Este Sábado Santo, éste sí, iba a ser de lo más tranquilo. El único interés estaba en las calles y en las cinco cofradías que, sin problema alguno, cumplieron con sus estaciones de penitencia. La Hermandad del Sol era la primera. A la una de la tarde, volviendo al horario de salida de 2010 tras el retraso en media hora del año pasado, salía a la Plaza del Aljarafe (esa plaza con forma de calle o calle con nombre de plaza) la particular cruz de guía desde la capilla propia adosada a la Parroquia de San Diego de Alcalá. En realidad, en esta cofradía todo es muy particular. En el cortejo se estrenaba una nueva insignia, el Guión Franciscano diseñado por José Manuel Bonilla Cornejo y bordado en el taller de Ana Bonilla Cornejo. Por un lado se podía ver el abrazo místico y por otro las cinco llagas, emblemas ambos característicos de la orden de San Francisco de Asís.
También hubo importantes novedades en el paso del Varón de Dolores. En cuanto a la propia imagen titular, apareció por primera vez en su estación de penitencia con corona de espinas. Todo un acierto, teniendo en cuenta el simbolismo de este paso alegórico. Además, se estrenaban los faroles dorados de las esquinas del paso, en sustitución de las jarras de flores que llevaba hasta ahora. No quedaron mal, aunque, acostumbrados a la anterior apariencia del paso, daba la sensación de un escaso exorno floral. Y para terminar, se situaron dos ángeles en los costeros con sendas filacterias en las que podía leerse "Varón de Dolores" y "Pozo Santo", en recuerdo de la imagen que con la misma iconografía existe en el Convento del Pozo Santo con el que la hermandad mantiene una estrecha relación.
El paso de palio de Nuestra Señora del Sol, por su parte, presentaba como principal novedad la saya confeccionada por las hermanas de la corporación. Además, hay que destacar que por segundo año consecutivo la dolorosa lució el manto de terciopelo verde liso en lugar del pintado que, con el mismo estilo de las caídas del palio, llevó en su primera estación de penitencia a la Catedral en 2010.
En la calle San Fernando tuvo lugar un pequeño percance cuando el paso de la Virgen del Sol se enganchó con la rama bastante espinosa de un árbol. Al final, no sin dificultad, el palio pudo continuar gracias a dos herramientas tan cofradieras como son la caña y la escalera.
Si hay un sonido que este Periodista Cofrade identifica automáticamente con el Sábado Santo es el de los tambores roncos de los Servitas. La cofradía avanza con la tranquilidad de esa primera hora de la tarde por la calle Santa Ángela de la Cruz. La parada en el convento, cuyas hermanas no abren las puertas hasta que cada uno de los pasos está llegando, es cita obligada todos los años para la hermandad, por los monjiles cánticos que reciben las imágenes titulares. Estrenaba el paso de la Virgen de los Dolores y el Cristo de la Providencia la pequeña peana de la cruz, realizada, en un estilo similar a la del conjunto escultórico, por Orfebrería Andaluza según diseño de Dubé de Luque, auténtico padre artístico de la corporación.
Cuando el primer paso se perdía por la parte más estrecha de Santa Ángela de la Cruz, al fondo de la calle aparecían ya los ciriales de palio de la Virgen de la Soledad, que a los sones de “Soleá dame la mano” se plantó frente al convento.
En San Pedro esperaba ya la cruz de guía de la Trinidad, la que el año pasado hizo el intento para inmediatamente, con el paso del Decreto ya fuera del templo, tener que dar media vuelta y quedarse en casa. Este paso alegórico no cumple en absoluto con su función. La culpa no es de la hermandad ni del diseñador del conjunto; quizá el problema esté en la falta de formación de quienes lo contemplen. Pero está claro que si en un simple golpe de vista el paso no es capaz de explicarse por sí solo, es que algo no funciona. El resultado es la diversidad de interpretaciones erróneas que surgen entre el público, e incluso desde los profesionales supuestamente especializados de los medios de comunicación, ante este misterio. Otro problema que presenta es que es imposible vislumbrar a las tres personas de la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, situándose frente a la delantera del paso. Los padres de la Iglesia Occidental (San Ambrosio, San Gregorio, San Agustín y San Jerónimo) tapan siempre al Padre o al Hijo. Lo mejor, por tanto, es una visión lateral de este paso que, pese a todo, es un extraordinario conjunto.
El principal interés de la Hermandad de la Trinidad estaba en el estreno del paso del Cristo de las Cinco Llagas. Un gran trabajo el de los hermanos Caballero en la minuciosa talla del canasto, que no pudo verse en la calle en 2011, y de los respiraderos, aunque a éstos aún les faltaban algunas piezas. Una buena obra, aunque a uno no deja de resultarle curioso que una hermandad que hace nada celebró el medio milenio de existencia tenga un crucificado de 2002 y un paso de 2011, sustituto de uno de los años 30 que, pese a ser “irrecuperable”, decían, fue vendido rápidamente a una hermandad de fuera.
Y cerrando el cortejo, el maravilloso paso de palio de la no menos maravillosa Virgen de la Esperanza, una de las imágenes marianas más interesantes salidas de la gubia de Juan de Astorga, con el acompañamiento de la Policía Local, de la que es patrona. De hecho, estamos ante una dolorosa con placa policial prendida, en esta última estación de penitencia, del fajín, una curiosidad que llamó la atención de un grupo de turistas en Ponce de León.
Si no se tiene silla en la Carrera Oficial, la calle Alfonso XII es el único sitio donde puede verse al completo el cortejo cofradiero y civil de la Hermandad del Santo Entierro. Después de la Catedral, sólo queda el cofradiero, que es sin duda el más interesante, aunque no está de más alguna vez contemplar también el otro, el de los chaqués y las cabezadas de lado a lado. Resulta, además, muy interesante cómo pasa, e incluso se para, el paso del Triunfo de la Cruz delante de la Iglesia de San Antonio Abad, donde la crème de la crème de la sociedad hispalense espera salir a darse un paseo hasta la Catedral. “Mors mortem superavit”, sí. Pero también se acuerda uno en este momento del Hospital de la Caridad y aquel otro latinajo: “In ictu oculi”. Las cosas que piensa uno mirando a la Canina…
No es cuestión de enumerarlas a todas, pero hubo bastantes ausencias en las representaciones de hermandades de penitencia. Está justificada la de la Hermandad de San José Obrero, que aún no ha estrenado túnica, pero faltaban muchas otras. También llama la atención la cantidad de nazarenos que llevan algunas cofradías en lo que debería ser simplemente una representación.
Si se trata de admirar la talla del Cristo Yacente de Juan de Mesa, apúntense asistir el año que viene al besapié o al vía crucis cuaresmal de la hermandad. El Sábado Santo permite más bien admirar el paso gótico que cobija la urna acristalada en la que el Señor espera su resurrección. El exorno floral estaba compuesto en su totalidad por rosas rojas, frente a los claveles de otros años.
Antes del paso del Duelo coincidieron por vez primera en el Santo Entierro el arzobispo Asenjo y el alcalde Zoido. Y tras ellos, hizo su aparición ese vestigio de misterio antiguo, hierático, presidido por la Virgen de Villaviciosa, a la que acompañan San Juan, las tres Marías, José de Arimatea y Nicodemo, vistiendo todos ellos los tradicionales bordados decimonónicos que la hermandad ha sabido conservar frente a modas posteriores. La Hermandad del Santo Entierro es otra historia: una cofradía antigua empeñada en seguir pareciéndolo.
La Hermandad de los Servitas regresa pronto a su capilla. Quizá demasiado, porque podríamos decir que le pega la noche. Va en consonancia con el estilo de la cofradía. Afortunadamente, el rodeo que da a la Parroquia de San Marcos para pasar por delante del Convento de Santa Isabel la mantiene un poquito más en la calle antes de la entrada. Es especialmente bonito el paso de palio de noche con la candelería completamente encendida entre los naranjos de Doña María Coronel.
De Soledad a Soledad. La última, la de San Lorenzo, vivió un regreso al templo más multitudinario que otros años. Parece evidente que la lluvia de los primeros días provocó que la gente no llegara al final de la semana tan cansada como otros años. También es cierto que la Soledad de San Lorenzo invita a seguirla hasta el final. Camina deprisa. No corre; simplemente ése es su ritmo. De hecho, hace ya unos cuantos años se hizo un estudio sobre la velocidad de las cofradías en función de la distancia que recorren y el tiempo en que lo hacen. Este particular ‘ranking’ lo encabezaba el Cerro; pero el segundo puesto estaba ocupado por la Soledad de San Lorenzo. Algo muy curioso, ya que se trata de dos hermandades completamente diferentes: una del centro, la otra de un barrio lejano; una en silencio, la otra con bandas de música; una con un solo paso, la otra con dos; una antigua, la otra moderna…
Del paso de la Soledad destacó el exorno floral, donde se dio una de esas revolucionarias innovaciones que se pueden ver cada vez con más frecuencia entre las cofradías y que suelen tener al jacinto como protagonista. Porque fue precisamente esta flor, de color blanco, la que sustituyó este año a las habituales azucenas que, en cualquier caso, forman parte inseparable de la talla del paso en todo su perímetro.
La llegada a la Plaza de San Lorenzo ya no es lo que era antes. En el mejor sentido. Desde que en 2009 se produjera el esperpento de saeteros cantando al mismo tiempo, letras repetidas, algún valiente atreviéndose con el latín y finalmente versos dirigidos a la puerta cerrada del templo, hay una mayor moderación en los últimos metros de la estación de penitencia de la Soledad. De hecho, fueron únicamente tres las saetas que despidieron a la antigua dolorosa en la calle. Después, auténticas colas para cumplir con la tradición de tocar tres veces (golpear repetidamente, según lo entienden algunos) la puerta de San Lorenzo para vivir el próximo año una nueva Semana Santa hispalense.
Pero aún quedaba Sábado Santo en la calle Sol y la Ronda Histórica con la vuelta de la Trinidad. El palio de la Virgen de la Esperanza atravesaba el arco de entrada al colegio salesiano a las dos y diez de la madrugada y entraba definitivamente en el templo alrededor de las dos y media.
Quedaban poco más de dos horas para la salida de la Resurrección, quién sabe si por última vez a horas tan intempestivas. Nos quedaba el recuerdo de haber vivido un final de la Semana Santa (el Domingo ya es de Pascua) como ojalá hubieran sido todas las jornadas anteriores.
Impresionante entrada Fernando, que me devuelve unos momentos muy especiales que viví, aunque por la lluvia no pude salir con el Cachorro. Espero que hayas pasado una buena Semana Santa amigo. Un fuerte abrazo desde el blog de la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea.
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