miércoles, 2 de octubre de 2019
EL CRISTO DE LA SED VOLVIÓ AL VIERNES DE DOLORES POR SU MEDIO SIGLO
La Hermandad de la Sed celebró el pasado sábado el acto principal de la conmemoración de su L aniversario, como fue la salida extraordinaria de su crucificado titular; una salida que generó una gran expectación en Sevilla y fuera de ella, dado que fueron muchísimas las personas que se acercaron hasta el barrio de Nervión para disfrutar del Cristo de la Sed o quizá, que todo hay que decirlo, de la Banda de Cornetas y Tambores del Rosario de Cádiz o quizá de ambas cosas.
Lo cierto es que la cantidad de gente que había alrededor de la cofradía fue por momentos insoportable, incluso en Eduardo Dato, la calle más ancha de todo el recorrido previsto. En cualquier caso, ello no impidió (aunque sí dificultó) disfrutar con esta salida extraordinaria que, al contrario de lo habitual, dejó a la Virgen de Consolación en la Parroquia de la Concepción y al paso de palio en las dependencias de la hermandad (ya en el XXV aniversario fue la dolorosa la protagonista), y sacó el paso del Cristo de la Sed. Cierto es que en un primer momento la hermandad quiso que la Virgen saliera a los pies del Cristo, lo que sí que habría resultado realmente extraordinario, pero las altas esferas eclesiásticas no lo vieron necesario (en 2008 sí que salió la Virgen de la Esperanza de la Trinidad a los pies del Cristo de las Cinco Llagas).
En cualquier caso, la Sed acertó con su salida del sábado entre otras cosas porque prefirió vivirla en su barrio, recuperando estampas e itinerarios propios de sus inicios como cofradía de vísperas, ya que antes de su incorporación al Miércoles Santo salía el Viernes de Dolores, algo en lo que fue pionera. De hecho, precisamente por ello el vía crucis de la hermandad con el crucificado sigue celebrándose en dicha jornada previa a la Semana Santa.
Hay que tener en cuenta que cuando la Hermandad de la Sed se fundó, hacía diez años de la última incorporación de una cofradía a la Semana Santa. Fue la del Beso de Judas, que tras fundarse en 1955 realizó su primera estación a la Catedral en 1959, un año más tarde que Santa Genoveva, que se había fundado en el 56. Para entonces, cuando nació la Sed, muchos hablaban de una Semana Santa cerrada, con demasiadas cofradías (esto nos sigue sonando hoy en día), y miraron con recelo eso de crear una nueva cofradía en un barrio alejado del centro como era Nervión, donde su nacimiento sirvió para recuperar la advocación de la Sed, que era la de un Cristo de Antonio Illanes que fue quemado en el 36, durante el asalto a la parroquia en los inicios de la guerra civil.
La hermandad tuvo claro desde el principio que ésa iba a ser la escena elegida para su paso de misterio (ya que la idea inicial era hacer un conjunto escultórico con tallas secundarias alrededor del crucificado). El Cristo llegó en 1970 y se le encargó al entonces jovencísimo Luis Álvarez Duarte. La Virgen de Consolación es anterior (es Ella realmente la que ha cumplido ahora cincuenta años), de 1969, y la realizó Antonio Joaquín Dubé de Luque.
La incorporación de la cofradía al Miércoles Santo tuvo lugar en 1979, pero durante los años anteriores, las imágenes recorrían las calles que este sábado recorrió el Cristo de la Sed, viajando así en el tiempo a aquellos Viernes de Dolores que el barrio conoció, con sus hermanos vestidos con túnicas negras sin capirote, a las que después se añadirían tanto éste como la capa blanca actual.
Y por todo ello precisamente la salida extraordinaria del sábado fue un acierto pleno, porque se trataba de conmemorar el medio siglo de vida de la corporación y lo hizo en cierta forma viajando en el tiempo a sus orígenes, incluyendo dos visitas imprescindibles que ya entonces se producían: el Hospital de San Juan de Dios, al que sigue acudiendo la hermandad en el mediodía del Miércoles Santo y al que acudirá la Virgen de Consolación a finales de este mes durante el rezo del rosario, y la antigua Prisión Provincial o Cárcel de la Ranilla, hoy cerrada, pero por la que igualmente pasó el Cristo de la Sed en su salida extraordinaria.
Las visitas fueron precisamente por este orden, ya que tras salir a las siete de la tarde de la Parroquia de la Concepción, la cofradía tomó las calles Cristo de la Sed y Beatriz de Suabia para alcanzar, entre una enorme multitud, Eduardo Dato.
El Cristo de la Sed iba sin potencias ni corona de espinas y con su monte adornado con rosas rojas entre las que destacaban las herramientas con las que Luis Álvarez Duarte talló al crucificado. Era la manera de homenajear al imaginero, que falleció el pasado 13 de septiembre a los 70 años de edad tras haber sufrido un ictus días atrás (ver). Éste fue el emotivo recuerdo de la Hermandad de la Sed, como también el hecho de que el paso saliera de la parroquia en silencio y después sonase en su memoria la marcha "Réquiem".
Hay que mencionar también el acompañamiento que durante la primera parte de la salida extraordinaria recibió la Sed de otras hermandades, como las del Miércoles Santo y otras como los Negritos, la Paz, el Cerro, San Esteban, el Polígono de San Pablo, Santa Genoveva y la Milagrosa, así como la del Sagrado Corazón de Jesús, con la que comparte templo, y las de la Sed de Jerez y la Virgen de Consolación de Utrera, muy vinculadas a la Sed por la advocación compartida de sus imágenes.
Desde las calles de Nervión más cercanas a la parroquia y a San Juan de Dios, el Cristo de la Sed se encaminó hacia lo que se puede considerar el "viejo Nervión", las calles que veían pasar a la hermandad esos ya lejanos Viernes de Dolores de camino a la antigua cárcel para llevar consuelo y calor a los presos.
Así, no faltaron en esta salida calles como Padre Pedro Ayala, Andrés Bernáldez o Mariano Benlliure, todas ellas vías rectas de un barrio moderno diseñado en los años anteriores a la Exposición Iberoamericana del 29. Y, por supuesto, tampoco faltó un tramo distinto de la calle Cristo de la Sed, por el que no pasa la hermandad el Miércoles Santo, y que fue la parte final de esta salida extraordinaria.
Sin prisa, pero sin demasiada pausa, andando siempre de frente, el Cristo de la Sed fue fiel a sí mismo en esta salida extraordinaria; sin estridencias, sin griterío y sin pancartas estrambóticas como las que acostumbran a verse en salidas ordinarias, extraordinarias y otros cultos externos. Era simplemente el Cristo de la Sed, que ya es decir mucho.
A las órdenes del capataz Ricardo Almansa, el crucificado de Álvarez Duarte ganaba metros de camino a su casa, con la Banda del Rosario tocando una marcha tras otra, siendo muy pocas las chicotás en las que el paso avanzó a tambor.
Y lo que tampoco tuvo esta salida extraordinaria fue esa relajación horaria, a veces demasiado exagerada, que se ha podido ver en las que han hecho otras hermandades en el pasado. La hora prevista de entrada inicialmente era la una de la madrugada, aunque hubo que retrasarla hasta la una y media por un cambio de itinerario de última hora al que obligó un cable colocado a muy baja altura en la calle Rico Cejudo.
Finalmente, fue minutos antes de las dos, sin ni siquiera treinta minutos de retraso, cuando el Cristo de la Sed subió la rampa mirando, como siempre, hacia el interior del templo tras haber sido bajado en el cajillo del monte para salvar el dintel.
El Cristo que pronuncia la quinta palabra de Jesús en la cruz se despidió de la calle mientras la Banda del Rosario tocaba "Señor de Nervión" y la Hermandad de la Sed, fiel a su estilo y a su historia, cerró una salida extraordinaria que no puede considerarse otra más, sino una salida con el espíritu propio que hace cincuenta años nació en un barrio que no conocía capirotes ni bambalinas, aunque sí las penitencias de los presos a los que la cofradía siempre quiso calmar su sed.
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