LA PASTORA DIVINA DE TRIANA
Triana vivió este sábado una de sus grandes jornadas cofradieras del año con la salida procesional de la Divina Pastora, que como cada año fue seguida por una enorme cantidad de fieles y devotos, entre continuos "vivas" y gritos de alabanza, hasta hacer muy complicado el discurrir de la cofradía por algunas de las calles de su itinerario.
A las siete y media de la tarde se ponía en camino la cruz alzada y ciriales desde la Parroquia de Santa Ana, en cuya plazuela ya esperaba la Banda de Cornetas y Tambores Nuestro Padre Jesús de la Humildad, que comenzó su labor musical con la interpretación de “Santísimo Cristo del Amor”.
Un buen número de niños con cirios formaban parte del cortejo, que incluyó representaciones de las hermandades de la Madre de Dios del Rosario y la Esperanza de Triana.
Con la salida del paso de la Pastora trianera se lanzaron unos cuantos cohetes al tiempo que las campanas de la torre de Santa Ana repicaban para acentuar el carácter festivo de la tarde. La primera marcha que tocó tras el Himno la Banda de la Oliva de Salteras fue “Salve, Pastora de Triana”, que incluye una parte de la Salve a la imagen que fue cantada por los presentes. Seguidamente, la banda interpretó las marchas dedicadas a otras vírgenes trianeras “Señorita de Triana” y “Virgen de la O”.
Antes de abandonar la calle Pureza sonó “Coronación de la Macarena” y por la estrechez de Torrijos se engarzaron “Hosanna in excelsis” y “Pasan los Campanilleros”.
A partir de ahí, se sucedieron otras composiciones como “Caridad del Guadalquivir”, “Al cielo con Ella”, o “Virgen de las Aguas”. Esta última coincidió con la llegada del paso al Altozano y su entrada en la calle San Jacinto. Allí, en la esquina de San Jorge, un autobús turístico tuvo que esperar a que la cofradía despejara la zona. Los turistas subidos en él comenzaron a disparar con sus muchísimas cámaras ante la sorpresa con la que acababan de encontrarse durante su recorrido por la ciudad.
El momento álgido de la procesión estuvo, como es habitual, en la calle Alfarería, adornada para la ocasión con multitud de colgaduras, flores de papel y un arco que sólo se iluminó cuando la Pastora pasó por debajo. A esta zona llegó el paso con “Encarnación Coronada”. Posteriormente, se detuvo ante un nuevo azulejo que fue bendecido y descubierto en ese momento (allí se cantó de nuevo la Salve), situado en la fachada de la casa desde la que, acto seguido, cayó una torrencial lluvia de pétalos mientras sonaba, como el año pasado, “Esperanza de Triana Coronada”. Parecía no caber ni un solo pétalo más en ese monte que, desde ahí y hasta el final de la procesión, fue repartiendo flores y aromas con cada levantá.
El paso se perdió por la calle Antillano Campos a los sones de “Cachorro. Saeta sevillana”, buscando su siguiente punto de interés, la Capilla de la Estrella, desde donde continuaría hacia la Capilla de los Marineros, completando así las dos visitas que habitualmente la que es Patrona del Deporte Nacional realiza durante su esperadísima salida procesional.
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