La Iglesia de la Anunciación acogió este fin de semana el besapié al Santísimo Cristo de la Coronación de Espinas, de la Hermandad del Valle. La imagen que talló Agustín de Perea se encontraba en el centro de uno de los habituales altares de culto de grandes dimensiones que caracterizan a esta corporación del Jueves Santo.
El Cristo de la Coronación se encontraba vestido por encima de su hombro izquierdo con la clámide conocida como la de los bodoques y tenía en la cabeza la corona de espinas y las potencias de salida. Además, estaba elevado sobre una peana dorada con tela de damasco rojo y alrededor de los pies veíamos rosas y tulipanes del mismo color.
Flanqueando al Señor se colocaron dos tallas de ángeles sobre sendas columnas de madera dorada con espejos, que sujetaban el de la izquierda una caña y el de la derecha una corona de espinas. Y más hacia los extremos se dispusieron los cuatro faroles de plata de su propio paso y cuatro jarras del paso de palio de la Virgen del Valle con rosas rojas colocadas en forma cónica y bicónica. Tanto los faroles como las jarras estaban elevados sobre pequeños pies de base cuadrada de terciopelo morado con el emblema de la hermandad.
Al fondo, el dosel de cultos estaba presidido por la reliquia de la Santa Espina que cada Jueves Santo va sobre unas pequeñas andas delante del paso de la Coronación, y que en el besamanos estaba encima de una alta columna de madera dorada con decoración pictórica de apariencia marmórea.
Y alrededor, veíamos diferentes candeleros con cera verde, dos ángeles mancebos con faroles, más centros con las flores antes descritas, dos pequeños doseles laterales con enseres litúrgicos entre ciriales, un manifestador con un crucifijo y cuatro candelabros metálicos de color negro con velas verdes. Finalmente, en los extremos de todo el conjunto había dos blandones dorados con cirios también verdes, y otros seis se situaron en el frontal del altar, con centros florales entre ellos.
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