Se trata de una imagen de un gran mérito artístico debida, según las atribuciones más certeras, a la gubia de Francisco de Ocampo a principios del siglo XVII. Es un nazareno de tamaño algo menor del natural y con la túnica tallada y estofada, circunstancia única en la Semana Santa, aunque en las vísperas encontramos también así al Cristo de la Corona.
Para los amantes de las estadísticas hay que señalar que desde 2003, con el Cristo de la Buena Muerte, una imagen del Martes Santo no era elegida para el Vía Crucis. Además, un crucificado de esta jornada, el Cristo de las Misericordias, de la Hermandad de Santa Cruz, fue la primera en presidir este acto público allá por el año 1976. Posteriormente, habría que esperar hasta 1991, cuando fue elegido el Cristo de la Sangre, de San Benito; y en 2000 llegó el turno de Nuestro Padre Jesús de la Salud y Buen Viaje, de San Esteban.
La elección del nazareno de la Candelaria (también se rumoreó que el elegido sería el Cristo del Desamparo y Abandono, de El Cerro) viene a confirmar dos cuestiones. La primera: que se evita que sean designadas dos años seguidos imágenes pertenecientes a la misma jornada de la Semana Santa; lo que ha impedido hacer justicia con la Hermandad del Museo, que el año pasado por estas fechas se quedó compuesta y sin Vía Crucis. Sí se ha dado el caso de imágenes del mismo barrio en años consecutivos, como pasó con los trianeros Cristo de las Penas (2005) y Cristo de las Tres Caídas (2006).
Y en segundo lugar, que sigue sin concederse una nueva oportunidad a las hermandades que, pese a haber sido designadas, no pudieron ver cumplido el traslado a la Catedral por la lluvia, como ocurrió con el Cristo Yacente, del Santo Entierro, en 1986 y con el Señor de la Salud, de Los Gitanos, en 2009.
En cualquier caso, lo importante es dar la enhorabuena a la Hermandad de la Candelaria. Y me permito hacer una sugerencia: podrían hacer que el antiguo nazareno de Ocampo recupere, en una ocasión tan especial, la iconografía que muy probablemente tuvo en su origen. Es decir, con la cruz "al revés", como dicen todos los cofrades que no son hermanos del Silencio ni de la Corona.
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