No había ninguna necesidad de ensombrecer el que todos esperamos sea un brillante pregón de la Semana Santa de Sevilla de 2010, pero el hermano mayor de Los Javieres, Jesús Gutiérrez, lo ha hecho. En el boletín de su hermandad ha escrito un artículo titulado "El pregón" en el que pone a caer de un burro al pregonero, el periodista Antonio García Barbeito, juzgando sin pudor su vida privada y afirmando que no está capacitado para pregonar la Semana Santa porque su moralidad no es, parece ser, la de un cristiano modélico. Asegura que no va a misa, algo reconocido por el propio Barbeito, y que por ello no hablará desde el corazón en el Maestranza porque lo único que le gusta son los pasos. Además, afirma que "de hermandades no tiene ni idea".
En el mismo artículo, aprovecha para criticar también al pregonero de 2008, Antonio Burgos, aunque sin nombrarlo, y al Consejo General de Hermandades y Cofradías por escoger como pregoneros a personas que, según el señor Gutiérrez, no son aptas para ello.
La respuesta de Barbeito, quizá demasiado airada, no se ha hecho esperar. Tras calificar al hermano mayor de Los Javieres de "pobre hombre" y señalar que le da pena, ha criticado que escribiera semejante artículo sin conocerle de nada, aunque dice sospechar a quién pertenece "la mano que mece la cuna", es decir, la persona que ha incitado a Jesús Gutiérrez a criticarle.
Más allás de opiniones personales sobre lo acertado o no de la elección de un determinado pregonero, que son perfectamente legítimas (para gustos, los colores), llama la atención que este hermano mayor se permita el lujo de juzgar a alguien por la que cree que es una moral equivocada, considerándolo fuera de la Iglesia y negándole la capacidad de amar y exaltar la Semana Santa. Una visión absolutamente ridícula, como sabe cualquiera que conozca mínimamente la trayectoria profesional de Barbeito vinculada al mundo cofrade.
Un pregón es un pregón, una homilía es una homilía, y una clase de catequesis es una clase de catequesis. Y ya deberíamos saber que la confusión entre estos conceptos y otros, como mitin o panfleto, ha dado como resultado en el pasado (con algún ejemplo muy reciente) auténticos pestiños difíciles de digerir para los pacientes espectadores, oyentes y televidentes.
Eso es lo que debería preocuparle al hermano mayor de Los Javieres y a cualquier cofrade en general: que el pregón, que no se celebra precisamente en un templo, sino en un teatro, sea un acto literario de calidad y que sirva para anunciar la eclosión de júbilo y devoción que durante una semana llenará las calles de Sevilla. Se me ocurren a bote pronto muy pocos nombres tan válidos para ello como el de Antonio García Barbeito.
Y si el señor Jesús Gutiérrez prefiere no hacer uso de su entrada y se queda en casa o en Omnium Sanctorum rezando por el alma torcida del pregonero, está en su derecho. Pero, como buen cristiano, debería tener muy presentes en su vida diaria aquellas palabras que dicen "no juzgad y no seréis juzgados".
Por cierto, ¿el boletín de una hermandad no era un órgano de comunicación con los hermanos? ¿Desde cuándo es un instrumento utilizado para desacreditar a quien no cuente con las simpatías del hermano mayor de turno?
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