El Cachorro estaba tumbado ante el presbiterio del templo, despojado, al igual que en su estación de penitencia, de corona de espinas y potencias. A ambos lados de la cruz y a los pies de ésta se colocaron lirios morados como exorno floral, en tanto que la estructura que sostenía los brazos se ocultaba con una tela de damasco rojo.
Frente al Cachorro, y aún en su paso de palio, contemplaba la escena la Virgen del Patrocinio entre los cirios gastados de su candelería.
Como manda la tradición, los asistentes al besapié eran obsequiados con los claveles rojos que conformaron el monte sobre el que procesionó el Cachorro en su paso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario