viernes, 8 de septiembre de 2017

"SOY DE MI SEÑORA SANTA ANA: DEVOCIONES Y CULTO EN TRIANA"


"Soy de mi Señora Santa Ana: Devociones y culto en Triana" es el título de la exposición que puede visitarse desde hoy, viernes, y hasta el próximo jueves en la sede del Círculo Mercantil e Industrial en la calle Sierpes. Se trata de una muestra enmarcada en los actos de celebración del DCCL aniversario de la Parroquia de Santa Ana, la iglesia más antigua de Sevilla, y que reúne una serie de obras escultóricas y pictóricas, documentos, libros y diversos enseres textiles y de orfebrería relativos a la propia historia del templo y de las diferentes hermandades que han tenido (alguna ya extinguida) y tienen su sede en la llamada 'catedral' trianera.
El propio título de la muestra hace referencia a la frase que muchos de los enseres pertenecientes a la parroquia tienen grabados para hacer constar así la propiedad de éstos.
Repasamos de manera detallada cada una de las piezas expuestas en la muestra comenzando por el patio, donde vemos en primer lugar un conjunto formado por un estandarte de la Hermandad del Santísimo Sacramento, hoy fusionada con la Esperanza de Triana, confeccionado en raso y bordado en sedas de colores a finales del siglo XIX. Flanqueando al estandarte hay dos floreros con forma de campana labrados en plata por Orfebrería Villarreal en 1967 y que van en la delantera del paso de Madre de Dios del Rosario; las jarras llevan flores de talco especialmente para su presencia en esta muestra.
Vemos también dos ángeles llorosos pertenecientes a la Parroquia de Santa Ana, aunque procedentes del desaparecido Convento de los Remedios; están atribuidos a Pedro Roldán en el último tercio del siglo XVII. Finalmente, se han colocado dos varas de presidencia de plata repujada, obra de José Portillo (1684), pertenecientes a la Hermandad del Santísimo Sacramento.






A su lado, otro montaje de diferentes enseres, con una pequeña talla de la Inmaculada Concepción realizada por Miguel Cano en 1624; otras de Santa Ana, la Virgen y el Niño, de autor desconocido y donadas a la parroquia, según su testamento, por Joaquín Ballesteros y González en 1853; un atril de plata repujada de José Portillo (1674); una bandeja de plata sobredorada y cincelada con esmaltes, obra de autor anónimo de entre 1620 y 1640; dos bandejas mejicanas de plata cincelada y grabada de alrededor de 1700; un juego de pértigas de plata de Antonio Cansino (1702) de la Hermandad del Santísimo Sacramento; y un juego de dalmáticas de la segunda mitad del siglo XVIII de seda blanca con bordados en sedas de colores y oro.





Pasamos a la sala blanca del Mercantil, donde se encuentra el resto de los enseres expuestos, comenzando por un juego de dos dalmáticas, casulla y capa pluvial, de brocado, hilos de oro y sedas de colores, de la primera mitad del siglo XVII. Hay que destacar en la decoración la utilización de elementos como castillos y leones, alusivos al escudo de Alfonso X el Sabio, fundador de la Parroquia de Santa Ana, además de la presencia del anagrama de María y el nombre de Ana en las dalmáticas.






Junto a estas prendas litúrgicas, vemos dos ejemplos de lápidas funerarias del siglo XIX realizadas en cerámica. Fueron hechas para señalar la localización de los restos de determinadas personas enterradas en la parroquia.



Encontramos a continuación un cuadro de indulgencias del primer tercio del siglo XIX, pintado por autor desconocido al óleo sobre tabla. En este caso, son las indulgencias concedidas por el Papa Pío VI en 1783 a los que visitaran la parroquia el primer martes del mes julio, día de la semana en que tradicionalmente se sitúa la muerte de Santa Ana, y mes en el que tiene lugar su festividad.


A su lado, se expone una talla de San Joaquín, tallada en madera policromada por Blas Muñoz de Moncada en 1664. Era el santo titular de la desaparecida Hermandad de Sacerdotes de San Joaquín, que había sido fundada en 1628.






Otro cuadro de indulgencias vemos ahora, pintado también al óleo sobre tabla en el primer tercio del siglo XIX. En él se leen las indulgencias concedidas por Pío VI en 1783 y por León XIII en 1825 para quienes visiten la parroquia en los días 29, 30 y 31 de julio, y 1 y 2 de agosto, octava de Santa Ana.


A continuación, se muestra una casulla de seda blanca con bordados en oro y sedas de colores de la segunda mitad del siglo XVIII.


Muy curiosa es la obra que vemos a continuación, ya que es un óleo sobre lienzo que representa a la Divina Pastora, pintada por un autor desconocido en el siglo XVIII. Lo interesante es que la Hermandad de la Divina Pastora de Triana no se fundó hasta 1881, por lo que se demuestra que la devoción en Triana por la advocación pastoreña existía desde mucho antes. El desconocido pintor reprodujo la imagen que Juan Ruiz Soriano pintó en el retrato del creador de esta advocación, el capuchino Fray Isidoro de Sevilla.


A su lado, podemos contemplar otra casulla, en este caso de brocado celeste y encaje de plata del siglo XIX. Es utilizada para la festividad de la Inmaculada Concepción.


De la extinguida Esclavitud de Santa Ana es un relicario de la mano de la santa, tallado en madera estofada y dorada a finales del siglo XVIII. La mano de la talla de Santa Ana se desmontaba y se metía en este relicario para llevarla a parturientas y enfermos.


Seguimos con un óleo sobre lienzo de la Virgen del Rocío, pintado por autor anónimo a principios del siglo XIX, lo que da idea también de la antigua devoción trianera por la Blanca Paloma. El cuadro se restauró en 2013 con motivo del segundo centenario de la Hermandad del Rocío de Triana.


Al igual que los ángeles llorosos que veíamos antes, del Convento de los Remedios también llegó a Santa Ana el conjunto escultórico de la Sexta Angustia, titular de una congregación de señoras. La Virgen es de autor desconocido de 1550, mientras que el Cristo, que era un crucificado, se atribuye a Roque Balduque en el siglo XVII. En 1840 Gabriel de Astorga reformó ambas imágenes.









Otro lienzo observamos a continuación; en este caso, se trata de una pintura del siglo XVII que representa al Santo Cristo de San Agustín, crucificado procedente del desaparecido convento del mismo nombre y por el que Sevilla profesaba una gran devoción. La talla desapareció en el incendio de la Parroquia de San Roque de 1936, existiendo hoy una réplica que es titular de la cofradía del Señor de las Penas y la Virgen de Gracia y Esperanza.


A su lado, se expone una cruz parroquial perteneciente a la Hermandad del Carmen de Santa Ana, realizada en madera estofada en oro y con espejos, utilizada para iniciar los cortejos de la cofradía. Se desconoce al autor que la talló en el siglo XIX.


De la Hermandad de Madre de Dios del Rosario es el simpecado que vemos a continuación, de terciopelo rojo, apliques de plata y un lienzo pintado al óleo, del siglo XVIII. Este simpecado fue el origen de la propia hermandad, dado que es el que se utilizaba en el rezo de los rosarios que se celebraban por las calles. La pintura representa a San Joaquín y Santa Ana alzando la mirada para ver a la Virgen, vestida con los colores tradicionales de la representación inmaculista (azul y rojo), con el Niño en brazos.




Continuamos con una imagen de San Miguel Arcángel perteneciente a la extinguida Hermandad de Ánimas Benditas, fundada en 1566. La imagen es de 1763-64, obra de Felipe González Lobera. El revestimiento de la coraza y el calzado, de plata, es de Miguel Palomino, de 1829.





En 1993, tras su reorganización, la Hermandad de la Divina Pastora de Triana estrenó en su salida procesional un simpecado de terciopelo azul con una pintura de Francisco Maireles en la que se muestra a la Pastora rodeada de símbolos de las letanías lauretanas.



La muestra incluye varias vitrinas con más enseres. En la primera de ellas vemos elementos como un escudo de pertiguero de plata, del siglo XVIII, de la Hermandad del Santísimo Sacramento; un portaviático de plata fundida y grabada por Juan de Amores en 1809 de la misma hermandad; la caja con las llaves del Sagrario, de plata labrada (siglo XVIII); otro escudo de pertiguero de plata de la Hermandad del Santísimo Sacramento, éste del siglo XIX; un portapaz de Francisco de Alfaro (1590), de plata cincelada, fundida y moldeada; un escudo de pertiguero de plata repujada y recortada del siglo XVIII, de la Hermandad de Ánimas Benditas; y una palmatoria de plata de finales del XIX.





Seguimos con distintos enseres litúrgicos, como unas crismeras de plata de Pedro de Zubieta, de 1596; un copón de plata de finales del siglo XIX; una demanda también de plata de 1810 de la desaparecida Esclavitud de Santa Ana; un cáliz de plata sobredorada realizada por Nicolás de Cárdenas en la segunda mitad del siglo XVIII; y un acetre de plata atribuido a Francisco Sánchez, quien lo habría hecho en 1614.




En otra vitrina vemos otros elementos, como un libro de novena de la Esclavitud de Santa Ana, una carta de esclavitud de la misma corporación, un libro de cabildos de la Hermandad de Santa Ana (1561-1592), el libro de caja de la Hermandad del Santísimo Sacramento (1782-1822), un libro de reglas de la misma hermandad (1630), unos rostrillos y el libro de reglas de la Hermandad de la Pura y Limpia, fusionada con la Esperanza de Triana (1746).







Y por último, nos encontramos con el libro de protocolos de la Hermandad de Sacerdotes de San Joaquín (siglo XVIII), dos exvotos (1831 y 1836) explicando favores obtenidos por la Virgen del Carmen, el libro de cuentas de 1793 de la Hermandad de Ánimas Benditas, un juego de escapularios de plata sobredorada de la Hermandad del Carmen (primer tercio del siglo XIX), el libro de cabildos de la Congregación de la Sexta Angustia (1813), un breve papal de la Congregación de Jesús Crucificado y María Santísima de los Dolores (1828), el libro de reglas de la Hermandad de Madre de Dios del Rosario de 1669 y el libro de reglas de 1881 de la Hermandad de la Divina Pastora.










Setecientos cincuenta años dan mucho de sí para una parroquia de la importancia de Santa Ana en lo relativo a patrimonio artístico, histórico y devocional. Esta exposición muestra un pellizquito de tan dilatada vida parroquial, que sigue y seguirá dando frutos espirituales en pleno corazón del arrabal trianero.

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