La Virgen del Carmen del Convento del Buen Suceso bajó de su camarín para la celebración de los cultos anuales en su honor, que han sido los primeros desde que en septiembre la comunidad carmelita decidiera, sin hacer públicos los motivos, suprimir el grupo de fieles que se había creado en torno a la imagen, y que fue el encargado de organizar las pocas salidas procesionales del mes de noviembre que dio tiempo a realizar (ver).
La imagen se situó en el presbiterio alto del templo, donde se presentó elevada sobre una peana de madera dorada con el emblema carmelita en la parte frontal. La Virgen vestía su habitual conjunto de manto blanco, saya y escapularios marrones, todo ello bordado en oro y sedas. Pero a diferencia de años anteriores, cubriendo la cabeza tenía únicamente una mantilla blanca que dejaba ver la melena.
Entre las joyas que llevaba hay que mencionar su corona dorada, el cetro, una media luna a sus pies y un buen número de broches y medallas. El Niño Jesús, por su parte, contaba con una pequeña túnica blanca con bordados y un fajín dorado, además de unas potencias. Y ambas imágenes sostenían sendos juegos de escapularios de mano.
Flanqueaban a la Virgen del Carmen, en el suelo, dos pequeños ángeles que también tenían escapularios de mano, así como cuatro candeleros con cera blanca y dos columnas de madera dorada de fuste salomónico con unas jarras plateadas encima. Las jarras tenían una colorida variedad de especies florales que igualmente se disponían en un centro ante la imagen, en otras dos jarras colocadas detrás sobre blandones dorados y sobre dos pequeños pies con decoración pictórica en los extremos del presbiterio.
Al fondo había dos banderas con los colores carmelitas, y en el camarín un tapiz con la escena de la entrega del escapulario por parte de la Virgen del Carmen a San Simón Stock, con pequeñas jarritas con flores de talco en los laterales.
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