Cerramos el amplio repaso a los besamanos de la festividad de la Inmaculada Concepción con la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura, que expuso a su titular a la veneración de fieles y devotos en la cabecera de la nave de la Epístola de su templo, ante el retablo de la Virgen de Guadalupe.
Nuestra Señora de la Soledad vestía su manto negro de salida, la saya burdeos que también suele llevar en su estación de penitencia del Viernes Santo y la toca de sobremanto, todo ello con bordados en oro, y en la cintura tenía un cíngulo dorado. Lucía también la diadema procesional, puñal, cruz pectoral, un alfiler con su advocación y una gargantilla de perlas.
La mano izquierda, de la que colgaba un rosario, la acercaba al pecho, mientras que ofrecía la derecha para ser besada por los devotos.
La dolorosa de Gabriel de Astorga se encontraba elevada sobre una fina peana de plata y flanqueada por dos grupos de candeleros con cera blanca y cuatro jarras, dos junto a la imagen y otras dos abrazadas por los candeleros. Además, había dos jarras más detrás, a los pies del retablo. Todas ellas contenían rosas blancas, rosas de pitiminí y anthurium.
Al fondo, había cuatro blandones dorados, dos a cada lado, y ante el retablo estaba el sinelabe que forma parte del cortejo de la cofradía entre faroles de plata y otros dos grupos de candeleros plateados.
Por último, hay que indicar que los ángeles lampadarios situados arriba, a cada lado del retablo, sostenían en esta ocasión los paños de bocina de la hermandad, con el escudo de ésta bordado.
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