Ha sido un ciclo intenso, de unos veinte días de devoción
sevillana en torno a la advocación del Carmen, ligada a las gentes del mar, lo
que en Sevilla se traduce en gentes de un río navegable desde aquí hasta su
desembocadura.
Ayer, la Hermandad del Carmen de Calatrava cerró el ciclo
con su procesión triunfal por las calles, un broche de oro en el que no
faltaron ni las lluvias de pétalos ni los truenos y relámpagos causados por los
fuegos artificiales.
Antes de las ocho de la tarde ya estaba el cortejo de la
cofradía al completo en la calle. Abría, como siempre, la particular cruz de
guía dorada, seguida por niños con hachetas, el simpecado, el libro de reglas y
las representaciones de varias hermandades. Así, se pudieron ver los
estandartes corporativos de San José Obrero, el Carmen de San Leandro, el
Carmen de San Gil, el Carmen del Santo Ángel, el Rosario de San Julián, el
Carmen Doloroso, los Javieres, Todos los Santos y la Anunciación de Juan XXIII.
Detrás, venía el estandarte de la propia Hermandad del
Carmen de Calatrava, varias parejas de hermanos con cirios blancos y la
presidencia inmediatamente antes del cuerpo de acólitos.
Pronto se acercó hasta la puerta el paso de la Virgen del
Carmen, que el pasado día 15, en la víspera de su festividad, vivió un año más
su tradicional procesión fluvial por el Guadalquivir y el rosario público por
las calles más inmediatas a su capilla (ver).
Estrenaba este año la hermandad el dorado de los
respiraderos laterales por parte de los Hermanos Caballero, con el que se
completa por fin, después de ocho años, este pequeño paso en sintonía con la
talla de la Virgen que realizara el gran imaginero del siglo XVIII Cristóbal
Ramos. Además, la Virgen y el Niño llevaban nuevos escapularios diseñados y
bordados por quien fuera hermano mayor de la hermandad, José Antonio Grande de
León.
Lisiantum, nardos y gladiolos componían el exorno floral de
este paso que, pese a sus recortadas dimensiones, debe ser bajado por los
costaleros para que la ráfaga de orfebrería de la Virgen pueda salvar el
dintel. Superada la dificultad, la Banda de Música María Santísima de la
Victoria, de Las Cigarreras, interpretó el Himno de España.
Posteriormente, el paso se encaminó hacia la Alameda de
Hércules a los sones de “Carmen de Calatrava”, marcha enlazada con “Coronación
de la Macarena”, con la que la Virgen del Carmen llegó hasta el inicio de la
Alameda.
Tras una chicotá a tambor que fue breve, dado que el capataz,
Antonio Santiago, se vio obligado a parar el paso por no poder avanzar, la Virgen
del Carmen salió al intenso sol con el que empezaba a despedirse la tarde con
la marcha “María Santísima de la O”, que fue la banda sonora de la revirá que
llevó a la imagen hasta la calle Lumbreras, por donde más adelante se iba a
escuchar “Cádiz cofrade”.
De nuevo la hermandad quiso visitar primero el Monasterio de
San Clemente antes de pasar por la esperada calle Arte de la Seda, al contrario
de lo que ha hecho otros años. Por ello, desde Lumbreras la Virgen del Carmen
giró a la derecha a la calle Santa Clara, momento para el que la Banda de Las
Cigarreras escogió la marcha “Reina de Todos los Santos”.
Posteriormente, avanzando con decisión hacia la puerta de
acceso al atrio del monasterio, que se remata por un antiguo azulejo de San
Fernando, quien reconquistó la ciudad precisamente el día de San Clemente de
1248 (de ahí la devoción a San Clemente en Sevilla), la Virgen del Carmen
alcanzó el atrio con “Virgen de los Negritos”.
Una vez dentro, el paso buscó el templo del monasterio a los
sones de “Al cielo con Ella”, y entró en él para dirigirse hasta el
presbiterio, donde se encontraban las religiosas cistercienses, que cantaron e
interpretaron musicalmente el Ave María, y después una hermana leyó una oración
a la Virgen del Carmen, a la que por fin tenían cerca después de verla el
pasado día 15 en la lejanía acercarse hasta el río para su procesión fluvial.
La hermandad correspondió al cariño de las hermanas
regalándoles un ramo de flores que desde la salida había ido en el paso detrás
del manto blanco de tisú bordado en oro que la Virgen del Carmen utiliza
siempre en sus salidas procesionales.
A continuación, el paso procedió a salir del templo, momento
en que la Banda de Las Cigarreras comenzó a interpretar “Amor y Socorro”.
Después, salió de nuevo a la calle Santa Clara a los sones de “Virgen del Dulce
Nombre”.
Ahora sí, llegaba el momento de discurrir por Arte de la
Seda, aunque antes se despidió del acompañamiento a la Virgen del Carmen la
Hermandad de San José Obrero, a la que Antonio Santiago le dedicó una levantá.
Seguidamente, el paso se introdujo en Arte de la Seda con la marcha “Esperanza
Macarena” y pasó junto un altar presidido por una pequeña Virgen vestida con
los colores propios del Carmelo, marrón y blanco.
Banderas con esos mismos colores adornaban esta calle en
forma de L. Antes de llegar precisamente al vértice de este ángulo recto, el
paso se detuvo para continuar después y realizar el giro a los sones de
“Hiniesta Coronada”. Había expectación entre las personas que llenaban esta
calle, normalmente tranquila, porque sabían que estaba a punto de caer una gran
petalada sobre la Virgen del Carmen.
Y así fue, tras completar el giro, desde la azotea del
edificio de la esquina cayeron numerosos pétalos de buganvillas, aunque los encargados
de lanzarlos escogieron para ello el momento más bajo de la composición
musical. El dorado del paso y el blanco de las flores se tiñeron con el magenta
de las buganvillas, que apagaron además algunos de los guardabrisas.
“Por una mujer que está aquí y es muy devota de la Virgen”,
dijo Antonio Santiago instantes antes de realizar la levantá del paso para que
continuara hacia Lumbreras, a la que salió de nuevo ahora a los sones de
“Aurora, Reina de la mañana”.
“La Virgen de los Desamparados” fue la marcha escogida para
acompañar musicalmente a la Virgen del Carmen en el giro de Lumbreras a Santa
Clara, ahora en dirección contraria al Monasterio de San Clemente. Más adelante
sonaría “Pasa la Virgen Macarena”, con la que el paso discurrió por el cruce con
la calle Hombre de Piedra, en cuya esquina se despidió la Hermandad del Carmen
del Santo Ángel. Y otras tres hermandades (Javieres, Carmen Doloroso y Carmen
de San Gil) se despidieron poco después, ante la puerta de la residencia de
María Reparadora, ante la que la Virgen del Carmen se volvió mientras la banda
tocaba “La Asunción de Cantillana”.
Mirando hacia las religiosas y ancianos del convento, la
Virgen recibió de éstos el canto de la Salve y algún viva. Como había ocurrido
antes en San Clemente, la hermandad regaló a las religiosas un ramo de flores
antes de marcharse con la marcha “¿Quién te vio y no te recuerda? Saeta
jerezana”.
Poco después, en la confluencia de las calles Santa Clara y
Santa Ana, otra hermandad abandonó el acompañamiento a la Virgen del Carmen de
Calatrava, en este caso la de San Leandro. “El Corpus” fue la marcha con la que
el paso giró a la calle Santa Ana y llegó a la puerta del convento del mismo
nombre, donde se despidieron las hermandades del Rosario de San Julián y la
Anunciación de Juan XXIII.
Vuelto a la puerta del convento carmelita, el paso se detuvo
antes de afrontar la entrada en el templo del cenobio para dirigirse a los pies
de éste, con la Virgen mirando hacia la clausura donde se encontraban las
religiosas, quienes cantaron la Salve y otra composición, y recibieron también
de la hermandad un ramo de flores.
Antes de marcharse de Santa Ana, Antonio Santiago mando a
los costaleros acercarse aún más a la clausura. Después, el paso se dirigió a
la puerta y salió a la calle, momento en que la Banda de Las Cigarreras
interpretó “Pasan los campanilleros”. Con ella, la Virgen del Carmen avanzó
hasta quedar detenida junto al Palacio del Infantado.
Desde uno de los balcones de este característico inmueble,
Ángel Díaz le cantó a la Virgen del Carmen una sevillana acompañado por una
guitarra. Fue una declaración de amor la del cantaor, que finalizaba cada parte
de la sevillana afirmando: “nací para quererte”. Todos los presentes
reconocieron con palmas el emotivo cante, que sólo fue el inicio del momento
más esperado de la procesión, cuando, avanzando ya el paso a los sones de
“Macarena”, de Abel Moreno, la Virgen del Carmen recibió una enorme petalada desde
lo más alto de los edificios de esta parte de la calle, mientras el cielo era
iluminado por una serie de fuegos artificiales. Pétalos y cohetes, flores y
luces de colores para la pequeña imagen, que continuó hacia Jesús del Gran
Poder con la marcha “Rosario”.
Quedaba únicamente una línea recta hasta la capilla,
recorriendo la Virgen del Carmen los últimos tramos de la calle que lleva el
nombre del Señor de Sevilla. En esta recta, sonaron las marchas “Al cielo de
San Pablo”, “Virgen de la Estrella”, “Galeona” y “Aurora, Virgen del alba”.
Con esa última composición el paso salió a la pequeña
placita que se abre ante la capilla, donde una mujer pidió a Antonio Santiago
una dedicatoria muy especial de levantá. El capataz se la comunicó a unos de
sus auxiliares y éste les dijo a los costaleros: “Por los enfermos mentales,
para que la Virgen les dé salud a ellos y a sus familias”. A continuación, el
paso avanzó hacia la capilla con la marcha “María Santísima de Guadalupe” hasta
quedar colocado ante la puerta.
La última levantá antes de entrar la hicieron los costaleros
a pulso; una levantá que Antonio Santiago dedicó, según dijo: “a las madres que
os parieron a ustedes”. Durante la lenta levantá, varios hermanos se ocuparon de plegar los zancos del paso para que los costaleros pudieran agacharse en el
momento de la entrada en la capilla.
Antes de entrar, la Banda de Las Cigarreras tocó la Salve
Marinera y luego, ya en silencio, el paso procedió a entrar, rubricando la
banda su participación en la salida procesional con el Himno de España mientras
repicaba la campana de la espadaña del pequeño templo.
Una vez en el interior de la capilla, el paso fue conducido
hasta el presbiterio y, cuando se detuvo en su ubicación definitiva, los
hermanos cantaron la Salve y se escucharon tres vivas: “¡Viva la Virgen del
Carmen!”, “¡Viva la Reina de Calatrava!” y “¡Viva la Madre de Dios!”.
Se cerraba así, un año más, la intensa manifestación del
fervor carmelita de la ciudad de Sevilla, reflejada en sus diferentes imágenes
advocadas como Virgen del Carmen, que no son precisamente pocas.
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