En el cortejo figuraba una representación, con estandarte y varas, de la hermandad matriz, cuyos hermanos se mostraban orgullosos de la devoción extendida a su patrona. Y es que, como sucede con otras hermandades filiales existentes en Sevilla, como la de la Virgen de la Sierra o la de la Virgen de la Cabeza, también ésta del Salvador es el resultado del interés de los sevillanos de residencia, aunque nacidos en otras localidades cercanas, por no desvincularse de sus propias devociones.
El principal estreno de la cofradía, que el año pasado no pudo salir por la lluvia, era la peana realizada por Manuel de los Ríos en el taller de Orfebrería Andaluza; una bellísima pieza que engrandece el aún humilde paso procesional y en la que se ha tenido el detalle de reproducir en metal plateado algunas especies vegetales características de la sierra onubense.
Para iluminar el paso volvió a contar con las piezas que combinan faroles y candelabros de guardabrisa que antiguamente llevaba el palio de la Virgen de la Merced, de la Hermandad de Pasión.
Por otro lado, hay que destacar que en este 2011 se cumplen 60 años desde que Sebastián Santos tallara al Niño Jesús que lleva en sus brazos la Virgen del Prado.
Para el acompañamiento musical, contrariamente a lo que es habitual en procesiones marianas, la cofradía contó con la Agrupación Musical Santa Cecilia, que interpretó diversas marchas con un estilo muy personal llamando la atención de los asistentes a la procesión, que fueron muy numerosos durante todo su itinerario, aunque fundamentalmente desde la Plaza de San Francisco hasta su regreso por Sierpes, Sagasta y Plaza del Salvador.
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