miércoles, 5 de febrero de 2020
VÍA CRUCIS Y BESAPIÉ AL CRISTO DE LA BUENA MUERTE DE LA HINIESTA
La Hermandad de la Hiniesta celebró la semana pasada los cultos en honor al Santísimo Cristo de la Buena Muerte, que se iniciaron con el quinario entre el lunes y el viernes, y continuaron el sábado con el primer vía crucis que cada año se reza por las calles, cuando todavía faltan algunas semanas para que comience la Cuaresma.
La hora prevista para la salida era las siete y media de la tarde, aunque realmente comenzó bastantes minutos después, cuando finalizó la misa que se celebró antes en la Parroquia de San Julián. La primera de las estaciones del vía crucis se rezó en el interior del templo, con el crucificado en el presbiterio.
Acto seguido salió el cortejo, encabezado por la cruz de guía entre faroles. Detrás iban varias parejas de hermanos con cirios antes del estandarte corporativo. Y delante de los ciriales estaba el hermano mayor de la Hiniesta, José Antonio Romero, acompañado por el delegado del Domingo de Ramos en el Consejo de Hermandades y Cofradías, Francisco Javier Bonilla.
La familia Ariza se encargó de comandar las andas en las que iba el Cristo de la Buena Muerte, portado por hermanos de la corporación. Como cada año, a la espalda del crucificado había una amplia tela de color negro con la cruz y el corazón con los siete puñales, elementos que los nazarenos del paso de Cristo llevan en el antifaz.
Desde la Parroquia de San Julián, el Cristo de la Buena Muerte se encaminó a la calle Duque Cornejo y atravesó la Plaza de Moravia para tomar Pasaje Mallol, en todo momento rodeado por un gran número de cofrades.
A lo largo del recorrido, el Cristo de la Buena Muerte, que lucía las potencias de oro estrenadas en 2014, visitó diversos templos en los que se rezaron algunas de las estaciones del vía crucis. La primera de estas visitas fue el Convento de Santa Paula, donde las andas entraron hasta quedar detenidas ante la zona de clausura.
A continuación, el Cristo salió de nuevo a la calle y, antes de continuar tras el cortejo en dirección a la Plaza de Santa Isabel, se desvió hacia el Convento de las Siervas de María, accediendo al atrio, donde las hermanas se postraron ante la imagen y besaron sus manos con las andas situadas directamente en el suelo.
Cumplida la visita al convento y rezada la estación correspondiente del vía crucis, el Cristo de la Buena Muerte salió a la calle buscando su siguiente destino, que era el Convento de Santa Isabel, al que después seguirían la Capilla de los Dolores de la Hermandad de los Servitas, la Parroquia de San Marcos y finalmente el Convento de San Cayetano poco antes de entrar en San Julián en torno a las diez de la noche.
Al día siguiente tuvo lugar la función solemne y el Cristo de la Buena Muerte estuvo expuesto en besapié en horario de mañana y tarde. Para ello, la imagen fue situada en el presbiterio alto de San Julián, entre cuatro jarras del paso de palio de la dolorosa de la Hiniesta con varias especies florales subidas sobre sendas columnas de base cuadrada con decoración pictórica. Asimismo, había dos tallas de ángeles mancebos sujetando faroles.
A un lado y a otro, entre parejas de altos blandones dorados con cirios color tiniebla, veíamos dos mesas de madera dorada en las que se apoyaban los antiguos candelabros de los costeros del paso del Resucitado, unas bandejas de plata y más flores.
Finalmente, al fondo, ante el dosel donde el Cristo de la Buena Muerte había presidido el quinario, había un gran número de candeleros con cera también color tiniebla y más jarras con las mismas flores antes comentadas.
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