Sin permitir aún el beso y con la imagen más alejada de los fieles de lo que lo está habitualmente en su altar de culto diario, la Hermandad de Nuestra Señora de la Luz cerró este lunes los cultos anuales en honor a su titular con el besamanos, que como siempre tuvo como escenario la capilla sacramental de la Iglesia de San Esteban.
Allí fue ubicada la Virgen dos días después de la salida procesional del pasado sábado (ver), rodeada de parte de los nardos que habían adornado su paso. Éstos fueron colocados en distintos puntos de la capilla, tanto en el suelo como en dos mesas de madera dorada ubicadas detrás, como sobre dos pies cubiertos de tela de damasco rojo que flanqueaban a la imagen.
La Virgen de la Luz estaba vestida tal cual salió a las calles en su procesión y con los mismos enseres de orfebrería dorada que luce en sus cultos principales. Además, estaba elevada sobre la peana de plata de su camarín, una obra de finales del siglo XVII que fue restaurada el año pasado por Orfebrería Ramos y bendecida en diciembre por el padre José Robles Gómez, director espiritual de la hermandad.
Hay que señalar que la peana presentaba abolladuras, agujeros y parches realizados en latón, mientras que el interior de madera tenía daños provocados por insectos xilófagos. Además de reparar todo ello, se han añadido dos cartelas en los laterales, ya que en su origen esas partes quedaron inconclusas.
El montaje de este besamanos se completaba con la presencia, junto a la cancela de acceso a la capilla, del simpecado de la corporación en el lado izquierdo y del estandarte corporativo en el derecho. Ambas estaban entre los ciriales que van delante del paso en su salida.
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