La salida extraordinaria de la Virgen de los Dolores del Cerro el pasado sábado debería haber dejado como recuerdo un sinfín de momentos de sincera devoción, de emoción real, de un barrio volcado de manera espontánea con su patrona tras no haber podido salir a la calle en su paso de palio desde el ya lejano Martes Santo de 2019. Y hubo todo eso, pero no sólo eso.
Los encargados de montar numeritos ultraensayados, los que van de procesión en procesión buscando su dosis de protagonismo con gritos extemporáneos que molestan a quienes están a su alrededor, han vuelto a salirse con la suya. Se habla de ellos, se les ha visto en vídeos, donde dejan una vez más patente que lo único que les importa es que se les oiga, que se les aplauda con esas palmas enloquecidas y revolucionadas que inician siempre sus amigos, que la gente vea lo devotísimos que son, lo originales que son con sus grititos, lo bien que conocen cada marcha para saber en qué momento exacto es en el que les tienen que venir esas irrefrenables ganas de soltar sus "espontáneos" pregones. Porque esos grititos se tienen que lanzar en un punto concreto de la marcha. No en otro. Ellos saben cuándo. Espontaneidad lo llaman.
Todos los hemos visto muchas veces. Van a una procesión (y en alguna ocasión a un rosario de la aurora donde rápido les cortaron las alas), se quedan ahí en medio y, tras cada gritito, miran a su alrededor para asegurarse de que todos han visto que ellos han sido los encargados de lanzar el piropo a una imagen que, además de ojos, nariz y boca, también parece tener sordera. De ahí lo de gritar muy fuerte, para que el gritito espontáneo le llegue perfectamente.
Pero, claro está, quien esto escribe es homófobo. ¿Qué le vamos a hacer? Todavía no he hecho mención alguna a la posible identidad sexual de los que protagonizan momentos tan molestos y bochornosos como los descritos. Pero sólo por criticarlos la sentencia es inmediata: soy homófobo. Como lo es también, al parecer, el costalero del Cerro que, con mucha educación, mucha templanza y con las palabras justas, les afeó este sábado sus continuos numeritos, como puede verse en un vídeo que circula por las redes.
Homófobo es como facha; esa palabra comodín que se utiliza sin pensar demasiado para atacar a alguien que piensa diferente. De tan empleada, la palabra ha dejado de tener significado. Ya no quiere decir nada y ya no significa lo que el que la emplea piensa.
Nunca me han gustado los gritos preparados, guionizados. Y mucho menos cuando esos gritos no cesan, se lanzan sin parar como si dieran premio al que más recurre a esos espectáculos para molestia de todos: público, cofrades, costaleros, músicos... Nunca me han gustado los grititos que se alejan de lo espontáneo.
Como por ejemplo esos gritos de "¡Macareeeeeena! ¡Guapa!", grito que el guión determina que se debe lanzar tres veces, y tras ello, siguiendo con el guión, vienen cinco "¡Y bonita!", siempre con la misma musiquita. Y, verán ustedes, no sé cuáles son las preferencias sexuales del que, o de la que, grita "¡Macareeeeeeena!". Ni lo sé ni me importa. Como tampoco lo sé del que, o de la que, grita "¡Trianeeeeeeeera!". Tampoco.
Hay gente que va a las cofradías a dar la nota. Y punto. El que lo hace lo sabe, como lo saben los que lo rodean. Pero vivimos en la época de la "ofendiditis". Si das una opinión negativa sobre el comportamiento de alguien porque te parece, como es el caso, ridículo, molesto y chabacano, y resulta que ese alguien pertenece a eso que llaman un "colectivo", ya la has cagado (permítaseme la expresión).
Y pongo "colectivo" así, entre comillas, porque no creo en colectivos, sino en la individualidad del ser humano. Si con tu comportamiento estás molestando, el que molesta eres exclusivamente tú, no todo un "colectivo" del que dices formar parte. No repartamos las culpas tan alegremente.
Pero, como decía, homófobo es como facha, una palabra comodín. Si soy homosexual y criticas un comportamiento mío que te molesta, no cabe duda de que eres un homófobo. Porque, al parecer, siguiendo tan simplista razonamiento, si eres homosexual, todo lo que haces está bien. Nunca te equivocas. Nunca molestas al prójimo. Eres infalible, único, maravilloso. Y si no te lo parece... tachán, tachán... eres homófobo. Arreglado.
Me voy a permitir algo que no me gusta nada y que siempre evito, que es dar un consejo. Se lo doy a todos esos cofrades homosexuales que ejecutan o defienden los grititos chabacanos y polipreparados. Sí, se lo doy a ésos, y no a todos los cofrades homosexuales que en el mundo han sido porque de todo hay en la viña del Señor, y cuando algunos hablan de homofobia es porque creen que hablan en nombre de todos los homosexuales del universo. Pero, mirad, no es así. Lo siento.
El consejo es el siguiente: respetaos un poco más. No me refiero a que evitéis hacer el ridículo, provocando que la gente se ría de vosotros con esos gritos (risas que suelen dar paso rápidamente al hartazgo, como le pasó al costalero del vídeo). Me refiero a que os respetéis más como personas. Cuando alguien os critica al protagonizar esos bochornosos espectáculos que tanto os gustan, no os critican por vuestras supuestas preferencias sexuales, sino exclusivamente por esos mismos espectáculos que os empeñáis en protagonizar para después veros orgullosos en las redes.
Os respetaréis más cuando entendáis que, como personas, sois más importantes y más valiosos que vuestra condición sexual, que no es más que una característica. Si cuando hacéis el ridículo y os critican por ello decís que os atacan por ser homosexuales y no porque objetivamente estáis haciendo el ridículo, estáis cayendo en el comodín facilón con el que, haciéndoos los ofendidos, pretendéis acallar cualquier comentario negativo en vuestra contra. Ponéis algo tan arbitrario como vuestra condición sexual por delante de vuestra condición de personas.
Y con ello lo único que conseguís es justo lo contrario a lo que pretendéis, poniéndoos a los pies de los caballos a vosotros mismos y, lo que es peor, a los homosexuales, cofrades o no, a los que igualmente les parece que vuestros numeritos son ridículos, molestos y chabacanos. Y, vuelvo a insistir, vosotros lo sabéis como lo sabemos todos. Porque hay una enorme y evidente diferencia entre una espontánea muestra de devoción y el espectáculo de revista que montáis.
Y termino repitiendo mi consejo: respetaos un poquito más. Lo que uno hace, bien o mal, representa exclusivamente a quien lo hace. No representáis a nadie más que a vosotros mismos. Así que, por favor, bajaos del escenario de vuestras 'performances' sin espontaneidad ni sinceridad ni verdad. Y si no os bajáis, de acuerdo. Pero asumid que las críticas continuarán y que el comodín de la homofobia ya no cuela. Sois vosotros los que decidís seguir montando espectáculos para vuestro deleite. La responsabilidad es exclusivamente vuestra.
No hagáis responsables a todos los homosexuales del mundo... si es que vosotros también lo sois. Que yo ni lo sé ni me importa. Lamento estropearos el argumento comodín.
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