lámparas de aceite herodianas".
La localización original de los Santos Lugares y la actual, en el interior de la Basílica del Santo Sepulcro, se ven en sendos dibujos que aparecen en este punto.
En una vitrina se sitúan dos maquetas. La primera es una reconstrucción del lugar del Calvario, realizada en 2018 por Carlos Llorente.
Y la segunda es una reconstrucción hecha por Juan Manuel Miñarro en 2010 del Santo Sepulcro.
Entramos en la segunda sala, donde llama poderosamente la atención la presencia de una talla de Juan Manuel Miñarro que representa al hombre de la Sábana Santa, cuyo boceto veíamos en la sala anterior:
"El hombre de la Sábana Santa es una reconstrucción que interpreta los estudios aportados por la antropología física y forense. Se corresponde con el aspecto que presentaría un cadáver reciente (cinco o seis horas) en un estado de intensa rigidez. En las zonas de declives referidas a la posición del cuerpo en la cruz, por la acción de la gravedad y por la muerte, presenta manchas hemostáticas o cadavéricas. La morfología de los traumatismos, colocación y textura de la sangre diferencian la morfología hemática: vital y postmortem; asimismo, se distinguen fluidos por suero y líquidos de edema pulmonar cadavérico.
CUERPO
Su constitución somática sería la de un hombre alto (170-180 centímetros) con la cabeza ligeramente flexionada hacia delante (40º). Los músculos esternocleidomastoideos, trapecios e inspiradores aparecen rígidos, lo mismo que los deltoides y supinadores de los brazos. El tórax dilatado como en una inspiración forzada. Y los músculos pectorales mayores contraídos y salientes. La musculatura escapular también se encuentra contraída, pero pegada a las costillas. El epigastrio hundido y el hipogastrio prominente. La musculatura dorso-lumbar muy tensa, con lordosis lumbar acentuada. Vientre inflamado por muerte asfíctica.
Las piernas se encuentran semiflexionadas (la derecha 64º y la izquierda 77º) y las rodillas presentan excoriaciones. La herida de los clavos en los pies se sitúa en la confluencia del calcáneo, astrágalo, escafoides y cuboides, que conduce al seno del tarso. El pie izquierdo flexiona 90º y el derecho hiperextendido 155º.
Los brazos presentan menos rigidez y se sitúan cruzados sobre el pubis, en una pose forzada al vencer el rigor mortis de su posición extendida sobre la cruz. Las manos aparecen con los pulgares replegados sobre las palmas. Prácticamente todo el cuerpo, por su parte frontal y dorsal, está cubierto de heridas de pequeño tamaño, pareadas y puntiformes de unos tres centímetros formadas por dos círculos de unos 12 milímetros de diámetro, algo separados pero unidos por una línea transversal en algunos casos visibles (flagrum taxillatum). En el costado presenta una gran herida inciso cortante con características de hemorragia postmortem con masa sanguínea separada del plasma, situada entre la quinta y sexta costilla que atraviesa completamente la caja torácica originando un orificio de salida en la zona izquierda de la espalda cerca del borde interno del omóplato, entre el tercero o el cuarto espacio intercostal posterior derecho.
CABEZA
Rostro tumefacto, con más de 50 heridas punzantes en la cabeza (casco de espinas). Con aplastamiento de la nariz e hinchazón del ojo y pómulo derecho, con faltas de pelo en barba. Tumefacciones en la frente, arcos superciliares y zona media frontal, con abundantes coágulos de sangre vital en la frente, nuca y cabellera. Labios, bigote, mentón y barba impregnados en sangre, mezclada con saliva y líquido procedente de edema pulmonar".
La escultura que vemos en la exposición fue realizada por Miñarro en 2018 y, frente a versiones anteriores, incorpora los resultados de las últimas investigaciones del Centro Español de Sindonología, como el orificio de salida de la lanzada y el hecho de que componentes de la sangre se vuelven fluorescentes cuando se iluminan con luz ultravioleta.
Detrás hay una reproducción facsímil de la Sábana Santa, que de Jerusalén pasó a Edesa y posteriormente a Constantinopla y Atenas. En 1353 aparece en Lirey (Francia) y en 1578 llega a Turín, en cuya Catedral se conserva desde 1614. Tejida a mano en forma de espiga en lino, presenta la imagen de un hombre (frontal y dorsal), sin contornos definidos, con manchas de sangre, huellas de calcinación y del paso del tiempo.
En la imagen impresa en la Síndone se distingue un cuerpo y las heridas de una tortura que coinciden con lo que sabemos históricamente de la Pasión de Cristo. La mitad de la tela se habría colocado por debajo del cuerpo desnudo y se cubriría por encima con la otra parte.
A finales del siglo XIX la fotografía descubrió que la Síndone contenía un negativo oculto y en 1978 un equipo de científicos bajo las siglas STURP (Shroud of Turin Research Project) realizó en ella el mayor estudio científico hasta la fecha. En el año 1988 una parte del tejido es sometida a la prueba de datación del carbono 14, atribuyéndole una antigüedad de entre 1260 y 1390 d.C. En 1989 la revista científica 'Nature' publicó los datos oficiales y a partir de entonces un buen número de estudios han denunciado anomalías en la realización de la prueba que invalidarían su datación.
En otro lado de la sala hay dos fotografías de una anterior reproducción escultórica del hombre de la Sábana Santa, y justo enfrente se muestra la Síndone por sus dos caras en forma de negativo fotográfico.
Vemos también en una esquina de la sala un elemento que está girando continuamente para dejar ver cada lado de la Síndone y en otra hay dibujado un estudio sobre el cuerpo del hombre de la Sábana Santa, con la posición y los detalles que presenta el cuerpo impreso en la tela.
Pasamos a hablar ahora de la relación entre la Sábana Santa de Turín y el Sudario o Pañolón de Oviedo:
"La Síndone presenta tres tipos de marcas o señales: sangre humana del tipo AB (vital y postmortem, suero y otros residuos derivados de la coagulación incipiente); quemaduras producidas en un incendio (1532) y manchas de agua; y una enigmática imagen o impronta de un cuerpo humano.
En el año 1898, al hacer la primera fotografía de la Síndone, se descubrió que se comportaba como un negativo fotográfico. En el año 1977 John Jackson y Erik Jumper, miembros del instituto JPL de Estados Unidos, usando el analizador de imágenes VP8 descubren que la imagen del hombre de la Sábana Santa posee codificada información tridimensional del rostro y del cuerpo.
En 1978 un equipo de 33 científicos bajo las siglas STURP realizó en ella el mayor estudio científico realizado hasta la fecha y diez años después se practica la prueba del carbono 14 a una pequeña muestra, atribuyéndole una antigüedad de entre 1260 y 1390 d.C. En 1989 la revista científica 'Nature' publicó los datos oficiales y a partir de entonces se denuncian una serie de anomalías en la prueba y en las muestras, que debían invalidar la datación por ofrecer un bajo índice de significación.
En 2005 el especialista Raymond N. Rogers publicó en la prestigiosa revista científica 'Thermoquímica Acta nº425' un artículo titulado 'Studies on the radiocarbon sample from the Shroud of Turin', demostrando que las muestras de la Síndone analizadas presentaban hilo de algodón y restos de tintes antiguos y, por lo tanto, importantes anomalías.
El Sudario de Oviedo es un lienzo de lino manchado de sangre que cubrió la cabeza de un crucificado. Sería el que San Juan vio en la tumba de Jesús en un lugar aparte, junto a la Síndone, que se encontraba alisada (allanada) sin el cuerpo.
Según el rito funerario judío, al llegar a la tumba, al hombre de la Sábana Santa le quitarían el Sudario de la cabeza y su cuerpo lo dispondrían sobre la Síndone, que lo cubriría. Los cristianos que huyeron de Jerusalén cuando la invasión de los persas de Cosroe II el año 614 llevarían el Sudario a Cartagena. De allí pasó a Sevilla y, tras la muerte de San Isidoro, a Toledo, donde permaneció hasta la invasión musulmana de la península en el año 711, siendo trasladados por los cristianos en un arca con reliquias hasta los montes asturianos. Tras la fundación de Oviedo en el año 761, el rey Alfonso II el Casto construye la Cámara Santa para albergar el arca de las reliquias.
Las investigaciones científicas en el Sudario de Oviedo las comenzó Monseñor Giulio Ricci en los años 60, y en 1989 se formó el equipo de investigación del Centro Español de Sindonología, que ha realizado estudios que demuestran que las manchas serían de sangre humana del grupo AB, que encajan con un rostro y que se formaron sobre la cabeza de un cadáver de hombre adulto que coincide perfectamente con el hombre de la Síndone de Turín".
En una vitrina alargada se recrea cómo encontraría San Juan la Sábana Santa y, a su lado, el Sudario de Oviedo al entrar en el Sepulcro tras la resurrección. También se muestra un dibujo con la posición en la que estarían ambas telas y dos iconos de la iglesia oriental ortodoxa en los que se representa un segundo lienzo que se correspondería con el Sudario de Oviedo.
Siguiendo con el Sudario de Oviedo, vemos una reproducción facsímil por las dos caras junto a un texto explicativo de este lienzo, más desconocido que la propia Sábana Santa:
"La tradición judía señala que cuando un cadáver tuviera desfigurado el rostro era necesario que fuera cubierto, y en el caso de Cristo no es extraño que para ello se empleara un pañolón o sudario de los que servían para enjugarse el sudor de la cara.
San Juan Evangelista menciona en dos ocasiones un sudario sobre la cabeza de un cadáver. En el relato de la resurrección de Lázaro (Jn 11,44), cuando dice que salió el muerto atado de pies y manos, y envuelta la cabeza en un sudario; y en el Cap. XX, versículos 6 y 7, distinguiendo entre los lienzos funerarios de Cristo: la Sábana en la que fue envuelto el cadáver y el sudario que había estado sobre su cabeza.
La Catedral de Oviedo atesora desde el siglo IX un lienzo que la tradición señala que cubrió el rostro de Cristo después de su crucifixión. Se trata de una tela de lino de tipo tafetán, con manchas de sangre, unas simétricas respecto a un pliegue central y otras dispersas en la parte izquierda".
Dos elementos expuestos también en esta sala resultan muy curiosos. Es el caso del negativo tridimensional del rostro del hombre de la Sábana Santa, realizado por Juan Manuel Miñarro en 2020.
Y por otro lado, vemos una imagen holográfica del rostro de la Síndone realizado entre 2005 y 2010 por el doctor Petrus Soons. Es una imagen lenticular, imagen tridimensional que puede visualizarse sin gafas o lentes especiales, y que se forma por imágenes sobrepuestas que dan la sensación de una imagen estereoscópica. Basado en imágenes digitalizadas de la Síndone, interpreta en una escala de grises datos de profundidad o relieve, que a su vez genera una secuencia de hasta 625 imágenes diferentes. La combinación de estas imágenes diferenciadas a través de un Holoprinter DFCH desarrollado en un laboratorio fotográfico holandés en Eindhoven ha permitido al doctor Petrus Soons la creación de hologramas (imágenes 3D) de la Sábana Santa, que ponen de manifiesto numerosos detalles no visibles.
Como señala un texto que puede leerse en un último panel de la exposición, ciencia y arte se han dado la mano para poder desentrañar y comprender todo lo que la Sábana Santa nos transmite:
"Se requiere una gran creatividad para conseguir avances científicos y el arte ayuda, indudablemente, al progreso del conocimiento. Tradicionalmente ciencia y arte han sido consideradas como disciplinas separadas, pero cuando se aplican juntas es claro el impacto que una tiene en la otra. Uno de los ejemplos más representativos de la interconexión entre ciencia y arte es la obra de Leonardo da Vinci.
En los años 30 del siglo XX el Dr. Pierre Barbet realizó los primeros estudios forenses sobre la imagen impresa en la Síndone de Turín; desde entonces, muchos especialistas en medicina legal reconocen en la Síndone unas torturas y ejecución idénticas a las del Cristo.
Los estudios científicos y artísticos del profesor de Escultura Juan Manuel Miñarro López sobre la Sábana Santa se remontan al año 2001, cuando comenzó a estudiar la imagen que aparece en la Síndone de Turín. Desde entonces y hasta ahora, Miñarro ha investigado sobre quién fue envuelto en aquella sábana, de tal manera que, aplicando con rigurosidad esos datos, reconstruyó el rostro de ese hombre vivo para, posteriormente, representarlo muerto y, finalmente, reproducir con rigurosidad forense todo su cuerpo.
Juan Manuel Miñarro (1954) es doctor en Bellas Artes, académico numerario de Santa Isabel de Hungría, profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla y miembro de Edices (Equipo de Investigación del Centro Español de Sindonología), toda una autoridad y referencia en la imaginería sevillana y en el campo de la Sindonología.
El hombre de la Sábana Santa o Yacente Sindónico de Miñarro es una obra única en el mundo, reflejo del estudio científico y artístico de la Síndone de Turín y del Sudario de Oviedo. Tantos años de reflexión y estudio han dado como resultado el proyecto/exposición 'El Hombre de la Sábana Santa', el Museo de la Pasión de Cabra de la Fundación Aguilar y Eslava, e imágenes religiosas tan impresionantes como el Cristo de la Universidad de Córdoba".
En una vitrina se muestran algunos instrumentos, apuntes y bocetos utilizados por Miñarro durante su intensa labor de estudio del hombre de la Sábana Santa.
Y para terminar, cerrando el círculo del inicio de la exposición, tras un análisis tan pormenorizado de rastros de sangre, de heridas y demás daños absolutamente horribles provocados por la pasión, la muestra concluye mostrando el rostro de Jesús, sin ningún daño, extraído en 2001 por Juan Manuel Miñarro del retrato del hombre de la Sábana Santa:
"A partir del siglo V, la imagen de Cristo se identifica con un prototipo que se repite desde entonces en la historia del arte y que coincide exactamente con el rostro del hombre de la Síndone: pelo largo y dividido al centro, barba larga y bífida, rostro de facciones alargadas y bien definidas, pómulos prominentes, cejas en arco fuertemente marcadas, ojos almendrados y boca de labio inferior prominente".
Absolutamente interesante y muy recomendable es esta exposición que aún estará abierta durante una semana más, hasta el jueves 3 de marzo, y que hay que recorrer con calma, parándose en cada detalle y con la mente muy abierta. Nadie afirma con rotundidad que el hombre de la Sábana Santa sea Jesucristo. Pero, atendiendo a las investigaciones científicas, tampoco nadie lo puede negar.
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