Cuatro son los mantos bordados que tiene la Reina de Todos los Santos, cada uno de un color. Durante los pasados miércoles y jueves permaneció expuesta en solemne veneración en el presbiterio de la Parroquia de Omnium Sanctorum, y para este culto llevaba el manto rosa, confeccionado por un autor desconocido en el siglo XVIII y enriquecido en 1800, pieza que cuenta con bordados en oro a realce y sedas. Sobre él, además, lucía la toca de tul bordada en oro, seda y pedrería en el siglo XIX.
Una gran tela roja alfombraba toda la zona del presbiterio bajo del templo y sobre ella se situaban dos alfombras. En la ubicada más atrás se elevaba en una peana de madera dorada la Virgen de Todos los Santos, que contaba con sus habituales enseres de orfebrería dorada y plateada. Junto a la imagen estaban los grupos escultóricos de santos que acompañan a la Virgen tanto en su altar como en su paso procesional (San Basilio, San Lorenzo, San José, San Pedro, Santo Domingo de Guzmán y Santa Catalina de Alejandría).
Asimismo, había dos jarritas con crisantemos blancos, exorno floral que veíamos en diversos puntos del montaje, tantos en cuatro jarras mayores plateadas como en otras dos del paso, y directamente en el suelo en pequeños centros.
Flanqueando a la imagen se colocaron dos de los faroles que acompañan al simpecado de la hermandad en la salida, que proceden de la Hermandad del Nazareno de Jerez (de hecho, conservan su escudo). Otros dos estaban colocados en los laterales, mientras que en la parte frontal había cuatro blandones dorados con velas blancas de gas. También se dispusieron dos grandes candelabros de madera dorada y detrás dos mesas con dos bandejas y dos sacras, además de otro par de candelabros, éstos de menor tamaño.
El baldaquino desde el que la Reina de Todos los Santos preside la parroquia todo el año cobijaba al simpecado, mientras que delante de todo el montaje, a un lado y a otro, fueron situados el estandarte corporativo y la bandera concepcionista.
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