Luis Cernuda lo dejó escrito cuando quiso recrear los recuerdos de su vida pasada, de la vida perdida. Hablaba el poeta sevillano del "tiempo sin tiempo del niño". No era nostalgia, al menos él lo negaba. No. A veces mirar hacia atrás no se hace con la intención de regodearse en la tristeza de lo que no volverá, sino simplemente de tratar de revivir un tiempo distinto que se fue, aunque para el niño el tiempo parezca eterno.
El Miércoles Santo de mi infancia era el día de la Amargura, con mayúsculas, de la hermandad que pasaba y pasa, siendo la única que lo hace, por la esquina en la que se alza una casa a la que en este día ya no se asoma nadie, pero que durante años tenía los balcones y las ventanas llenos de familia. Era un día de fiesta. El día en que mi abuela, mis tíos, mis primos, mis padres, mi hermano y yo nos reuníamos para contemplar la revirá casi imposible de un gran paso de misterio, y la de un palio azul como el cielo al que hoy miramos al referirnos a quienes ya ni están ni podrían estar asomados a esas ventanas. Había que volver a esa calle, a esa esquina. ¿Nostalgias? No. Se trataba de comprobar que en el fondo seguimos siendo niños y que, aunque los balcones estén vacíos, el tiempo sigue deteniéndose en una revirá eterna, que es igual a la que aquel niño que aprendió a ser cofrade pisando esos mismos adoquines sigue recordando cuando une las palabras Miércoles, Amargura y Naranjas en las misma frase.
Jerez amanecía vestida de Miércoles Santo, un día que ha crecido hasta sus actuales seis cofradías desde las cuatro que el niño de aquel balcón conoció. En 2007 llegó el estirón de la jornada incorporando de golpe a dos hermandades que ya parece que estén ahí de toda la vida. La primera de ellas llega hasta el centro desde el barrio de La Granja y tiene la salida más tempranera de toda la Semana Santa jerezana: las tres menos diez de la tarde, siendo su hora oficial de entrada las tres menos veinticinco de la madrugada.
Pero en La Granja tenían tantas ganas de cofradías, que cinco minutos antes de lo previsto se abría la puerta de la Parroquia de Santa María Madre de la Iglesia y el cortejo de la Hermandad del Soberano Poder comenzaba a salir a las soleadas calles, encabezado por esa cruz de guía tan llamativa que cuenta con decoración pictórica en la que se representa a diferentes titulares de otras hermandades. No faltó, además, una representación de la Hermandad de la Entrega, de la pedanía de Guadalcacín, cofradía que, si alguna vez llega hasta el centro de Jerez, como es su deseo, tendría que pasar muy cerquita del barrio de La Granja en su recorrido. Por otro lado, entre las estampas que ofrecía la cofradía del Soberano Poder, la de un costalero con una camiseta dedicada al pequeño Gabriel y un nazareno con un bebé en brazos en la presidencia del paso de misterio.
La Virgen de las Mercedes, dolorosa del cordobés Francisco Romero Zafra, se quedó un año más en el templo a la espera del momento en que la hermandad pueda dotarla de un paso de palio. Nazarenos no le iban a faltar, dado que la cofradía de La Granja puede presumir de haber conseguido en pocos años un importante número de hermanos vistiendo la túnica para hacer estación de penitencia.
Este año se ha terminado de dorar el enorme paso de misterio de Nuestro Padre Jesús del Soberano Poder ante Caifás, por lo que, desde el punto de vista del patrimonio cofradiero, ya pueden dedicarse los esfuerzos a ese futuro paso de palio. Jesús reconoce su divinidad ante el sumo sacerdote en un misterio realizado íntegramente por Manuel Ramos Corona.
Vestía el Señor una túnica lisa de terciopelo morado, el mismo color de las flores que adornaban todo el canasto del paso. Raúl Rodríguez es el capataz de este paso al que ponía el acompañamiento musical la Agrupación de la Sentencia de Jerez, que continuaba así su labor tras haber estado tras el misterio del Desconsuelo el día anterior.
Tras la salida, la formación musical encadenó varias marchas, entre ellas "Oh, pecador", que ha sido unos de los clásicos que más se han repetido este año tras los pasos. Después de abandonar el recinto de la parroquia, el paso giró a su izquierda para salir a la Avenida de Europa desde la calle Huelva. Antes de dejarla, un hombre cantó una saeta a pie de paso mientras se aprovechaba una parada para cambiar el llamador, que al parecer había sufrido algún percance.
Posteriormente, ya en la Avenida de Europa, el paso cruzó una rotonda desde un lado al otro de la avenida para continuar en línea recta hasta el centro por el lado derecho. Entre una calzada y otra de la avenida, hay un paseo que recibe el nombre de Bulevar Escultor Francisco Pinto, donde se encontraba una señora que cantó una saeta en voz baja, a bastante distancia del paso, haciéndola casi imperceptible. La saeta es una oración y, cuando es sincera, vale lo mismo o más que una cantada a voz en grito desde la misma delantera de un paso.
Y aún en la larga avenida, hubo ocasión de dedicar una levantá a la madre de un costalero. La señora, en ese mismo instante, estaba en coma en el hospital, razón por la que el costalero no había podido salir bajo el Señor del Soberano Poder. Quien sí estaba en ese momento junto al paso fue una hermana, hija también de aquella mujer, que asistió a esta levantá completamente emocionada.
Vamos al centro histórico, a la misma Plaza de San Mateo donde poníamos el cierre al Martes Santo. Frente a la iglesia del mismo nombre encontró la Hermandad de Santa Marta un lugar donde edificar su capilla durante los muchos años en que el templo estuvo cerrado por obras de restauración. Finalizadas las obras, la cofradía se quedó en su capilla propia, donde hoy tiene su sede.
A imagen y semejanza de la cofradía sevillana del mismo nombre, un grupo de hosteleros decidió fundar esta corporación para rendir culto a su patrona, creando un paso de misterio nuevo para la Semana Santa jerezana, como es el del Traslado al Sepulcro, tomando también de Sevilla la advocación del Cristo, que es el Santísimo Cristo de la Caridad, así como el de la dolorosa que forma parte del misterio, Penas, a la que añadieron las Lágrimas, hasta dejarlo en Penas y Lágrimas de María Santísima.
Todo el conjunto escultórico es obra de Antonio Eslava y va sobre un paso que perteneció a la Hermandad de San Benito de Sevilla, de lo que queda constancia en la pintura de la cartela frontal del canasto, donde se representa la escena de la Presentación al Pueblo. Fue en 1966 cuando llegó a Jerez este paso, dándose la circunstancia de que aquel año salió dos veces: el Martes Santo en Sevilla y el Sábado Santo en Jerez, dado que hasta 1981 era ese día en el que esta hermandad hacía estación de penitencia junto a la Hermandad de la Piedad. La decisión del obispo Rafael Bellido de despejar de cofradías el antiguo Sábado de Gloria y reservarlo a la meditación llevó a Santa Marta a buscar acomodo en el Miércoles Santo.
Tras los nazarenos de túnica y capirote negros de la primera parte del cortejo, que salen desde San Mateo por las reducidas dimensiones de la capilla, se produjo la salida del paso de misterio a las órdenes del capataz Jesús Sánchez Lineros. La Banda de Cornetas y Tambores del Cristo de la Caridad, de Jerez, que surgió en el seno de esta hermandad, es la encargada de acompañar a este paso, que durante algunos fue en silencio hasta que finalmente recuperó los sones musicales tras él.
Después de la Marcha Real, la banda comenzó a interpretar la marcha "Caridad", con la que el misterio fue girando poco a poco a su derecha, hasta romper de frente en dirección a la Plaza del Mercado.
Tal y como planteó la escena Antonio Eslava, el cuerpo inerte de Jesús es llevado por José de Arimatea y Nicodemo sobre una de las escaleras que han servido para descender su cuerpo de la cruz. Detrás, la Virgen de las Penas y Lágrimas, que sigue la línea varias veces repetida por el escultor en sus dolorosas, es consolada por San Juan Evangelista, imagen que recuerda al de la sevillana Hermandad de la Misión. Completan el misterio las tres Marías y Santa Marta, imagen esta última que tiene su propia salida procesional cada 29 de julio (ver).
Antes de salir a la Plaza del Mercado, donde un hombre cantó una saeta, se dedicó una levantá al padre fallecido de un costalero, en presencia de su viuda y otros miembros de la familia. Después, el paso rodeó la plaza con sus características palmeras antes de internarse por la estrechez de la calle Justicia con la interpretación de la marcha "Cristo del Amor".
Al contrario que la Hermandad de Santa Marta de Sevilla, la de Jerez cuenta con un paso de palio, el de Madre de Dios del Patrocinio, imagen de Francisco Pinto, el que tiene dedicado el paseo de la Avenida de Europa que comentábamos antes. La dolorosa va bajo el tercer palio que quien esto escribe le ha conocido a esta hermandad. El actual, que es de malla, está sin terminar de bordar en una de las caídas laterales, parece ser que a la espera de que se pueda ejecutar un proyecto mejor. Tampoco está concluido el bordado del manto, que es de color burdeos, a juego con el faldón y el sobrefaldón que presenta este paso.
Entraba el paso de misterio en la calle Justicia cuando ya el palio de la Virgen del Patrocinio había salido de su capilla, tras un cortejo de nazarenos que se distingue de la primera parte de la cofradía en que llevan capa blanca con la cruz de Jerusalén en un hombro. La Banda de Música Nuestra Señora del Rosario, de El Cuervo (Sevilla) se encargaba del acompañamiento musical de este palio, que salió a la Plaza del Mercado con la marcha "Mater mea" y que posteriormente se perdió por Justicia con "Virgen de la Paz".
Si el paso de misterio estaba adornado con rosas rojas, cardos y estátice, el paso de palio contaba con rosas de diferentes tonalidades, entre otras flores colocadas con mucho gusto.
Muy cerca de allí, en la Iglesia de San Lucas tiene su sede la Hermandad de las Tres Caídas, que por primera vez en su historia iba a contar con tres pasos en su cortejo, con la incorporación del Santísimo Cristo de la Salud presidiendo el que ya es el segundo paso de la cofradía.
Pero antes venía el tercer Cristo salido de las gubias de Ramón Chaveli que vemos en Semana Santa, tras el Yacente de las Angustias y el Cristo del Amor. Se trata de Nuestro Padre Jesús de la Salud en sus Tres Caídas, una imagen que concentra una gran devoción, como se comprueba en el numeroso acompañamiento que tiene de devotos tras su paso durante todo el recorrido.
La Hermandad de las Tres Caídas surge en 1940 como heredera de la extinta Cofradía de Dolores que tuvo su sede en el desaparecido Convento de Belén; una corporación fundada en 1664 y cuya actividad cesó en el siglo XIX. La nueva hermandad se crea en San Lucas, iglesia muy cercana a la del Convento de Belén. Sus hermanos recuperan la advocación de la Virgen de los Dolores, aunque no la imagen original, que había sido adquirida poco antes por la Hermandad de la Yedra y la había rebautizado como Virgen de la Esperanza. En su lugar, consiguen una dolorosa que conservaba la Hermandad del Nazareno y que no recibía culto. En cuanto al Cristo de la Salud que este año ha salido por primera vez, no pueden recuperarlo, por lo que encargan a Chaveli una nueva imagen, pero en lugar de tener la iconografía de un crucificado, optan por un Señor caído bajo el peso de la cruz inspirado en el Señor de las Penas de San Vicente de Sevilla. Lo que sí mantienen es la advocación de Salud del antiguo Cristo; de ahí que se llame Jesús de la Salud en sus Tres Caídas.
Procesiona sobre un paso de madera oscura que se iluminaba con unos hachones, como antiguamente el Señor de las Penas de San Vicente, aunque hace algunos años cambiaron los hachones por los actuales faroles de plata. Lo que permanece inalterable es el acompañamiento de la Escolanía del Miserere de la propia hermandad delante del paso, voces infantiles que caracterizan a esta cofradía.
Desde San Lucas, la hermandad tomó la calle Cabezas y salió a la misma Plaza del Mercado que acababa de ver pasar a la Hermandad de Santa Marta, y como ésta, se encaminó a la calle Justicia, compartiendo así parte del itinerario de ida hacia la carrera oficial. "¡Cuánto te quiero, Padre mío!", se oyó decir a una mujer que contemplaba al Señor en esta zona.
Venía a continuación el gran estreno de la Hermandad de las Tres Caídas y uno de los principales estrenos de toda la Semana Santa, como era el paso del Cristo de la Salud, imagen que hace años pudieron traerse a San Lucas los cofrades, que en octubre aprobaron incorporarlo a la estación de penitencia. Al haber sido titular de la antigua Cofradía de Dolores junto a la actual Virgen de la Esperanza de la Yedra, esta hermandad de la Madrugada fue invitada a formar parte del cortejo del crucificado con varios de sus hermanos vestidos con sus túnicas; invitación que aceptaron, de forma que un tramo del cortejo del Cristo de la Salud estaba formado por nazarenos de la Yedra con su estandarte corporativo.
Con el paso del Señor de las Tres Caídas ya en la calle Justicia, el gran estreno de la hermandad bajaba la rampa de la Plaza de San Lucas una vez realizada la salida. Los cofrades de las Tres Caídas han tenido el acierto de escoger para el Cristo de la Salud un paso con el mismo color que el primero, procedente de la Hermandad del Prendimiento de Sanlúcar de Barrameda, que a su vez se lo había comprado a la del Gran Poder de Dos Hermanas. Fue tallado en 1952 por Manuel Pineda Calderón, restaurado en 1988 por Manuel Hernández León y ahora se le han añadido algunos apliques de orfebrería de Ildefonso Oñate y Ramón Orovio. Además, para este paso se han recuperado los hachones que siempre llevó el paso del Señor de las Tres Caídas.
Así, con estos elementos y con una peana de plata y carey que sigue el estilo de la cruz plana del crucificado, se puso por primera vez en la calle en este histórico Miércoles Santo el Santísimo Cristo de la Salud, que contó con el acompañamiento de la Capilla Musical Sonos Angeli. Dos pasos de Cristo y ninguno de ellos con banda de ningún tipo, como corresponde a la sobriedad de una cofradía que supone el contrapunto de esta gran jornada procesional en Jerez. Sobriedad que se veía también en el exorno floral: si el Señor de las Tres Caídas tenía un monte de lirios morados, el Cristo de la Salud contaba con cuatro jarras con hiedra y espinos, además de los tulipanes y otras flores moradas que llevaba en la delantera y la trasera.
Sí lleva acompañamiento musical, después de muchísimos años en silencio, el paso de palio de la Virgen de los Dolores, que cerraba con su dificultosa salida la cofradía. El desnivel existente entre el suelo del templo y la calle hace verdaderamente complicada la salida, con los costaleros completamente de rodillas y haciendo que siempre asome primero a la calle las caídas del palio que el resto del paso. Para salir, hay que bajar.
Se atribuye al italiano Francesco Maria Maggio la realización de esta dolorosa del siglo XVII, a la que Francisco Orellana dedicó una bellísima marcha, "María Santísima de los Dolores", que la Banda Municipal de Música de Gerena tocó con el palio ya en la calle, iniciando así un cuidado repertorio que sonaría a lo largo de la estación de penitencia.
Además de los bordados de grandísima calidad que presenta este paso de palio, llamaba la atención el gran corazón de orfebrería atravesado por siete puñales que tenía en su pecherín la Virgen, que desde la Plaza de San Lucas tomó la calle Cabezas a los sones de "Miserere mei Deus".
Y llegó el momento. Miércoles, Amargura, Naranjas. La esquina de la infancia que me hizo cofrade estaba a punto de ser tomada, un año más, por los nazarenos de capirote azul, túnica y capa blancas con la cruz de San Juan al hombro. Desde la mañana siempre se intuía que algo grande iba a ocurrir cuando los coches desaparecían de la calle, a veces por obra y gracia de la grúa municipal. Y en la tarde, todo eran nervios y continuas salidas a la calle para mirar a la derecha, tratando de intuir si la cruz de guía se veía ya al fondo, llegando desde la calle Honda, para avisar al resto de la familia.
No había nadie asomado a los balcones esta vez. En esta ocasión, tocaba una inevitable perspectiva diferente, a pie de calle, con los cerrados balcones de fondo.
La historia de la Amargura y la calle Naranjas viene de lejos; en concreto, de 1948. Un adolescente vecino de esta calle estaba gravemente enfermo, a punto de morir, según los médicos que lo atendían. La familia, vinculada a la hermandad, pidió entonces que aquel año, de forma excepcional, la cofradía pudiera pasar por delante de su casa, lo que hizo en silencio, para pedir por su recuperación. Y el milagro se produjo, como queda reflejado en la placa que recuerda aquella curación cuando la Amargura, desviándose de su itinerario habitual, bendijo a aquel adolescente.
Curiosamente, tanto el Señor de la Flagelación como la Virgen de la Amargura tienen la cabeza girada precisamente hacia el lado de la calle donde se encuentra la casa de aquel milagro. Y unos metros después, está la casa donde mi familia se reunía para verlos pasar. "Siempre nos miran cuando pasan", pensaba yo en mi inocencia. Y este Miércoles Santo volvieron a mirar a esa casa. Momento para pedirles por todos: por lo que ya no están, por los que están y por los que estarán.
La Banda de Cornetas y Tambores Jesús Nazareno, de Huelva, tocaba con ganas tras el enorme misterio de la Flagelación, que preside una imagen del Señor atado a la columna que otro italiano, Jacome Baccaro, realizó en 1750 y que la hermandad encontró en un altar de la entonces Colegial, hoy Catedral de Jerez. Estamos, por tanto, ante otra imagen procesional que no fue tallada como tal, pero que hoy centra las miradas de un imponente paso que completó Ramón Chaveli en las tallas secundarias. En cuanto al paso, reproduce el canasto y respiraderos del misterio de la Amargura sevillana, que a su vez se basa en la peana procesional de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso del Gran Poder.
Por la calle Naranjas, casi a la altura de la casa del milagro, cayeron algunas flores desde una azotea para el Señor de la Flagelación, antes de alcanzar esa esquina con la calle Mora en la que se pudo disfrutar de una larguísima revirá que, una vez finalizada, generó los aplausos de los presentes mientras el paso avanzaba hasta detenerse junto a un balcón, desde el que salió la voz de la soprano Maribel Ortega cantándole al Cristo, como después haría también con la Virgen.
Después de su salida extraordinaria del pasado mes de diciembre (ver y ver), la Virgen de la Amargura volvía a estar en las calles, ahora en el día de su estación de penitencia. Por la calle Naranjas sonó tras ella "Coronación de la Paz" hasta la altura de la casa del recordado milagro de 1948. Como había hecho con el Señor, una joven cantó una saeta a la dolorosa, impresionante imagen atribuida a Francisco Camacho de Mendoza, del siglo XVII, que perteneció a la antigua Hermandad de San Antón que recordábamos en el Martes Santo con la Humildad y Paciencia.
Su palio, con las caídas celestes y el manto azul oscuro, formando un conjunto de una gran belleza, y con una muy acertada orfebrería, estaba adornado con rosas blancas y antirrhinum. Tras la saeta, llegó uno de los momentos más esperados, como fue la revirá lenta, muy lenta, de este paso a los sones de la marcha "Mi Amargura". No había prisa. Muy poco a poco, con una gran expectación, la Virgen de la Amargura fue encarando la calle Mora, por la que no comenzó a avanzar hasta que la marcha no alcanzó su punto álgido, entre las palmas de quienes habían elegido ese punto para disfrutar de una cofradía completa de principio a fin.
Finalmente, después de la intervención de la soprano, el paso de palio siguió por Mora hacia la Rotonda de los Casinos con la marcha "Dios te salve, Amargura", a cargo de la Banda de Música Julián Cerdán, de Sanlúcar de Barrameda.
Sorteando algunas de las calles del barrio de San Pedro, por donde pasa la Amargura camino de la carrera oficial, tratamos de llegar a la calle Ponce, por la que discurre el largo cortejo de la Hermandad del Prendimiento, que acababa de salir de la felizmente recuperada Iglesia de Santiago. Era la segunda estación de penitencia desde dicho templo después de muchísimos años de exilio provocado por las obras de restauración.
La cofradía del Prendimiento es otro de los grandes hitos de la Semana Santa jerezana, con dos titulares que son objeto de una enorme devoción y una manera muy personal de transmitirles esa devoción que tienen muchas personas, con continuas saetas y palmas a su alrededor. Por no hablar de la calidad de sus imágenes, empezando por el Señor del Prendimiento, atribuido también a Francisco Camacho de Mendoza en el siglo XVII.
Junto al Señor van en el paso San Pedro y dos sayones con motes de lo más llamativo: son Candilejo y Chupaceite... vaya usted a saber por qué. Y todo el conjunto, donde no falta un altísimo olivo, sale sobre un paso tallado por el sevillano Manuel Guzmán Bejarano.
Este año no ha habido recorrido por algunas callejuelas del barrio de Santiago, como en 2017, por lo que tras rodear el templo, la cofradía ha tomado la calle Ancha y ha cruzado hacia Ponce. Allí fue recibida por la Hermandad de la Soledad en la puerta de salida de esta cofradía que colocó su paso de palio mirando hacia la calle.
El paso de misterio del Prendimiento, adornado con rosas rojas y algunos lirios morados a los pies del Señor, llegó hasta la Iglesia de la Victoria con la marcha "Mi Madrugá", a cargo de la Banda de Cornetas y Tambores Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, de Granada, que se estrenaba tras el paso y que ha sido renovada en los últimos días para los próximos tres años.
El misterio se volvió completamente ante la puerta de la Victoria y se detuvo con medio paso dentro, quedando el Señor del Prendimiento cara a cara con la Virgen de la Soledad. A continuación, salió de nuevo a la calle para seguir hacia Guadalete, en cuya esquina con Ponce una mujer le cantó una saeta. Era una deuda pendiente entre los dos, entre ella y el Señor, dado que nada más finalizar y mirándole a la cara le dijo: "Te la debía". A partir de ahí, el Prendimiento, una de las imágenes de Cristo de mayor calidad de la Semana Santa jerezana, siguió por la calle Guadalete hacia la Plaza del Mamelón, en su camino a la carrera oficial.
La marcha "Mi Amargura" volvió a sonar en las calles de Jerez, en este caso para la despedida entre las dolorosas del Desamparo y la Soledad. El paso de palio de María Santísima del Desamparo, talla anónima del siglo XIX, también se había metido parcialmente en la Iglesia de la Victoria en el saludo entre ambas hermandades, antes de seguir por Ponce a los sones de la Banda de Música Nuestro Padre Jesús Nazareno, de Rota.
Impresionante, aunque necesita una restauración, el palio de esta cofradía, inspirado en el palio rojo que Rodríguez Ojeda diseñó para la Macarena. Tanto en las caídas, como el techo, el manto y los faldones, todo en terciopelo rojo, fue obra del taller de Esperanza Elena Caro.
Muy emotiva resultó la llamada del capataz, Ildefonso Rubio, al paso de palio aún en la calle Ponce y ante unos emocionados padres con un bebé en sus brazos. Según explicó a los costaleros, la levantá iba "por Aitor, un niño de Madrid de meses que está pasando un bache". Y mirando a la Virgen dijo: "Desamparo, lo dejo en tus manos". Los padres lloraban ante la Madre del Prendimiento, de la que se llevaron una estampita que le ofreció un hermano antes de alejarse del palio.
Otra dedicatoria de marcha vino después por Felipe, un costalero que después de 17 años había vuelto a llevar a la Virgen del Desamparo, que posteriormente giró a la calle Guadalete con la marcha "Amarguras", en una larga chicotá que no finalizó hasta que la partitura no se completó, con el palio ya muy cerca del Mamelón. Acto seguido, siguió adelante la Virgen a los sones de la marcha "Cristo en la Alcazaba".
Y antes de completar la nómina del Miércoles Santo con la Hermandad del Consuelo, por delante de ella regresaba hacia su templo, en el lejano barrio de La Granja, la Hermandad del Soberano Poder. Desde la calle Tornería y la Plaza Rafael Rivero, como el día anterior había hecho la Clemencia, el enorme misterio de la cofradía que habíamos visto salir en el inicio de la tarde se encaminaba a la Alameda Cristina para detenerse ante la Capilla de San Juan de Letrán.
No fue sólo una parada, sino que el paso se giró completamente ante la Hermandad del Nazareno, dando muestras de su saber andar a los sones de la Agrupación Musical de la Sentencia. Después, la cofradía continuó por la calle Sevilla y por Eguiluz pasó de nuevo por la Plaza Aladro, aunque ahora para salir del centro histórico por la calle Zaragoza.
Detrás del Soberano Poder, y recorriendo el lado opuesto de la Alameda Cristina camino también de Aladro, venía la Hermandad del Consuelo, que este año ha modificado sustancialmente su itinerario, al haber discurrido por el barrio de San Pedro a la ida en lugar de a la vuelta, como hasta el año pasado.
De esta forma, y dejando una cierta distancia con el Soberano ralentizando su ritmo de paso, la cofradía del Pelirón regresaba a casa tras completar su estación de penitencia número doce a la Catedral. Lo hacía pasando junto a la Iglesia de Santo Domingo, donde la Hermandad del Rosario de los Montañeses salió a recibir a ambos pasos.
En primer lugar iba el paso de Nuestro Señor del Amparo, nazareno tallado por Pedro Ramírez Pazos en 2003. Su paso, que antes lo fue de la Virgen del Consuelo cuando procesionaba sola ante la cruz, estrenaba el frontal de los respiraderos de talla, obra de Francisco Pineda, así como la cruz que cargaba el Señor.
El exorno se componía de diferentes especies florales, como rosas, calas y jacintos, aunque hay que subrayar la existencia de un monte que simulaba piedra, algo que poco a poco se está recuperando en numerosas hermandades de diferentes ciudades. Y tras el paso, la Banda de Cornetas y Tambores Amor y Sacrificio, de Lebrija.
Y rematando la cofradía, el paso de palio de cajón de la Virgen del Consuelo, imagen también de Ramírez Pazos, aunque tallada unos años antes, en 1996. En ella está el origen de esta hermandad, que surgió como asociación parroquial en el seno de la Parroquia de las Viñas, hasta que en 2010 se trasladó a su capilla propia en plena Ronda del Pelirón.
Cuando el paso se encontraba detenido ante la puerta lateral de la Iglesia de Santo Domingo, donde seguía una representación de la Hermandad de los Montañeses, fue invitado a tocar el llamador del paso el ministro de Asuntos Exteriores, el jerezano Alfonso Dastis, que se encontraba viendo cofradías acompañado por la ex alcaldesa, María José García-Pelayo.
Tras avisar a los costaleros de que iba a llamar el ministro, el capataz, Martín Gómez Garrido, bromeó: "Vamos a ver si sabe, que yo creo que sí". Cuando Dastis hizo sonar el llamador y el palio se levantó, un costalero dijo: "Y ahora que lo cuente en Madrid", provocando la risa del propio ministro y de sus acompañantes. Desde ahí, el palio, adornado con rosas blancas, se marchó hacia la Plaza Aladro a los sones de "La Madrugá", interpretada por la Banda de Música de la Soledad, de La Algaba.
Y mientras las primeras hermandades de la jornada regresaban poco a poco a sus templos fuera del centro, otras con su sede mucho más cerca de la Catedral estaban ya en plena recogida. Es lo que ocurría con la Hermandad de Santa Marta y con las Tres Caídas. El paso de palio de esta última regresaba a San Lucas por la Plaza de Belén, donde estuvo el convento del mismo nombre origen de la propia hermandad.
Y ya en la Plaza de San Lucas, completamente a oscuras, la Virgen de los Dolores fue acercándose al templo a los sones de la marcha "Nuestra Señora de la Soledad". Poco a poco, el palio subió la rampa de acceso a la puerta lateral, por la que sale y entra la cofradía, y la Banda Municipal de Gerena volvió a interpretar, como a la salida, la marcha "María Santísima de los Dolores". Tardó en prepararse la complicada entrada del paso, que estuvo durante algunos minutos parado frente a la puerta y delante del retablo cerámico dedicado al Señor de las Tres Caídas.
Finalmente, se procedió a la entrada en el templo y de esta forma, a las doce y media de la noche, la Hermandad de las Tres Caídas puso el punto final a la primera estación de penitencia con tres pasos de su historia.
A esa misma hora, la Hermandad de la Amargura discurría por la Plaza de las Angustias en su camino de vuelta a la Parroquia de San Juan Bautista, conocida popularmente como Los Descalzos. Tras ser recibida en las puertas de sus templos por las hermandades de las Angustias y Humildad y Paciencia, la cofradía tomó la calle Santísima Trinidad, por la que de nuevo ha pasado este año, para salir a Medina y ya en línea recta buscar su templo.
El imponente misterio de la Flagelación, que llevaba unos claveles rojos de un tono muy oscuro, fue recorriendo lentamente los últimos metros de su itinerario con la Banda de Cornetas y Tambores del Nazareno de Huelva echando el resto hasta el momento en que el paso se volvió para subir la rampa de madera y acceder al interior de su templo.
Por su parte, el paso de palio de la Virgen de la Amargura llegó hasta la puerta de Los Descalzos con la interpretación de la marcha "Ave María", de Cristóbal López Gándara, composición que incluye una parte cantada que ofrecieron los músicos de la banda sanluqueña de Julián Cerdán.
Ante la puerta del templo, el paso de palio, a las órdenes de Paco Yesa, dio una vuelta completa hasta quedar colocado para que los costaleros, después de una levantá "a pulso aliviao", subieran la rampa y el paso superara el cancel de entrada al atrio de la parroquia.
En cuanto entró, los miembros de la hermandad cerraron el cancel, un detalle que habría que modificar para permitir a la gente ver sin obstáculos el instante de la recogida del palio en la propia iglesia. Eran las dos y veinticinco de la madrugada cuando el palio celeste de la Amargura entraba en su casa.
Y aunque era tarde, al Miércoles Santo jerezano, ya jueves en el reloj, aún le quedaba el Prendimiento, que entre saetas y marchas regresaba lentamente a Santiago por la calle Ancha. Nuestro Padre Jesús del Prendimiento nunca va solo; siempre arrastra a una importante multitud que no quiere perderse ni solo momento de su caminar por las calles de Jerez.
Por la calle Ancha, la Banda de Cornetas y Tambores del Gran Poder de Granada encadenaba marchas como "Gitano, tú eres de Santa María" o "Mi Madrugá", ésta ya en las inmediaciones del templo.
Por su parte, la Virgen del Desamparo, aún con toda la candelería encendida pese a la hora, seguía los pasos del Prendimiento a los sones de "Madre de los Gitanos Coronada".
Volvemos al paso de misterio, que llegó al Angostillo con "El embrujo de Triana" y después, ante la misma puerta de Santiago, fue girando con la marcha "Historias de Judea", que fue la última que la banda onubense interpretó tras el misterio del Prendimiento. Con una levantá, como la Amargura, "a pulso aliviao", se acercó hacia la puerta y entró con la Marcha Real.
No faltaron tampoco las últimas marchas tras el palio del Desamparo, para la que sonaron "Como tú, ninguna" y "Pasan los campanilleros" al llegar al inicio de la calle Merced, mientras que después, ya en el Angostillo, se pudieron escuchar "Siempre la Esperanza", "Pasa la Virgen Macarena" y "Coronación de la Macarena".
Finalmente, tras una saeta delante del paso, la Virgen entró en Santiago y la Banda del Nazareno de Rota tocó el Himno de España e inmediatamente la marcha "Desamparo", de Germán Álvarez Beigbeder, composición que fue interrumpida con el paso parado ya dentro del templo.
Cinco minutos pasaban de las cuatro de la madrugada, aunque, como habíamos quedado, el tiempo apenas importa. Ya era Jueves Santo y la esquina de Naranjas esperaba ya otro Miércoles, otra revirá y, quizá, otras familias.
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