El pasado domingo se clausuraba la que se puede considerar una de las mejores exposiciones del ya dilatado catálogo de 'Círculo de Pasión', organizado por el Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla. La Hermandad de las Cigarreras ha sido la protagonista de "Columna y Azotes. Cuatro siglos y medio de historia, arte y devoción", una muestra que ha dado a conocer gran parte del pasado y presente (e incluso algo del futuro) de la cofradía cigarrera.
Los dos salones expositivos con los que cuenta la sede del Mercantil en la calle Sierpes se llenaron, entre el 17 y el 25 de enero, de historia, arte y devoción, como bien decía el título de la exposición. Curiosamente, hay que señalar que el número de enseres y piezas no ha sido tan amplio como en otras exposiciones celebradas en el mismo lugar. Pero lo que hemos podido ver ha sido de tal envergadura y de tal calidad, que haber contado con más cosas quizá hubiera supuesto una distracción completamente innecesaria.
Sin duda, la sala que ha concitado un mayor interés ha sido la dedicada a la advocación de la Columna y Azotes; es decir, al primero de los pasos de la hermandad del Jueves Santo. No es que la sala del paso de palio no fuera interesante, que obviamente lo era, pero está aún muy cercana en el tiempo la exposición "Ars Nova Victoria", celebrada en el Ayuntamiento en noviembre de 2013 (ver
aquí), en la que ya se pudo disfrutar de la contemplación de los bordados del palio y de otros enseres relativos a la Virgen de la Victoria.
Comenzamos, por tanto, con la primera sala. Si la Hermandad de las Cigarreras ha mantenido a lo largo de los siglos a su magnífica dolorosa, en el caso del Señor Atado a la Columna ha conocido hasta cinco imágenes diferentes. Tres de ellas se reunieron en esta muestra para delicia de todos los cofrades que pudieron ver reunidas en la misma sala a estas antiguas devociones de la ciudad.
En primer lugar, veíamos al Cristo de Amaro Vázquez, que sustituyó a la primitiva imagen cuyo destino se desconoce. Hay teorías que apuntan a que la primera imagen sería un Cristo que hoy recibe culto en la Basílica de María Auxiliadora, aunque otras teorías no ven relación alguna. Esto convierte a la de Amaro Vázquez en la imagen más antigua que se conoce en la hermandad, que también es la obra artística más antigua de todo el patrimonio que conserva.
Este Cristo, que actualmente se encuentra en la sala de exposiciones de la hermandad en la Fábrica de Tabacos sobre el paso de misterio, fue realizado en 1602 en madera policromada y es el Cristo que más tiempo ha sido titular de la hermandad de los cinco: de 1602 a 1891, y de 1939 a 1972.
El Cristo de Amaro Vázquez fue expuesto junto a los sayones de autor anónimo tallados entre 1710 y 1713. Son tres tallas que actualmente procesionan en el misterio de la Flagelación de la Hermandad de los Dolores de Sanlúcar de Barrameda, aunque la Hermandad de las Cigarreras mantiene la propiedad sobre una de ellas, la del sayón que aparece agachado recogiendo la púrpura. Estos tres sayones formaron parte del misterio de las Cigarreras hasta 1972, con la excepción del año 1916, en que salió el Cristo de Joaquín Bilbao que luego veremos en solitario, como también ocurrió en 1973.
En 1892 el Cristo de Amaro Vázquez es sustituido por el que muchos consideran el mejor Señor Atado a la Columna que ha pasado por la Hermandad de las Cigarreras a lo largo de su historia, aunque sólo se mantuvo hasta 1916. Se trata de la imagen atribuida a Benito Hita y Castillo que nunca fue propiedad de la hermandad, sino que pertenecía a la Parroquia de la Magdalena.
La cofradía cigarrera consigue la cesión de la talla, pero no su propiedad, factor que va a resultar determinante para su pronta sustitución. En primer lugar, hay que señalar que la portentosa talla está datada entre los años 1750 y 1760. Su rostro guarda cierto parecido con el San Juan de la Amargura, y con otros Cristos tallados por el mismo autor. Llama la atención, frente al hieratismo de la imagen de Amaro Vázquez, la posición inclinada, de auténtico dolor, del de Hita, que parece buscar con la mirada a alguien, probablemente a San Pedro, que se piensa que formó parte del misterio durante algunos años. Son impresionantes las múltiples llagas y heridas de la espalda, de la parte izquierda del tronco y sobre todo de un hombro.
La razón por la que este Cristo es sustituido deja algunas incógnitas. Y es que el recordado Juan Francisco Muñoz y Pabón, teniente de hermano mayor honorario de las Cigarreras y delegado arzobispal, ejerció de mediador para que la hermandad encargara a Joaquín Bilbao un nuevo Cristo, al tiempo que solicitaba y obtenía del arzobispo la cesión del de Hita y Castillo para ser trasladado a Hinojos (Huelva), donde sigue recibiendo culto y que, casualmente, era el pueblo natal de Muñoz y Pabón. Pertenece en la actualidad a la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna y María Santísima de los Ángeles, que realiza estación de penitencia el Miércoles Santo.
¿Fue la hermandad la que quiso contar con una imagen propia en lugar de una cedida, en este caso, por la Parroquia de la Magdalena o fue Muñoz y Pabón quien convenció a los cofrades para ello? Si éste pudo conseguir la cesión el Cristo para su pueblo, ¿habría podido conseguirla también para que pasase a ser propiedad de la hermandad? ¿Lo intentó? ¿Prefirió que se fuera a Hinojos? Quién sabe...
Con el Cristo de Hita y Castillo en Hinojos, la Hermandad de las Cigarreras bendice y estrena en las calles en 1916 la portentosa imagen del conocido como Cristo del Dolor, tallado por Joaquín Bilbao y considerado por el investigador Fausto Blázquez como "la mejor imagen de la imaginería sevillana del siglo XX".
Se trata de una talla que, paradójicamente, nunca llegó a calar en la Sevilla cofradiera de la época, probablemente por su enorme tamaño. Todo en él es grande, teniendo en cuenta que, pese a la posición inclinada en la que se encuentra por recibir los azotes, mide 1,87 metros, por lo que en caso de estar erguido algunos afirman que superaría los 2,30 metros. Su cabeza, sus manos (atadas a la espalda), su torso, sus pies... todo tiene un tamaño demasiado desproporcionado en comparación con las tallas secundarias que procesionaban con él, que son las que hemos visto antes con el Cristo de Amaro Vázquez.
Puede que por ello no terminase de encajar en la cofradía, que lo mantuvo como titular únicamente hasta 1939, procesionando de nuevo solo en el paso en 1973, un año antes del estreno de la actual imagen de Francisco Buiza. De hecho, tras ser descartado el Cristo del Dolor y aprobarse por parte de la hermandad la venta, algo que nunca se produjo, se decide recuperar como titular al Cristo de Amaro Vázquez, que salió por última vez en 1972.
En cualquier caso, el Cristo de Joaquín Bilbao, recientemente restaurado por Enrique Gutiérrez Carrasquilla, es una verdadera joya de la escultura procesional sevillana que bien merecería poder ser contemplada con carácter permanente, ya sea en la sala de exposiciones de la hermandad o en cualquier otro sitio accesible a la gente.
Y del pasado más o menos reciente, al presente. En esta sala se exponía también el boceto del misterio actual realizado en barro cocido por José Antonio Navarro Arteaga en 2002, incluyendo al Señor Atado a la Columna de Francisco Buiza, estrenado en 1974, y el soldado romano del propio Arteaga que se incorporó al misterio en 1996. Los cuatro nuevos romanos se estrenaron en 2003.
La exposición también nos ha permitido analizar la advocación perdida del Santo Cristo de la Púrpura. Alrededor del año 1651, cuando se tiene la más antigua constancia documental, la Hermandad de la Columna y Azotes incorporó una advocación que hace referencia a la escena inmediatamente posterior a la de la Flagelación, conocida como la del Cristo de la Púrpura; es decir, Cristo, herido y humillado, recoge del suelo su propia púrpura o túnica para volver a vestirse tras el cruel castigo de los azotes.
La hermandad llegó a tener un paso que presidía un Cristo desaparecido misteriosamente en 1900. En 1874 había procesionado por última vez (llevaba sin hacerlo desde 1807), y ante la falta de uso, el Arzobispado autorizó que la talla fuera cedida a otra hermandad que, a cambio, dio una limosna a la de las Cigarreras para realizar una talla de San Juan Evangelista por parte de Emilio Pizarro, que fue quien se hizo cargo del Cristo de la Púrpura como mediador. Sin embargo, ni Pizarro realizó la talla de San Juan ni se sabe qué hermandad recibió la talla del Cristo, si es que alguna la llegó a recibir.
La iconografía del Cristo de la Púrpura sería similar a la de un cuadro propiedad de la Hermandad del Baratillo que formaba parte de esta muestra. Se trata de una obra de autor anónimo del siglo XVIII en la que se ve al Señor recogiendo la púrpura del suelo.
No se conserva el Cristo, pero sí cuatro ángeles que formaron parte de su paso procesional. Son de madera policromada y estofada, y su autor, Pedro Roldán, los talló en 1666. Entre 2008 y 2009 fueron restaurados por Enrique Gutiérrez Carrasquilla.
La Hermandad de las Cigarreras podría recuperar pronto la iconografía perdida del Cristo de la Púrpura. En esta muestra, se pudo ver un boceto de Navarro Arteaga realizado el año pasado en barro. El Cristo de la Púrpura que propone el imaginero no está completamente arrastrado por el suelo recogiendo la túnica, sino que tiene sólo una rodilla en tierra y mantiene abrazada la columna con la mano izquierda, manteniendo así la transición con la advocación del Cristo titular de la hermandad, Columna y Azotes.
Esta primera sala se completaba con dos vitrinas. En una de ellas se podía ver el Libro de Reglas actual (2003), con orfebrería de plata de Juan Fernández, basada en su diseño en el de 1790, de Joseph Blanco. Este mismo se veía a continuación, pero abierto por las vitelas con la representación de los titulares. A su lado, el Libro de Honor, con decoración de terciopelo morado e hilo dorado, obra de Jesús Rosado de 2013.
La segunda vitrina mostraba los medallones de plata de los pertigueros de ambos pasos, obra de Hijo de Juan Fernández (2007), y diferentes documentos relativos a la cesión del Cristo de la Magdalena a la hermandad, de la bendición del Cristo del Dolor y del acuerdo de entrega del Cristo de la Púrpura a Emilio Pizarro, entre otros.
Pasamos ya a la segunda sala, centrada fundamentalmente en el paso de palio, aunque con otros enseres de interés. En primer lugar, nos encontramos con el Guión Fundacional, de terciopelo morado con bordados en oro y sedas, diseñado por Rafael de Rueda y bordado por Jesús Rosado en 2013, el año en que la hermandad cumplió 450 años. El asta es de plata, de Hijo de Juan Fernández, y acompañan a esta insignia dos varas de plata de Juan Borrero.
A continuación, veíamos un cuadro titulado "Cristo atado a la columna", de Manuel Soriano Hidalgo. Es un óleo sobre lienzo pintado en 1886 y restaurado en 2014 por Mercedes González Fuentes y María Arjonilla.
En una vitrina se exponían tres piezas de orfebrería del ajuar de la Virgen de la Victoria. De izquierda a derecha, se ubicaban una corona de metal sobredorado de autor desconocido (1890); la corona de salida, de plata sobredorada, obra de Manuel Seco Velasco (1967) y restaurada por Joaquín Ossorio en 2005; una diadema de metal plateado y autor desconocido (1890); y la media luna labrada por Juan Borrero en 2013 en plata y plata sobredorada, que fue un regalo del Grupo Joven con motivo del 450 aniversario fundacional.
A continuación, veíamos un óleo sobre lienzo de Domingo Martínez titulado "Coronación y Asunción de la Virgen", de 1730-1733. Esta obra pictórica, propiedad de la Hermandad de las Cigarreras, fue restaurada en 2003 por Rocío Viguera con motivo de una exposición monográfica dedicada al pintor por la Fundación El Monte.
La muestra ha contado también con una buena colección de documentos históricos de la hermandad, como convocatorias de cultos, el Libro de Regla y Acuerdos de la Congregación de Entierros de la Real Fábrica de Cigarros (1801-1806), relaciones de hechos ocurridos en estaciones de penitencia y fotografías, como la de un altar de cultos en la Iglesia de los Terceros con el Cristo de Hita y Castillo, o la de la Virgen de la Victoria en su retablo de la actual Capilla de la Universidad.
La Inmaculada Concepción que figura en la delantera del paso de palio de la Virgen de la Victoria también ha podido ser contemplada en esta exposición. Fue realizada por Juan Borrero en 1979, aunque en 1995 se añadió la peana. La Inmaculada, que reproduce a la Cieguecita de Martínez Montañés, se escogió por el patronazgo de esta advocación sobre las Reales Fábricas de Tabacos.
A su lado, se encontraba un pequeño crucificado del siglo XVIII realizado por un autor desconocido en barro cocido policromado y que probablemente se utilizaría en el plan de altar mortuorio de la hermandad en los siglos XVIII y XIX. En 2002 fue restaurado por Enrique Gutiérrez Carrasquilla.
A continuación, se exponían grandes piezas del bordado que atesora la hermandad, principalmente relativa al patrimonio dedicado a la Virgen de la Victoria. Así, contemplábamos tres sayas: la de terciopelo negro bordada en oro en 1887 por Emilia Salvador, según diseño de Manuel Beltrán; la de tisú de plata bordada en oro y sedas en 1905 por Juan Manuel Rodríguez Ojeda (aunque en su origen el soporte era terciopelo blanco); y la de terciopelo azul bordada en oro y sedas por el Taller de Santa Bárbara en 1995.
Seguimos con el palio, del que se exponían en primer lugar las caídas frontal y trasera, bordadas en 1894 por Emilia Salvador, según diseño de Pedro Domínguez, quien se inspiró en la fachada plateresca del Ayuntamiento. Originalmente, estas bambalinas, bordadas en oro y sedas de colores, tenía como soporte el terciopelo negro, hasta que entre 1925 y 1926 se pasaron a terciopelo burdeos. Además, bajo las caídas se podía ver el respiradero delantero, obra de 1896 del lampistero Cristóbal Ortega, quien los realizó en metal cincelado, plateado y dorado.
Del paso de palio también se exponía el techo, bordado por Jesús Rosado entre 2009 y 2010 reproduciendo el diseño original de José Fe Escalona que bordó en 1925 Farfán Ramos. Este techo primitivo está actualmente en la parte exterior del palio.
Seguimos con tres insignias del cortejo procesional, como son el Sinelabe, el Estandarte Corporativo y el Senatus. El primero fue diseñado por Ignacio Gómez Millán y bordado en oro y sedas sobre terciopelo burdeos entre 1928 y 1929 en el Taller de José Caro. En cuanto al Estandarte, comparte diseñador y bordador con la anterior insignia, aunque en este caso en una restauración llevada a cabo en 1994 se respetó el diseño original del escudo y la corona, siendo el resto de bordados de Santa Bárbara; y también del binomio Gómez Millán y Caro es el Senatus, bordado en oro y sedas sobre terciopelo burdeos.
Otro óleo sobre lienzo que se exponía era el que Rafael Blas Rodríguez pintó en 1920 de la Virgen de la Victoria, que aparece con el manto de Rodríguez Ojeda (aún en terciopelo negro), la saya del mismo bordador y la peana de Cristóbal Ortega.
Bajo el cuadro, en una vitrina, se mostraban una serie de documentos acerca de la vinculación de la Hermandad de las Cigarreras con la Casa Real. Así, a finales de la década de 1870, los hermanos mayores eran los Duques de Montpensier; en 1877, Isabel II fue nombrada Hermana Especial Protectora, mientras que las infantas Pilar, Eulalia y Paz de Borbón fueron Camareras de la Virgen de la Victoria; en 1882, Isabel II se convirtió en Camarera Mayor y Perpetua de la Virgen y concedió a la hermandad el título de Real; en 1894, la reina regente María Cristina aceptaba el cargo de Hermano Mayor para su hijo, Alfonso XIII; en 1902, cuando ya el rey era mayor de edad, recibió la medalla de la hermandad y ésta el estandarte real o Pendón Morado de Castilla; en 1906, la reina Victoria Eugenia es nombrada Camarera Mayor y Perpetua de la dolorosa, mientras que los infantes Fernando de Baviera y María Teresa se convirtieron en Hermanos Especiales Protectores; en 1906 y 1930, Alfonso XIII presidió la estación de penitencia; finalmente, en 1992, Juan Carlos I aceptó ser Hermano Mayor Honorífico, mientras que la reina Sofía se convirtió en Camarera de Honor.
Precisamente, el Pendón Morado de Castilla se exponía a continuación, aunque en este caso es la reproducción que el Taller de Santa Bárbara confeccionó en 1991 en raso morado con bordados en sedas de colores.
Finalmente, el centro de esta sala lo ocupaba el manto procesional de la Virgen de la Victoria, diseñado por Pedro Domínguez y bordado por Rodríguez
Ojeda entre 1895 y 1897. Aunque en su origen estaba bordado sobre terciopelo negro, en la actualidad está realizado en terciopelo burdeos con
decoración bordada en hilo metálico dorado y sedas de colores.
Como apuntábamos al principio, ha sido una de las mejores exposiciones que hemos podido ver en los últimos años en el Círculo Mercantil por la gran calidad de lo expuesto y la disposición de todo ello. Hay que felicitar, por tanto, a la Hermandad de las Cigarreras y a los responsables directos de la muestra por el gran trabajo realizado y por las más de 12.500 visitas que ha recibido durante los nueve días que ha estado abierta. Es, sin duda, la mejor manera de comenzar la celebración de los 50 años transcurridos desde el traslado de la hermandad a su actual sede en el barrio de Los Remedios.
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