Fue el primer culto externo que se celebró el año pasado, una vez levantada la exageradamente larga prohibición por parte del Arzobispado de Sevilla. Este domingo volvió a celebrarse el rosario y el traslado de María Santísima de las Tristezas, de la Hermandad de la Vera-Cruz, al Convento de Santa Rosalía, y el posterior regreso a su capilla tras la misa.
Se cerraba así el círculo de un año completo de normalidad (aunque al principio no salieron todas las cofradías de gloria que podrían haberlo hecho, ni aún han vuelto los besamanos en todas las hermandades) en lo que al culto externo se refiere.
Todo comenzó a las diez y media de la mañana, cuando se dio inicio al rezo del Santo Rosario y la dolorosa que tallara Antonio Illanes salía de la Capilla del Dulce Nombre de Jesús en dirección a Santa Rosalía. Lo hizo por las calles Baños y Cardenal Spínola, deteniéndose para el rezo de los distintos misterios.
Una vez en la iglesia del convento, la Virgen de las Tristezas fue situada en el lado derecho del presbiterio alto, donde permaneció durante la celebración de la misa. Finalizada ésta, la cofradía puso rumbo de vuelta a la capilla con el mismo cortejo que a la ida, formado por cruz alzada con manguilla entre ciriales, hermanos portando cirios verdes, el estandarte corporativo, más parejas de hermanos, el coro de la Asociación Musical Santa María de Coria del Río y el cuerpo de acólitos con cuatro ciriales.
Sobre unas andas con faldones de terciopelo verde iluminadas por dos de los antiguos faroles del paso del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz y adornadas con rosas, lisiantum, nardos, margaritas y lilium, caminaba la Virgen de las Tristezas portada por varios hermanos. Vestía manto y saya de terciopelo negro bordados en oro, y lucía la corona de plata labrada por Joaquín Ossorio en 2017. En el pecherín tenía un puñal y en las manos un rosario y un pañuelo.
La dolorosa salió del templo conventual de Santa Rosalía y giró a su izquierda para recorrer el mismo tramo de la calle Cardenal Spínola que había recorrido en el camino de ida, saliendo a una soleada plaza de la Gavidia.
A continuación, el cortejo tomó la calle Baños, donde realizó varias paradas. La última de ellas fue en la misma esquina de Baños con Jesús de la Vera-Cruz, a pocos metros de alcanzar la puerta de la Capilla del Dulce Nombre de Jesús.
Con celeridad, al no tener ya que detenerse en este camino de vuelta a casa para el rezo de los diferentes misterios del Santo Rosario, la Virgen de las Tristezas llegó a su capilla y atravesó las dos puertas existentes, la de la calle, que da al atrio, y la del propio templo donde tiene su sede canónica esta corporación penitencial, a la que el pasado Lunes Santo la lluvia privó de poder realizar su estación de penitencia a la Catedral.
Una vez en el interior de la capilla, la Virgen de las Tristezas fue situada ante su retablo, ubicado en la nave del Evangelio, y se cerró este culto enmarcado en la festividad de los Dolores Gloriosos de la Santísima Virgen con el canto de la Salve y del Himno a la Santísima Vera-Cruz.
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