El pasado fin de semana la Hermandad de la Exaltación celebraba por décimo año consecutivo el besamanos a Nuestra Señora de las Lágrimas en la Parroquia de San Román. Quién sabe si habrá sido la última vez, dado el sorprendente breve plazo que se calcula para las esperadas obras de Santa Catalina que, en principio, se iniciarán en enero.
La dolorosa del Jueves Santo estaba subida en una peana dorada, entre columnas salomónicas también doradas con flores diversas, entre las que destacaban las azucenas. Flanqueaban a la Virgen cuatro candeleros con cera blanca y detrás cuatro de los ciriales de la cofradía.
Al fondo, delante del altar mayor del templo, había un dosel de cultos con diversas piezas de la candelería del paso de palio de la Virgen de las Lágrimas, los respiraderos y la peana, sobre la que había más flores.
Mientras tanto, en el altar que ocupan los titulares de la cofradía en San Román permanecía en solitario el Santísimo Cristo de la Exaltación, ya que la imagen de San Juan Evangelista había sido retirada del culto durante el besamanos a la Virgen de las Lágrimas, quizá para mantener la simetría del altar. Sólo acompañaban al crucificado cuatro candeleros y un gran ramo de claveles rojos a sus pies.
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