Desde el pasado octubre y hasta su regreso en este mes de enero, el crucificado que tallara en 1622 Andrés de Ocampo ha estado en las dependencias de la Hermandad de los Negritos siendo restaurado por Pedro Manzano, que acumula ya un buen número de actuaciones sobre imágenes titulares de hermandades, tanto de Sevilla como de fuera.
En este caso, los trabajos han consistido en la consolidación de la estructura de la imagen, limpieza de la policromía, fijación de ésta donde había riesgo de desprendimiento y reintegración en aquellas zonas donde se había perdido. Asimismo, se ha modificado el sistema de sujeción a la cruz, que durante estos meses ha estado vacía en el altar.
Además de la limpieza en sí de la imagen, la mayor claridad y luminosidad que ahora presenta, y el brillo generalizado de la escultura, llaman especialmente la atención las zonas verdosas que se pueden observar principalmente en el rostro y el torso, con las que en su origen se buscaría representar los moratones provocados por los golpes sufridos por el Señor durante su Pasión. También se han recuperado regueros de sangre que apenas se apreciaban.
Se trata, sin duda, de un excelente trabajo con el que ha recuperado el esplendor perdido uno de los más valiosos crucificados de la Semana Santa, otro exponente del glorioso, para la imaginería, siglo XVII. Un esplendor que quedará aún más patente cuando a las tres de la tarde del próximo Jueves Santo el Cristo de la Fundación salga a la amplitud de la calle Recaredo.
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