Imagine que es usted el obispo de una diócesis catalana, donde tiene que convivir con el independentismo o, dicho de otro modo, con gente que en su región presume de ser más y mejor que sus compatriotas, que se inventa antiquísimos países catalanes y que se ufana de caracterizar a su tierra una cultura, una historia, un patrimonio, por qué no, mejor que el de los demás...
Ahora imagine que a usted de repente le envían de arzobispo a Sevilla y, quizá, piensa que es un destino más tranquilito, aunque sólo sea por la ausencia de ese independentismo cateto y provinciano que acaba de dejar atrás. Pero entonces, leyendo cualquier medio de comunicación un martes de Carnaval, cuando los cristianos del lugar, su rebaño, deberían estar preparando mente y corazón para la inminente Cuaresma, se encuentra con que una hermandad ha encargado una prueba del Carbono 14 a un trocito de su imagen titular para demostrar que no es tan reciente como los maliciosos rumores llevan afirmando décadas, desde los tiempos de Castillo Lastrucci e Illanes, o incluso antes. ¿Qué haría usted? ¿Sonreír comprensivo o pedir el traslado de vuelta?
Lo de la Esperanza de Triana y el Carbono 14 es literalmente de traca. Incluso esta mañana ha llegado a ser dicha advocación 'trending topic' en la red social del pajarito; algo que nunca ocurre cuando se trata de hablar de obras sociales y otras cuestiones tan menores como ésta. No. La Esperanza de Triana ha sido tendencia por una prueba pseudo-científica (refutada por muchos expertos por su falta de precisión), encargada por la hermandad para intentar tapar la boca a los que ponen en cuestión que la dolorosa que hoy conocemos sea la misma que en su origen. Es decir, la hermandad se ha enfangado para responder a la rumorología. Como si acaso importara.
El resultado que publicita orgullosa la junta de gobierno de esta prueba que, recordemos, negó la veracidad de la Sábana Santa, descartando que la de Turín sea la que realmente cubrió el cuerpo de Jesucristo en el sepulcro, es que la Esperanza de Triana está hecha con una madera que estaba viva en algún periodo de tiempo comprendido en una inmensa horquilla que va desde 1460 hasta 1635. Año arriba, año abajo... Y, claro, muchos medios de comunicación, profesionales o aficionados, han buscado el 'clickbait' (o directamente han mostrado su incapacidad para comprender el brevísimo informe publicado), asegurando que la Esperanza de Triana es del siglo XVII (como muy reciente), lo que por cierto no es exactamente lo que afirmó hace unos meses Pedro Manzano sobre la policromía original de la talla tras haberla restaurado.
Añádase en este punto la intervención de los 'hooligans' que, a favor o en contra del resultado del estudio técnico (que no científico) del Carbono 14 campan a esta hora en redes sociales y foros presumiendo del "descubrimiento" o ridiculizando sus consecuencias.
Pero, una sencilla pregunta que se me viene a la mente: ¿qué más da si la Esperanza de Triana tiene cuatro siglos, cien años o veinticinco? Con la de manos que han tocado, con más o menos profesionalidad y con un incendio de por medio, la imagen, ¿de verdad una hermandad se tiene que meter en este jardín para intentar demostrar vaya usted a saber qué? Como si la imagen que tenemos hoy en día se pareciera en algo a su estado original...
Sólo hay que ver las fotografías más antiguas que se conservan de la Esperanza y compararlas con su estado actual para llegar a la conclusión de lo absurdo que es pelear por una antigüedad hasta el punto de recurrir al Carbono 14 para intentar cerrar bocas y acallar rumores. La Esperanza de Triana no tiene uno, ni dos, ni tres autores. ¡Tiene varios! Y, por lo tanto, varias fechas de ejecución. Si estuviéramos hablando de una imagen que jamás hubiera sido retocada... pues vale. Pero, evidentemente, no es el caso.
Total, que todo este jaleo tan innecesario ha dado como resultado una historieta más propia de una película de Berlanga, como la genial "Amanece que no es poco". En ella un circunspecto José Sazatornil afirmaba aquello de "¡en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Faulkner!". Si esa película se hubiera desarrollado en Sevilla, visto el resultado de la pruebecita y el 'hooliganismo' resultante, quizá la frase hubiera sido del tipo: "¡en esta ciudad es verdadera devoción lo que hay por el siglo XVII!", el siglo de Montañés, de Mesa, de Ocampo, de Gijón... y quién sabe si del autor de una imagen que hoy, tras retoques y retoques y más retoques, vive en la calle Pureza. Si es que ese misterioso autor no está entre los que ya he mencionado, claro está...
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